viernes, 18 de abril de 2025

7 y 8-Cartas van, cartas vienen (8 de mayo van, 15 de mayo vienen)

 


Hoy les traje tres cartas de este libro que adoro y guardo como un tesoro (lo es...). Son tres cartas de amor, claro, ¡con ese título! Ojalá les gusten...













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CONSIGNA DE ESCRITURA

Todas estas cartas son reales. Han resistido al tiempo y al olvido. 
Pero vos vas a escribir una carta de ficción a un destinatario imaginario. El tipo de carta lo elegís vos: carta de amor, de queja, de reconciliación, de pedido de perdón, de despedida, etc.
Podés inventar y escribirle a quien vos quieras. Vas a plantear la carta en forma tradicional, con encabezado, querido fulanito, despedida y alguna postdata. Después, me la mandás por mail como siempre. 
Cuando volvamos a encontrarnos (jueves 8 de mayo), vamos a leer todas las cartas y después yo las voy a repartir para que cada uno se lleve una carta de un compañero y la responda, poniéndose en el lugar del personaje destinatario.
Finalmente, para el encuentro siguiente (jueves 15 de mayo), tienen que mandarme o traer la respuesta a la carta que se llevaron.

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Aquí les dejo una musiquita de Bowie, una carta: Letter for Hermione. Toquen AQUÍ
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LOS TEXTOS DE USTEDES



Lauri

 Buenos Aires, mayo de 2025

 

Hola Cariño,

No puedo llamarte de otro modo, al menos todavía no puedo. Hace varios días que pienso en hablarte y tampoco puedo, no soportaría escuchar que me repitas lo que me dijiste la última vez. Por eso esta carta. Porque necesito saber, porque necesito una explicación que me dé alguna respuesta a todo este desconsuelo y desconcierto en que se transformó mi vida. No puedo creer que te despedí a la mañana y tu respuesta fue la de siempre como hace más de diez años, ¡más de diez años! que me decías cada día: ¡Qué tengas un lindo día amor! Y al regresar a casa, a nuestro refugio como sabíamos decirle, esperando tu sonrisa que me saque del caos diario de la calle, me recibas diciendo, “no te amo más”. Esas cosas no se dicen así, no nacen de un día para el otro, entiendo que a lo mejor no encontraste otra manera, quisiste que fuera rápido y terminante para no dilatar la agonía, pero no pensaste en mí. Te quise preguntar tantas cosas, pero no pude, no me salieron las palabras, no entendía y era imposible coordinar alguna idea o sensación de todo lo que pasaba por mi cuerpo, por eso dejé pasar este tiempo de silencio.

En ese momento, después de tus palabras no supe que hacer, solo pude agarrar mi mochila e irme, no me llevé nada, solo el poco amor propio que me quedaba, ya que no contaba más con el tuyo. Busqué las respuestas dentro mío y juro que no las hallo, por eso esta carta, necesito respuestas para llenar con algún argumento el vacío que dejaste. ¿Cuándo te diste cuenta que no me amabas más? ¿Cómo se siente el desamor? ¿En que nos equivocamos? ¿En qué me equivoqué? ¿Sentís que pasé a ser una costumbre en tu vida? ¿Me diste indicios que yo no noté? ¿Mi amor (este que sigo sintiendo por vos) no te bastó? ¿Hay alguien más en esta historia? Necesito alguna respuesta que me permita entender porque me dejaste así, sin previo aviso, sin importarte nuestra historia ni todo lo que vivimos, por favor, si realmente lo sentís así, dame los motivos y no vuelvo a molestarte. Tu felicidad es importante para mí, aunque no sea a mi lado.

L. A. M.

PD:  Siempre serás la parte más bonita de mi historia… ojalá, de algún modo, yo siga siendo parte de la tuya.

 

RESPUESTA DE LALY

Mujer de mis espacios, de tantos días juntos, compañera, amiga de escapadas, aquí estoy detrás de estas líneas proyectando algún futuro en soledad. Quiero decirte que nunca dejaste de estar conmigo a pesar de lo que está pasando.
Contesto tu carta que releí varias veces y subrayo lo que alguna vez te dije, acerca de decirnos nosotros mismos en primer término la verdad de las cosas. Hemos sobrevolado con sonrisas e ironías -sobre esto último- en distintas ocasiones y creí que serías sincera con vos misma. 
Nunca quise herirte.  Solo decidí tomar la decisión de hacer el corte sin vuelta atrás y sin previos intentos, porque de lo contrario hubiéramos seguido durante varios años disimulando ese amor que ya no lideraba entre nosotros.  
Ambos somos buenas personas y actuamos muy bien el papel de pareja que todo supera y sigue adelante, feliz de la vida como hacían en silencio y a veces no tanto mis padres, al igual que los tuyos -según me contaste- en sus años de matrimonio. 
Yo quiero otra cosa, sin importar que no estemos casados, eso es lo de menos, quiero sentirme amado junto a mi mujer y sentirme amado, no pasar a ser una obligación más. 
¡Y qué querés que te diga! para mí es de suma importancia tener ganas de serlo, de sentirme reitero fuertemente amado y devolver ese mismo amor, no solo hacer lo que se debe y lo correcto.
Quiero tener ganas de llegar a casa y besar a la mujer que amo y que me ama en la boca -no como a mi tía Luisa en el pasado y de refilón, para que no me pinchara con sus bigotes mal depilados, y que mi mujer me reciba sin rechazos porque ella quiere lo mismo, aunque no siempre coincidamos con los tiempos horarios y tengamos que esperarnos imitando una cita "para dentro de un rato", o mañana que llegaré más temprano. 
Que no me diga, ni yo me excuse a menudo porque "estoy cansado". Quiero tener ganas de hacer todo lo que me haga feliz en casa y los dos fuera de ella y que no siempre lo que se debe hacer sea según los reglamentos de una de las partes. 
Tengo ganas de excusarme divertidamente conmigo mismo si quiero cambiar mi rutina porque sí, sin dar explicaciones, jugar cuando quiera con el poco tiempo ocioso que tengo y que mi ser amado no me pida explicaciones como si fuera mi mamá. 
Soy un hombre. Un ser pensante, que además de amar y de tener obligaciones que cumplo al pie de la letra, quiero ser libre al menos en mi hogar, jugar a ser feliz lo más que pueda olvidándome por un rato de la parte seria de la convivencia y no quiero que en medio de un momento de serenidad o de disfrute, la falsa mamá me recuerde horarios y responsabilidades que tengo siempre conmigo...  Y como prueba están mis buenos resultados.

Cuando a menudo se usan las excusas para no estar juntos o los regaños y se recuerdan las obligaciones en lugar de hacer el amor, es porque ya no queda otra que una convivencia en la que se cansan de verse uno al otro como obligación- y resulta una pesadilla.

Duele mucho y lo sé porque también me es muy doloroso. Seamos valientes y enfrentemos juntos el presente. Las respuestas de las que me hablas en tu carta SÍ están dentro tuyo, solo tienes que admitirlas. 
Tratemos de querernos y luego entre ambos, seamos sinceros ya que desde que nos conocimos pasamos a ser parte de nuestras vidas, lo único que no sabemos es hasta cuándo llevaremos esa contabilidad. 
Por el momento te pido: démosle espacio al tiempo, él nos guiará hacia el futuro. Te abrazo una vez más.

 

 

Karina

 

Un día de ayom en la Era de Dragones

 

Querida Princesa,

Escribo estas líneas sin la certeza de que vayan a llegarte. Tampoco sé si querrás recibirlas.
Pero siempre me animaste a todo y por eso me atrevo a tomar esa valentía tuya prestada. Porque hoy estoy tan lejos de la mía como de vos.
Hace demasiado tiempo que no siento el perfume de tu pelo en el aire que respiro.
Demasiado tiempo que no estoy cerca de esa sonrisa cómplice.
Demasiado tiempo que no me miran esos ojos color travesura.
Demasiado tiempo.
Demasiado tiempo que estoy lejos de todo y solo cerca mío. Y ya no sé si quiero estarlo.
En esta isla no hay nada más que mi cuerpo paseándose por la arena que me gustaría que tomaras en tu puño para dejarla libre y que puedas sentir cómo se desliza entre tus dedos. Podría preguntarme qué es más suave, si tu piel o la arena fina, pero sé perfectamente la respuesta.
Quería recordarte lo que siento por vos. Me gustaría pronto revelarte dónde estoy o tal vez ir en tu búsqueda. Cuánto quisiera recibir un mensaje tuyo, aunque lo hago en sueños, creo. Me despido por otro tiempo indefinido anhelando nuestro encuentro.

PD: Deseo con mi corazón que todavía quieras abrazar mis escamas.

 

Tuyo siempre,

quien sabe calmar tus aguas con fuego.

 

 

RESPUESTA DE RO

 

Querido diario

Escribo estas líneas esta mañana al despertar, luego de tener un sueño tan vívido que todavía conservo las sensaciones. Son tan reales al punto de creer que padre podría darse cuenta de lo que está pasando, y como bien sabes, lo desaprobaría.

Ni bien me desperté quise volver a dormir, ya sabes para seguir soñando. Pero después pensé que sería mejor levantarme a plasmar en estas líneas lo que acababa de vivir, antes de correr el riesgo de olvidarlo.

Soñé que el Dragón estaba en una isla y me escribía una carta en la cual me decía que me extraña, y como yo también…

Querido Dragón:

Tú eres el más valiente entre todos los valientes. Mientras estamos atrapados en un día de ayom en la era de los Dragones, y padre no permitiría jamás de los jamases nuestra unión, yo no dejo de soñar con acariciar tus escamas.

Ha pasado demasiado tiempo sin verte, tal vez por eso anoche te soñé. Yo estaba en una isla, levantaba un puñado de arena con mi mano y cuando, dejaba caer la arena, de pronto te vía caer entre mis dedos. Con mi mano libre intentaba alcanzarte para que no cayeras, para que no te lastimaras, pero de pronto salías volando hasta mis cabellos. Allí, olías el perfume de mi pelo y volvías a hacerte grande, tan grande que podía verte y te miraba con mis ojos felices desde abajo. Desde luego, te sonreía y los dos abandonábamos esta horrible y vieja sensación de soledad.

No puedo dejar de pensar en que fue un encuentro real, aunque fue un sueño.

Si esta fuera una carta, me gustaría hacértela llegar sientiéndome siempre tuya, sientiéndote siempre mío, tú que sabes calmar mis aguas con fuego.

Ay querido diario! Esto es lo que le escribiría si pudiera hacerle llegar una carta a mi querido Dragón, a mi amado Dragón.

Ha pasado tanto tiempo y sin embargo siento que el sueño a revivido la valentía de esperar por él y si es necesario, enfrentar a padre y al reino para defender nuestro amor.

 

 

                                                                                                                 

Laly

 

Srta 
Valentina Guerra
Alfonsina Storni 724 -Galería La Perla- 
Mar Chiquita. 
Pcia. Buenos Aires

Al recuerdo de mi amada Valentina 

Los rumores que llegaron a mi inteligencia, y que de alguna manera decidí conservar con una concepción por cierto diferente

a lo conocido por el común de las personas, me mueven a querer conectar de esta otra forma a mi querida Valentina, es decir 

con el pensamiento que me dicta emociones y recuerdos que quiero esbozar de alguna forma para que las reciba por lo que 

así procedo entonces:

 

Supe que lo único que me importaba en la vida querida mía era tu persona  

con esa maravillosa manera de ser y de mirarme que hacía juego con tu voz 

que todavía y de vez en cuando me aparece desde nuestro pasado 

junto con el viento como si no estuviera muerto y en el olvido de casi todos

 

En tu cara flaca se hundían tus pálidas mejillas mostrando al mundo tus orejas

grandes pegadas al cráneo, apareciendo entre tus cabellos rojizos y desprolijos 

Recuerdo la costa y el paso del pequeño velero sin suponer que allí estabas

Al mirarlo hoy desde mi agujero reconocí que no vislumbré tu enorme valentía

 

Volvería a vivir cada momento con la misma alegría que disfrutamos

quizás yo pueda alguna vez en otro siglo reparar la enorme cobardía que acuné

y tirarnos ambos sin pedir permiso a la fuente de la vida para festejar nuestro amor 

y gritarlo al mundo aun sabiendo que muchos no perdonarían mi vejez

 

 

RESPUESTA DE CLAUDIA S.

Mi querido Rodolfo:

    Esta misiva me llega en el último peldaño de mis días. Nuestros encuentros en la costa, en la clandestinidad de las noches, aparecen en cada una de tus palabras. Nunca regresé allí, desde aquel día que me leíste tus poemas. Poemas tan transparentes como tu voz y tu mirada. El mar duele en mis mejillas a la distancia. Mis cabellos están níveos y nada parecen a los que entonces lucían despeinados.

    Mi amado poeta no te atormentes con la culpa. Siempre supe el riesgo que embriagaba el caminar abrazados como dos fugitivos escapando del presente. Siempre supe que la soledad se agazapaba en mi cuerpo lentamente. Y siempre recordaré tus intentos por querer poner fin a tus compromisos, cuando resultaban en vano.

    Confié en cada proyecto tuyo, sintiéndome parte de él. Pero, hoy mi voz se apaga y ya no resuena con el viento. Mis ojos no me permiten ver ese velero y dudo si estuve allí o lo soñaste.

    No recuerdes el pasado con tristeza, ni con esa melancolía propia de nuestra vejez. Disfruto de esta carta como disfruté del rumor de las olas, testigo de nuestros besos. Olas que salpicaban nuestras voces caminando por la arena. Disfruto de tu inteligencia desmedida por haber soportado mis caprichos, sin ningún tipo de reproche.

    Mi dulce Rodolfo, no lamentes más por nuestro injusto pasado. Nuestra época nunca nos entendió. Nunca pude convencer a mis padres para que aprobaran nuestra relación. Siempre sentí que tú eras el más valiente y todavía lo sostengo. Hoy, esta separación nos aparece como definitiva. Pero, seguramente pronto nos volveremos a ver. Mis cabellos se verán rojizos y se hundirán nuevamente en tu cara. Quizás en otro tiempo, quizás en otros mares.

Tu amada Valentina

P. D.: Quizás algún océano desconocido arrime nuestros cuerpos para flotar para siempre en la eternidad.

 

 

Claudia S.

 

Caseros, 5 de mayo de 2025

Querida Moni:

    Estoy dando vueltas y vueltas y no llegan palabras a mi mente. Sé que tendría que haberte escrito antes y siempre encontraba excusas para no hacerlo. Pero, vos te adelantaste hace unos meses y me llamaste y ambas sabemos cómo terminó la cosa. Te cuento que empecé un taller en la biblioteca San Martín, espacio donde fuimos parte de ese grupo de lectores que nos hacía disfrutar de la calidad de sus textos. La próxima consigna de escritura es: escribir una carta. ¿Te acordás de Las penas del joven Werther? ¿Y de la peli Goethe enamorado que tuvimos que ver? Bueno, pero tiene que ver con el género epistolar. Sé que cuando charlábamos en el almacén intercambiábamos sugerencias y nuestro tema era siempre la literatura. Nuestros dilemas vagaban entre sabores a fiambres y galletitas y tus clientes no entendían nada.

    Parecíamos dos extraterrestres compartiendo textos, allí en un lugar impensable, para abordar y debatir sobre personajes literarios. Nos decían que no entendían nada de lo que hablábamos, pero que se nos veía tan felices como si viviéramos en mundos imaginarios. Lugares de los que éramos capaces de entrar y salir a nuestro antojo, pero sin quedar inmunes.

    Ahora te tomaste un descanso y estás más en tu casa. Yo no compro en tu negocio porque las estanterías ya no tienen tu orden y dedicación. Pero más que nada, extraño nuestras charlas muchísimo. En casa me sugieren que te llame y que te invite a tomar un café, pero nunca me animo a hacerlo y por eso te escribo.

    Recuerdo nuestro té después de una tertulia, cuando esperabas que abriera la mueblería para encargar la cunita de tu primer nieto. Hoy, ya tenés cuatro e imagino que tus prioridades son ellos. Somos tan parecidas, que ninguna quiere molestar a la otra. Nunca hablamos por teléfono, pero estamos, aun cuando se nos pase una fecha, en las que hay que felicitar a todo el mundo por indicación del calendario.

    ¿Qué te parece un cafecito en casa o mejor en Chocorisimo o Café Martínez? Poné un día y un horario. Creo que no va alcanzar un par de horas para decir tanto... Se me acaba de ocurrir una idea ¿y si sacamos unos pasajes a Mardel y nos tomamos un finde? Me parece que se me fue la mano con esto último...Bueno, por ahí se te ocurre algo diferente. Hablá con las chicas y con Luis, seguro que ellos van a entender, si optamos por lo del viaje y te van a apoyar en nuestra locura. No tendríamos que llevar tanta ropa si son pocos días. Con una valija alcanza, así que nos tomamos un Uber o un Remis y tus yernos no tienen que llevarnos hasta la terminal. Te mando un abrazo gigante y espero una respuesta prontito.

Claudia

P. D.: Me olvidaba, no sientas culpa por dejar a tus nietitos. Seguro que se pondrán re contentos de verte tan feliz cuando regreses!

 

 

RESPUESTA DE CLAUDIA V.

Caseros, 14 de mayo 2025

 

Querida Claudia:

                        Tu carta me sorprendió. Después de nuestra charla telefónica, no creí posible volver a saber de vos. Te pido disculpas. Tenía muchas preguntas sin respuestas. Muchas angustias contenidas. Muchas cosas sin entender. Quizás por eso no pude evitar que todas esas emociones salieran a borbotones; no pude evitar reclamos ni pedir explicaciones que de antemano sabía que no me iban a conformar.

                        Y ahora tengo entre mis manos tu carta, como si nada hubiera pasado, y sólo traés recuerdos de momentos compartidos con alegría y complicidad. Yo también atesoro esos instantes y también los extraño… Sin embargo, tu ausencia dejó en mí un gran vacío. Nunca entendí qué pasó. Simplemente dejaste de venir.

                        Cuando atendía gente en el almacén, imaginaba que un día iba a levantar la cabeza de mis cuentas y te iba a encontrar del otro lado del mostrador para continuar con nuestras charlas, las que nos hacían protagonistas de las novelas de moda o con esas ensoñaciones en donde éramos las destinatarias de aquellos versos ardorosos.

                        Pero… no fue así. Nunca volviste y los años me pasaron por encima. Nunca me sentí tan sola. ¡Cómo hubiera necesitado a mi amiga para compartirle mis desazones! Pero no estabas allí.

                        Quisiera creer que el tiempo no ha pasado y que podríamos retomar nuestras charlas en el mismo punto en que las dejamos… Pero no. No puedo.

Dejemos que la vida nos sorprenda doblando una esquina o en un banco de la plaza mientras cuidamos los nietos. Quizás así, de casualidad, nuestras almas vuelvan a encontrarse en la mirada y resurja aquella amistad perdida.

 

Mónica

PD: En mi corazón, seguís estando.

 

Claudia V

 

 

Mi querido Adolfo:

Quizás no sepas quien soy. Quizás lo descubras al leer esta carta. O quizás no, y me hayas perdido en el ovillo de los recuerdos no vividos.

El otro día te vi. Esperabas en el Banco. El tiempo azotó tu rostro y sus vaivenes talquearon ese pelo rebelde y desordenado que tratás de disciplinar como lo hacías en la escuela. (Era época de cabellos cortos y ordenados.) Aun así, conservás el brillo en tus ojos de almendra y ese gesto que me enamoró.

¡Te amaba tanto! Con sólo mirarte el corazón me saltaba en el pecho. En cada paso deseaba encontrarte. Sé que vos descubrías también un sentimiento nuevo cuando nuestras miradas se cruzaban ocultas entre la concurrencia. Cuando eso ocurría, la gente desaparecía y eternizábamos ese momento.

¡Sentía tanto miedo! No sabía qué me pasaba. Sólo quería que me rodearas con tus brazos y que me besaras largamente. Vos me dabas algunas señales, pero yo, no me atrevía a cruzar la línea. Me conformaba con respirar tu aire, sentir tu perfume, que nuestras manos se rozaran y nuestros cuerpos vibraran con el encuentro. Esperaba con ansias que me arrastraras detrás de la línea.

¡Te amaba tanto!...

Hasta que un día, tu mirada desvió la mía, me faltaba el aire que ya no traía tu perfume y tus manos se entrelazaron con otras. Un dolor punzante atravesó mi pecho y no pude contener las lágrimas. Corrí sin saber a dónde hasta que lejos, desahogué mi llanto.

Nunca pude olvidarte. Siempre quise saber qué hubiera pasado si me atrevía a cruzar la línea. ¿Cómo sería el calor de tus brazos y el sabor de tus labios?

¿Podrá el tiempo darme una nueva oportunidad? ¿Todavía será amor?

El otro día en el Banco, no parecías verme. Si me viste, no parecías reconocerme. Si me reconociste… no parecías vibrar. Mi corazón dio un vuelco. ¿Será que llegó el tiempo del olvido?

Hasta nuestro próximo encuentro. Me despido con aquel beso tan celosamente silenciado:

 

Tu amor olvidado

 

 

P.D.: ¿Te atrevés a desovillar los recuerdos?

 

RESPUESTA DE LAURY

Mi pequeña y querida Graciela

¡Qué alegría trajiste a mi vida con esta carta!

Claro que estás dentro del ovillo de los hermosos recuerdos de aquella época. En cada jovencita de cabellos rubios y ondulados, en cada par de ojos color miel que he cruzado en todo este tiempo, aparecía tu imagen, pero sobre todo querida mía, recuerdo esa mirada que me llegaba tan profundamente al corazón e inevitablemente, la pregunta ¿Qué hubiera pasado si…? 

Me encantaba pasar cerca tuyo, lo que provocabas era tan nuevo para mí. Nunca imaginé que deseabas traspasar esa línea ¡gustoso te hubiese ayudado!  pero tuve miedo (el miedo estaba en todos nosotros, ¿te acordás?). Decirlo ahora hasta parece una tontería.

Hablas de amor y se me estruja el alma. Yo notaba tu mirada enamorada pero también, cierto recato y timidez, y no me animé. Ahora que lo sé, lamento mucho que mi cobardía te haya provocado tanto dolor, mi niña hermosa.

Es verdad que llegaron otras manos a tomar las mías, su experiencia hizo más fácil mi primer paso en estas cuestiones, también es cierto que me soltaron al terminar la escuela. Luego en todos estos años algunas manos más aparecieron, pero todas por una cosa u otra se fueron soltando, ahora leyéndote, creo que ninguna fue la correcta, y me pregunto otra vez ¿Qué hubiera pasado?

No seguí estudiando, hubo que trabajar enseguida y la vida me revolcó un poco (veo que lo notaste en mi rostro y las pocas canas que quedan) ya no trabajo, pero sigo de pie (que no es poco) con algunas nanas que no voy escribir para no aburrirte.

Volviendo a nosotros releo tu carta y me hago eco de tus preguntas. No tengo la respuesta mi querida, porque ya no somos esos adolescentes, no hay manera de que el reloj gire al revés, ni siquiera detenerlo, si estoy seguro que este tiempo no es de olvido, al contrario…

Entonces, ahí va la propuesta, te invito a tomar un café, desovillar esos recuerdos, hablar del presente y ver que nos pasa. Quizás, ese beso silenciado nos dé alguna respuesta.

 

PD: Tu carta llegó en un momento muy especial de mi vida y yo, que no creo en el azar.

 

                                                                                                            Adolfo

 

Rosana

De regreso. Mirtha

 

Querida Celeste:

Te escribo esta carta porque noto que hace tiempo estamos distanciadas.

¿Qué fue lo que nos pasó?

Aun no logro entender. Tal vez recuerdes, como yo, el último día que nos vimos. Malena me contó que te vio la semana pasada. Pero nosotras, ¿cuánto tiempo llevamos ya sin vernos? Sin palabras, sin noticias. ¿Vos te acordás de la última vez que nos vimos personalmente?

No dejo de pensar si te molestó algo que yo hice, si fue a partir de que me puse de novio con Sebastián, después de pasar tantos años sola. Vos estuviste cuando murió el papá de los chicos. ¡Me acompañaste tanto! Que no puedo creer que ahora, en esta etapa feliz de mi vida, no estés aquí conmigo.

No conté los mensajes, pero mandé tantos que quedaron sin respuesta que llegué a preguntarme si habías cambiado el número. También pensé que, a lo mejor te habías enfermado. Pero cuando la vi a Male, me contó que no. Que seguís con el mismo número, que de salud estás perfecta. Que seguís siendo diosa, divina, como siempre.

A veces pienso que tal vez te molestó que fuera a tu cirujano y le pidiera que me haga la misma nariz que la tuya. Si es eso te pido disculpas, pero no lo lamento porque gracias a ello conocí a Sebas que también se estaba haciendo unos retoques en lo de Hugo.

¿Tiene algo de malo que yo también quiera ser una diosa, divina?

Es cierto que siempre me gustó como te vestías, y que recorría las mismas tiendas después de leer las etiquetas de tus prendas. Tal vez no te des cuenta de que es pura admiración.

Y si dejé de llamarte tanto (solo disminuí a cinco veces por semana) es porque el amor me tomó por completo.

Bueno Celes, me gustaría verte, en serio.

Contestame por favor

No perdamos esto que tenemos (aunque prácticamente inexistente este último año) por favor

Te quiere, tu amiga de la infancia

Mirtha

 

 

RESPUESTA DE KARI

Mirtha:

Te escribo porque la verdad es que estoy un poco cansada. Entre las llamadas, los miles de mensaje y tu stalkeo en redes, me agoté (porque sí, me doy cuenta de que me ves todas las historias de instagram, no te hagas la que no sabés nada de mi vida).

Me parece bastante obvia la razón de que no tengas respuesta de mi parte, pero bueno, si tanto insistís acá te la voy a dar. Ah, el otro día le dije a Male que te haga saber mi desinterés por vos, pero bueno, o no te lo dijo para no hacerte sentir mal o te lo pasaste por donde ya sabemos.

Por si vos no te acordás, esa última vez que nos vimos fue la que me citaste en un bar horrible, que se caía a pedazos, para pedirme que me sume a una estafa piramidal que se veía a kilómetros de distancia porque te estabas quedando sin guita y en el trabajo no te adelantaban el sueldo, y encima te hacían poner más para “no perder”.

¿Vos no te acordás que ni bien me contaste la idea de meterte ahí desde un principio yo te dije que ni loca lo hicieras, que te iban a dejar en banda, que te iban a sacar un montón de plata? Pero ni bola me diste, porque querías ser más como yo, tener la plata para tener tu vida resuelta, aunque ya la tenías pero no la querías ver porque siempre andás mirando lo que hacen los demás.

Que te metieras en esa, bueno, vaya y pase, ponele, pero ¡que me quisieras meter a mí ahí adentro! Yo a veces no sé en qué planeta estás, Mirtha, dejá de fingir demencia. Yo con gente que se engancha con sectas y estafas piramidales no me junto, te lo dejé bien en claro desde que supimos lo de Josefina, hace años. Y ahí fuiste vos a meter la plata en ese chamuyo. Disculpame pero yo con vos no me puedo relacionar más, ni aunque hayas salido (gracias a tus viejos que te dieron una mano enorme, mandales saludos).

Ni me gasté en bloquearte porque, ¿sabés qué? Me encanta que me envidies, que veas lo bien que la paso en mis viajes y cómo estoy disfrutando de Italia, por boluda. Y la verdad que voy a aprovechar para agradecerte también porque por tu propuesta pedorra en ese bar de caca al que me llevaste, pude conocer a Facundo, que es un bombón (seguro ya lo sabés porque lo viste en las historias), y me lleva de acá para allá y yo no tengo que mover ni un dedo. Cosa que no creo que te pase con Sebas porque mucho cirujano, mucho retoque, pero desde que están juntos la tarjeta se la pagás vos, eso me dijo Male.

Así que dejá de hacerte la pobrecita y la amiga de la infancia, bien que en ese momento cuando las maestras no miraban me hacías bullying por usar anteojos y tener la raya al medio.

 

Besitos a los chicos, cuando vuelva me los llevo a pasear con Facu

 

PD: podrás tener mi nariz y usar la misma ropa que yo, ¿pero de verdad pensás que te quedan TAN BIEN como a mí?

 

Celeste

 

Adri

 

           Villa Bosch, 7 de mayo de1969

 

Querida Marta:

                         Espero que te encuentres bien de salud, y de buen ánimo, ya que hace tanto que no recibo noticias tuyas, que llego a preguntarme si te habrás mudado. Tal vez yo esté enviando cartas a una dirección que ya no es la tuya. En ese caso me pregunto también si en tu nuevo barrio no habrá correos, porque si te mudaste me podrías haber escrito antes, contando que te mudabas y mandando tu nueva dirección, porque me imagino que ya la sabrías.

      Después de pensar en todas esas cosas me digo a mí mismo: “pero qué tonto, no escribe porque no quiere” y a la vez pienso que podrías escribir para decirme que ya no te interesa recibir mis cartas, que no te gastas en leerlas, que no te escriba más.  Luego pienso en lo absurdo de estar escribiendo está carta, mientras siento que, si es eso lo que pasa, y ni siquiera te preocupa decírmelo, tampoco vas a contestar en esta ocasión, pero prefiero intentar.

     Por mi parte soy un hombre de palabra, y cuando nos dimos ese último beso en la estación, prometimos escribirnos hasta volver a vernos. Debo confesar que no lo hago solo por cumplir la promesa, lo hago porque ese beso aún me hace soñar, y aún recuerdo tus ojos llorosos de la despedida.

Marta, mi querida Marta, espero tus palabras, aunque sean para decir adiós.

     Con el deseo de leerte, me despido con un beso, te quiero!

                                   

                                             Pablo

P.D: si contestas diciendo adiós, prometo no insistir.

 

RESPUESTA DE ADRI

Devoto, 13 de mayo de 1969

 

Querido Pablo:

Sé que ha pasado mucho tiempo. Y si, si recibí todas tus cartas. Creo que esa última vez que nos vimos no te quedó muy en claro lo que te dije, así que, te lo voy a repetir nuevamente, esta vez por escrito.

No podemos estar juntos.

No porque no quiera. Sino porque estoy casada.

Por problemas económicos en mi familia, tuve que casarme con el hijo mayor de los Barrasco hace dos años. Sé que no fue lo más inteligente, pero mi mamá está muy enferma y solo él puede acceder a los medicamentos importados de Europa. Él me chantajeó, al principio fue una cita, luego un beso, y al final, terminamos en un matrimonio por conveniencia, triste y amargo. Jamás habría pensado que mi vida de casada sea tan gris, tan sombría. Sin vida ni color.

Pero cuando te conocí, Pablo, mientras mi marido estaba en uno de sus viajes, me cambiaste la vida. Por fin conocí el amor, y llenaste ese vacío con acuarelas de colores. Un amor genuino que me hacia sentir como una adolescente, como una princesa de ensueño. Y te puedo afirmar que esas dos semanas que pasamos juntos, fueron las mejores de mi vida. Pero, por mucho que te quiera, no puedo quedarme con vos. 

Me encantaría, me encantaría que nos veamos todos los días, que salgamos a tomar helado o vayamos al cine. Que me lleves a pasear en tu bicicleta celeste y cenemos en tu casa escuchando tu colección de vinilos. 

Quisiera verte, pero temo demasiado que mi marido se entere. Impactaste tanto en mi vida, que ahora no puedo imaginarla si vos en ella.

En agosto vuelve a viajar, ¿Te gustaría que nos veamos alguno de esos días?

Te quiere

Marta

 

 

 

Guada

 

Mes segundo de la cosecha de otoño

 

Querida hermana:

Hemos llegado a salvo. Fue muy doloroso tener que partir del reino y verte junto a padre hacerse pequeños en la orilla.

El viaje duró tres días. Muchas veces tuve miedo, nunca estuve tanto tiempo en el mar. ¿Sabes realmente lo que es no ver nada en cualquier dirección? Es realmente escalofriante, pero por suerte, Julian estaba ahí. No paró de remar la barca en ningún momento, ni siquiera en la tormenta.

En la noche del segundo día, hubo una fuerte tormenta que hizo que volcáramos. Estaba muy asustada, Tella, sentí que me moría. Pero, al no estar tan lejos de la orilla, nadamos hacia ella.

Este reino es muy diferente al nuestro. Las casas lucen diferentes y hay mucha gente por doquier. Es como estar dentro de un reloj, hay piezas y maquinarias increíbles. Y sí, llegamos a tiempo para presenciar el carnaval. ¡Mañana comienzan los juegos! Estoy muy emocionada, sabes lo importante que es para mí este viaje, y, aunque a padre no le guste, estoy cumpliendo mi sueño.

Cuéntame, ¿qué tal el reino? ¿Cómo se tomó padre mi ida en un momento tan crucial como este? Todavía no puedo creer que lo haya descubierto. De tan solo pensar en la vuelta, me dan escalofríos... Julian dice que no debo preocuparme, que ya soy una adulta y tengo derecho a conocer otras tierras. Ojalá hubiera podido traerte conmigo, Tella. Te hubiera encantado este lugar.

 

Te extraña y te quiere

 

Scarlett

 

 

RESPUESTA DE ADRI

                                                                                                                   Primer mes del invierno

Querida hermana mía:

Grande es mi alivio al recibir noticias tuyas, como grande fue la angustia que me quedo en el pecho con tu partida, ya que, aunque siempre quise que realizaras tu sueño, siempre fui consciente del peligro al que te exponías. Siento que volví a respirar en el momento que tuve tu carta en mis manos, gracias a nuestro fiel lacayo, y espero ahora que en el tiempo trascurrido desde que la escribiste hasta que la recibí, te encuentres bien.

Me preguntas por el reino, me preguntas por padre. Déjame decirte que el reino sigue bien, el mal ánimo de padre no ha afectado el desenvolvimiento de todas las tareas y rutinas. En cuanto a él es muy preocupante su forma de estar en silencio, con los ojos vacíos, como lejos. No llego a saber si es tristeza o enojo contenido. Tu partida, para padre tan inesperada, ha sido un golpe duro. Creo que sabía de tus sueños e inquietudes, pero al tú ser su pequeñita, como siempre decía, no esperaba que los llevaras a cabo.

Dices que el viaje duró tres días y que han corrido riesgos, pero aun así te sientes encantada de haber llegado a tiempo para presenciar el carnaval. también dices que es hermoso allí y que todo luce diferente. Querida mía, comienzo a sentir que es más allá que aquí el lugar que te hará feliz, eres un alma libre. No puedo garantizar cuál será la reacción de padre si regresas, lo veo muy afligido, entonces pienso a veces que le haría bien volver a verte, pero temo que su orgullo no le permita recibirte con el corazón, y lo haga con el sentimiento de que debe aplicar rigor contigo para evitar futuras rebeldías. No quisiera tener que estar presente en un momento así, como tuve que estarlo cuando descubrió que huías y se quedó parado en la costa hasta el anochecer. Si decides volver, que sea porque realmente sientas que no volverás a partir.

Es muy difícil para mi decir estas palabras, si vuelves temo por ti, por los peligros del viaje de regreso y por las represalias. Si no lo haces y no volvemos a verte, temo que padre se funda en la tristeza y que mi alma se rompa en pedazos. Confío entonces en que nuestra madre, desde el cielo, guie tus pasos y nuestros destinos.

Me despido de ti, amada hermana mía, esperando que lo que suceda, aunque duela, sea lo mejor.

Con cariño, Tella.

 



Miguel

Vida querida:

Te escribo para agradecer tu existencia, tu existencia que no necesita presentación ni elogios, porque donde voy te veo, sos brillante en el cielo y diminuta en la profundidad de un abismo. Te impones donde sea una y otra vez y a pesar de los fracasos resurgís de diferentes maneras.

Fuiste dinosaurio en el pasado y hoy sos un ave que vuela libre por cielo, fuiste irrespetuosa porque mataste, naciste, creciste y volviste a matar y así por eones.

Te apareces donde nadie te llama y te vas cuando ya nada florece, de tu paso has dejado registro en las piedras, bajo las capas de la tierra y en las profundidades de los océanos.

Pero si tuviera que definirte diría que sos la unidad básica de creación, quizás el soplo que un Dios le da a todo lo que existe, no lo sé porque te enmascaras bajo distintas formas, seres y colores, sos la chispa impresa en toda sustancia, te imagino como un gran programador creando objetos y el software que le da propósito, aparte porque tus obras evolucionan, se replican, se reproducen y se mejoran así mismas.

La madre Teresa hablo muy bien de vos, pero que hay de la forma en que tus creaciones se expresan consumiendo todo a su paso, será que sos inimputable, que una vez creado el organismo ya no sos responsable de su existencia y si fuera así, esa es la forma que elegiste para tu sobrevivencia, en fin sos todo un enigma espero que me los aclares.

Nisseno.

 

RESPUESTA

Estimado Nisseno, ¡cuántas palabras, cuántas oraciones para definirme! Soy mucho, pero mucho más simple. No sé por qué los seres humanos enturbian mi sencillez con explicaciones.

Sí, dejo registro en las piedras, en las capas de tierra, para que los curiosos como vos y tantos otros científicos, puedan saber más de mí (oh, curiosidad…). Sí, soy la unidad básica de creación. Dios, el Big Bang o quién sabe (tampoco te la voy a hacer tan fácil) hicieron de mí un manto generoso, un abrazo fértil, una compañía fructífera. Pero los hombres destruyen todo lo que pueden. ¡Y después buscan respuestas, Nisseno! ¡Buscan respuestas!
Por lo tanto, esta carta no va a resolver ningún enigma. Tal vez y porque te quiero, como a todas las criaturas que son parte de mí (sí, Nisseno, hacés preguntas sobre vos mismo, sobre tu esencia misma), pueda darte alguna pista. ¿Te gustan los animales? Espero que sí. Bueno, observalos. Todo lo que soy está ahí: inocencia, entrega, instinto, amor, compañía. ¿Te gustan las plantas? Mirame crecer en ellas. ¿Te gustan los atardeceres, los amaneceres, las cascadas, el granizo, la nieve? ¿Te sobrecoge el temporal? Ahí estoy también.

Cuidate mucho, Nisseno, que haciéndolo también me cuidás a mí.

 

La vida


miércoles, 9 de abril de 2025

6-Nos subimos a la calesita con Samanta




Última vuelta
Samanta Schweblin
del libro Pájaros en la boca
 




Julia me sonríe desde el otro caballo. Cuando el animal sube, las luces le iluminan el pelo; cuando baja, ella se toma del mástil y se arquea hacia atrás, sin dejar de mirarme. Somos indias hermosas. En la calesita, montamos nuestros caballos hasta el infinito, huimos de terribles amenazas y rescatamos de la muerte a animales en peligro. Si algo sale mal, si necesitamos duplicar nuestras fuerzas, chocamos los rubíes de nuestros anillos y una energía cósmica nos da superpoderes. Julia estira hacia mí su mano y yo la tomo de los dedos, apenas alcanzamos a mantenernos agarradas. Pregunta si la quiero. Digo que sí. Pregunta si vamos a vivir juntas para siempre. Le digo que sí. Pregunta si algún día tendremos un castillo, si va a ser inmenso y si las indias viven en castillos así, inmensos. Le digo que sí, que por supuesto, que eso es lo que hacen las indias hermosas. Mamá está entre la gente que espera en el banco. La busco pero no la veo. Me abrazo a la crin dorada de mi caballo. Julia me imita y esperamos a mamá para saludarla. La calesita gira y mamá sigue sin aparecer. Dos hermanos nos miran desde uno de los bancos. Hay más gente también, otros chicos con sus padres esperando el turno en la boletería. Cuando completamos otra vuelta, el menor de los hermanos nos señala. Están sentados junto a una mujer muy vieja, que también nos mira. Tiene un chal plateado, el pelo blanco y la piel oscura; parece cansada. Dónde está mamá, dice Julia. Busco a mamá. El boletero que sacude la llave no es el hombre de siempre. El carrusel se detiene, tenemos que bajar. Los hermanos dejan su banco y vienen hacia nuestros caballos. De todos los que hay, ellos quieren estos, y vamos a tener que dárselos. Julia se aferra a su caballo, mira a los chicos que ya suben. Hay que bajar, digo. Me mira asustada, quieren nuestros caballos, dice, los rubíes, choquemos los rubíes, dice estirando su mano hacia mí. Pienso en darle el gusto, pero los hermanos se trepan y me preocupa no ver a mamá. El mayor se acerca y le da dos palmadas al morro de mi caballo. El otro le hace un gesto a Julia para que se baje. Ella tiene los cachetes inflados y colorados, parece que está por llorar. Acaricio la piel cálida, fuerte, de mi caballo. Apenas alcanzo a bajar y siento al chico tomar con fuerza la montura y subirse. Taconea y grita, trata al caballo como a un animal de guerra. La calesita empieza a moverse y descubro que Julia ya no está en su caballo ni cerca de mí. Tengo que bajar, pero no la encuentro. Tampoco a mamá. La abuela de los hermanos camina hacia mí y me hace un gesto para ayudarme a saltar. Sus manos me dan miedo. Me toma de los dedos. Está helada y es tan flaca que es como si le tocara los huesos. La calesita sigue girando. Me tiro y tropezamos. Caigo al piso de tierra y creo que ella cae conmigo. Trato de levantarme pero no puedo. Algo pasa. Siento un dolor profundo, en todo el cuerpo, algo que se comprime, o se aplasta, algo muy delicado. Los brazos y las piernas tardan en responderme, se mueven lento, ya no soportan su propio peso. Siento frío y, con esfuerzo, apenas logro girar para volverme hacia la calesita. Entonces los hermanos aparecen por la derecha, dos soldados erguidos sobre los corceles. Cuando el mayor me ve me señala asustado y enseguida empiezan a bajar. Algunos padres se acercan y me ayudan a incorporarme. Les cuesta levantarme, me mueven con cuidado. Entre varios me acompañan hasta un banco. El mayor de los hermanos me acaricia el pelo y acomoda sobre mis hombros un chal, el menor se sienta a mi lado y me mira asustado. Descubro el anillo, el rubí brillante en mi piel vieja y oscura, y me quedo así, inmóvil, los dedos sobre los huesos de las rodillas, atenta al movimiento de los caballos vacíos. Que suben y bajan. Suben y bajan. Y detrás, infinitas, las praderas verdes que me separan del castillo.


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CONSIGNA DE ESCRITURA

Vamos a trabajar con una anécdota personal, de infancia, real o inventada (ya a esta altura, no haría falta aclarar...). Van a narrar con total naturalidad y en algún momento de esa narración van a introducir un hecho extraño, raro, sobrenatural. 
Acudan a su imaginación pero también a la memoria: cuando yo era chica e iba a la plaza del ombú, en Santos Lugares, había unas luces redondas, refulgentes, blanquísimas. Yo les decía (para adentro, of course, primera vez que lo cuento) "las hijas de la luna" y me imaginaba que un día se iban con su mamá (la luna) o que ella, la luna (su mamá) bajaba a buscarlas. Puedo imaginar ahora la filita de lunas bebé, agarradas de un hilo de luz prestada, flotando flotando flotando hasta llegar al abrazo lunar, dejando toda, toda la plaza a oscuras.
Mar
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La canción de hoy es "Carrusel de adultos", de un músico mexicano que se llama José Madero. Pueden entrar y escucharla, también ver su letra que es muy bella.

Se las dejo por AQUÍ

  


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LOS TEXTOS DE USTEDES


Claudia Sánchez
La casa del abuelo
 
    Durante mi infancia, mis vacaciones se dividían entre la ciudad de Rojas (donde había nacido mi madre) y Concepción del Uruguay, en Entre Ríos (donde había nacido mi padre). Cuando viajábamos a Rojas, lo hacíamos en tren. Recuerdo el entusiasmo de mi hermana y el mío preparando las valijas y las noches en vela, ya que el tren salía a las cuatro de la mañana. Y ya en pleno viaje, el mirar a través de las ventanillas cómo cada estación cobraba su nombre a medida que la noche se iba alejando del punto de partida. Cuando llegábamos nos esperaba el sulky y el repiquetear del caballo; ese medio de transporte tan inusual, nos hacía sentir como en un cuento.
    Nuestros primos de Rojas andaban en sus autos y el sulky, para ellos formaba parte del paisaje. Pero para nosotros, pasear en él, siempre resultaba asombroso. Tratábamos de no perdernos ningún detalle, en cuanto a los progresos del pueblo. Pero, el disfrute del trayecto entre la estación y la casa del abuelo se enfocaba en ese animal tan especial, que solo veíamos una vez al año.
    La casa del abuelo estaba alejada de la ciudad (con los años descubrí que ahí había nacido el escritor Ernesto Sábato). Recuerdo que el terreno era alargado y la vivienda estaba construida en la parte de adelante, al fondo se encontraba el baño, la bomba de agua y más atrás había dos higueras enormes. Los higos maduraban tan rápido, que el abuelo nos hacía comerlos todos para no desperdiciar nada, porque él nos hablaba siempre de la guerra y sabía muy bien del valor de la comida, cuando dentro de la trinchera, apenas comía cáscara de papa.
    A mi papá le gustaba mucho pescar y cuando ya íbamos en auto de vacaciones, nos llevaba a el río del puente viejo. Entre las dos cosas que yo detestaba, estaba la pesca, la otra era jugar a las cartas: el chinchón y la escoba de quince, pero esta última era menos aburrida, porque la compartía con el abuelo. Entre carta y carta, él siempre tenía una historia, que repetía como nueva, con esa memoria que se desvanecía con sus años.
    En aquel barrio, el del abuelo, todos se conocían. A la vuelta de la esquina, vivía la curandera, la señora que preparaba pastelitos de hojaldre y más allá de esa cuadra había un paredón. A ese lugar le temíamos mucho debido a las lloronas, a las que describían como mujeres vestidas de negro, ojerosas y que aparecían siempre de noche. Además, se decía que sus gritos podían llegar a escucharse hasta el centro del pueblo. Mis primos, mi hermana y yo creíamos en esas cosas, como creíamos en todo lo que se nos narraba.
    Una noche, cuando los adultos dormían, mi prima me pidió que la acompañara al baño porque   estaba muerta de miedo, ya que, sumado a las historias de las lloronas se agregaban la de encadenados, la de la luz mala en el campo y apariciones, las cuales los grandes contaban durante las sobremesas nocturnas. Para salir de la enorme pieza, teníamos que pasar por la cocina, luego cruzar el lavadero donde se encontraba la puerta que daba al patio. Mi prima me tomó muy fuerte de la mano y agarró el manojo de llaves y luego abrió las dos puertas y no tuve tiempo de arrepentirme o tal vez no quise. Corrimos hasta la esquina, cuya precaria iluminación, junto con esas veredas desparejas de ladrillos, nos hizo tropezar y caer al suelo. Todo se veía oscuro, pero al árbol, por lo menos, yo lo vi bien, era un sauce vestido de negro, que con sus lágrimas intensas nos bañó y nos hizo temblar de frío en pleno verano.
 
 
    Karina
Me asomo por la puerta entreabierta de mi pieza, está un poco oscuro, pero veo a mamá con mi hermano a upa, parece que lo está haciendo dormir.
Abro la puerta del lavadero y empiezo a subir las escaleras. Hay un montón de escalones, pero no me importa, porque ahí arriba está mi caja azul.
Entro a la pieza y la veo, al lado de la casita de Barbie. Antes de abrir la caja, le paso mis uñas arriba y abajo, me gusta el trrrr que hacen con las onditas que tiene la tapa medio transparente.
Sonrío cuando levanto la tapa, esa caja es el paraíso. Mis juguetes favoritos están ahí, todos los de las colecciones de McDonald's, de los huevos Kinder y los chocolatines Jack, y otros que me regalaron. A veces esa caja se pierde, a veces aparece durante un tiempo.
Agarro el pato Donald explorador y el Power Ranger azul que no le devolví a mi primo. Ahí están Buzz Lightyear y Woody. El caballo Tiro al blanco y la vaquera Jessie también vienen. Creo que voy a jugar con los de Toy Story.
 
Ah, hay un poco menos de luz, no sé cuánto tiempo pasó. Le doy un abrazo a Tiro al blanco y voy a prender la luz.
–¡Karina! –escucho a mi mamá que me llama.
–Estoy arriba –contesto.
La escucho subir las escaleras. Que ella prenda la luz, mejor así no corto la historia.
Entra a la habitación y cuando levanto la cabeza me parece verla gigante. Debe hacer un montón de tiempo que estoy acá.
Mamá pregunta por mí otra vez.
–¿No me ves? –le respondo, pensando que me está cargando.
Se agacha y empieza a juntar los juguetes que están todos desparramados. Veo que su mano se acerca a mí y se hace cada vez más grande, como si me fuera a atrapar. Le grito que soy yo, Karina, pero ella solo envuelve con sus dedos fríos y me pone al lado del Pato Donald.
Después de dejar al Power Ranger azul, cierra la tapa de la caja y todo se vuelve un poco más oscuro.
 
 
Claudia Velázquez
La gran tormenta
Era una noche oscura. De esas que llegan temprano. La luna jugaba a las escondidas con las nubes que no dejaban pasar el brillo de las estrellas. Como preparando el escenario, se cortó la luz haciendo la noche aún más tenebrosa. Los faroles y las velas no lograban atravesar tanta oscuridad.
La luna se esforzaba por asomar rodeando de luz aquellos nubarrones. Todo ese espectáculo, ejercía sobre mí una gran fascinación, a la vez que el miedo se apoderaba de mi ser. Mi madre descubrió mis temores reflejados en la ventana. Se acerco, acarició mi pelo con dulzura y abrazándome me dijo:
 _No hay que tener miedo. Cerca tenemos un pararrayos, nada malo puede ocurrir.
Se alejó para continuar con la cena. La seguí con la mirada. Cuando volví a la noche empañada por mi aliento, la luna se había cansado de jugar. Las nubes no dejaban encontrarla haciendo más densa la oscuridad.
De pronto, el cielo se iluminó detrás de las nubes y un estruendo amenazador hizo temblar los vidrios obligándome a saltar hacia atrás. Sin embargo, el hechizo continuaba y no podía dejar de mirar esas luces que parecían encenderse al compás de la furia del viento. Una luz atrás a la izquierda, otra a la derecha parecía contestar; y mientras mis ojos cada vez más abiertos y sin pestañear seguían las luces aquí y allá, me aferraba al marco de la ventana ante cada estallido, para no perder detalle.
De pronto, un haz de luz intensa se apoderó del centro de la escena y su fulgor permaneció suspendido en el aire. Parecía que un sinfín de chispas estallaban en su interior. El tiempo se detuvo. ¿Fue sólo un momento? ¿Fueron minutos? Parecieron horas, hasta que la luz se esfumó dejando una estela que se perdió entre las nubes.
Y la luna apareció.
 

Silvia

El jardín
ahora es como Buenos Aires
y su partitura de nostálgicas falanges:
        una tempestad sin olas ni remos,
una tempestad de agua dulce
que voló la ropa.
Dentro de la casa,
       las hojas de un libro
       también vuelan.
      Son pájaros de papel
que van al encuentro de los girasoles.
No es el viento,
son las palabras
quienes los sustentan.
Fueron los silenciosos pétalos de un suspiro
que los impulsaron,
no la brisa.
Yo sigo las huellas del café
          en la profundidad del aire.
Dentro de la lluvia,
una casa.
Dentro de la casa
la lluvia
traspasa todo
lo que no se ve.
 

 Laura

El barrilete                                                                                                            

 

Salíamos a jugar como cada tarde después de la escuela. Él con su barrilete, yo con mi bicicleta, la plaza era nueva en el barrio, nosotros también. De las pocas casas que había alrededor, la mayoría estaban en construcción. Para suerte nuestra, la escuela estaba lejos y como había pocos chicos en el barrio esa plaza era toda para nosotros, la mala era que solo había un par de subibajas, el resto de los juegos no habían sido instalados todavía. No nos preocupaba mucho, igual nos gustaba ir porque éramos los dueños del lugar, cuando aparecía alguna nena o nene con su mamá, se nos acercaban para pedirnos permiso para jugar, tanto mi primo como yo nos mirábamos, hacíamos que nos consultábamos con la mirada hasta aprobar el pedido. Cuando venía alguien con una pelota de futbol y nos invitaba a jugar hacíamos la misma puesta en escena, aunque nos moríamos por salir corriendo a patear la pelota.

Esa tarde mientras yo pedaleaba alrededor de la montaña de arena y canto rodado en el centro de la plaza, miraba cada tanto a mi primo y a su barrilete allá en lo alto confundido entre las nubes. Él se sentaba en el pasto, agarrando bien fuerte el hilo ovillado en forma de infinito alrededor de un pedacito de rama seca, atento al recorrido desde la ramita al cometa. Freno con la bici, la apoyo en el cartel que dice no pisar el césped y me siento a su lado, le pregunto en que piensa, me dice "lo escucho" ¿qué? digo sorprendida, me mira fijo y dice bajito "escucho al barrilete", largo una carcajada, le digo que se volvió loco y me dice “shhhh escuchá” y me acerca el ovillo de hilo. Intento no reírme, le digo que no logro escuchar nada, mi primo levanta los hombros y me dice que lo deje solo.

Voy en busca de la bici, y en mi segunda vuelta alrededor de los canteros, llegan unos chicos grandes, no nos piden permiso para jugar, patean una botella que rueda por el piso, entre gritos y risas se acercan a mi primo. Me asustan sus modos y pedaleo más rápido, escucho a uno de los pibes decirle que el hilo del barrilete es muy fino, se burla de él. Le grito que lo dejen en paz, mi primo se queda quieto, no hay gestos en su cara, ni siquiera está asustado como yo. Otro de los pibes tensa el hilo entre sus dos manos y tira fuerte hasta cortarlo, todos se ríen a carcajadas, sentí mucha bronca, mi primo solo me miró y me dijo por lo bajo, “va a volver”, cuando giro y miro al malhechor, estaba pálido, mientras el hilo enroscaba su cuerpo como un matambre de los que hace mamá para las fiestas.  El barrilete en vez de caer subía más y más, los amigos pasaron de la risa al espanto viéndolo alejarse en las alturas remolcado por el cometa.  Mis ojos cada vez se abrían más para confirmar lo que estaban viendo. Mi primo se acerca y me dice “tranquila, ya me dijo que va a volver”.

 
Aprendí a creer
el cielo se abre
y los caminos son miles
¿Por dónde me llevarás hoy?
el miedo desaparece
                                con tu voz
si el aire invita
puedo soñar
alcanzo tu aura
respiro en azul
tu presencia se enreda
como un infinito
entre mis manos
te sigo en el viaje
aunque mis pies
siempre se quedan aquí.
 

SEGUNDA VERSIÓN

El barrilete (consigna6)                                                                                                               Abril 2025

 

Salíamos a jugar como cada tarde después de la escuela. Él con su barrilete, yo con mi bicicleta, la plaza era nueva en el barrio, nosotros también. De las pocas casas que había alrededor, la mayoría estaban en construcción. Para suerte nuestra, la escuela estaba lejos y como había pocos chicos en el barrio esa plaza era toda para nosotros, la mala era que solo había un par de subibajas, el resto de los juegos no habían sido instalados todavía. No nos preocupaba mucho, igual nos gustaba ir porque éramos los dueños del lugar, cuando aparecía alguna nena o nene con su mamá, se nos acercaban para pedirnos permiso para jugar, tanto mi primo como yo nos mirábamos, hacíamos que nos consultábamos con la mirada hasta aprobar el pedido. Cuando venía alguien con una pelota de futbol y nos invitaba a jugar hacíamos la misma puesta en escena, aunque nos moríamos por salir corriendo a patear la pelota.

Esa tarde mientras yo pedaleaba alrededor de la montaña de arena y canto rodado en el centro de la plaza, miraba cada tanto a mi primo y a su barrilete allá en lo alto confundido entre las nubes. Él se sentaba en el pasto, agarrando bien fuerte el hilo ovillado en forma de infinito alrededor de un pedacito de rama seca, atento al recorrido desde la ramita al cometa. Freno con la bici, la apoyo en el cartel que dice no pisar el césped y me siento a su lado, le pregunto en que piensa, me dice "lo escucho" ¿qué? digo sorprendida, me mira fijo y dice bajito "escucho al barrilete", largo una carcajada, le digo que se volvió loco y me dice “shhhh escuchá” y me acerca el ovillo de hilo. Intento no reírme, le digo que no logro escuchar nada, mi primo levanta los hombros y me dice que lo deje solo.

Voy en busca de la bici, y en mi segunda vuelta alrededor de los canteros, llegan unos chicos grandes, no nos piden permiso para jugar, patean una botella que rueda por el piso, entre gritos y risas se acercan a mi primo. Me asustan sus modos y pedaleo más rápido, escucho a uno de los pibes decirle que el hilo del barrilete es muy fino, se burla de él. Le grito que lo dejen en paz, mi primo se queda quieto, no hay gestos en su cara, ni siquiera está asustado como yo. Otro de los pibes tensa el hilo entre sus dos manos y tira fuerte hasta cortarlo, todos se ríen a carcajadas, siento mucha bronca, mi primo solo me mira y me dice por lo bajo, “va a volver”, cuando giro y miro al malhechor, está pálido, mientras el hilo enrosca su cuerpo como un matambre de los que hace mamá para las fiestas.  El barrilete en vez de caer sube más y más, los amigos pasan de la risa al espanto viéndolo alejarse en las alturas remolcado por el cometa.  Mis ojos cada vez se abren más para confirmar lo que están viendo. Mi primo se acerca y me dice “tranquila, ya me dijo que va a volver”.

 

Aprendí a creer

el cielo se abre

y los caminos son miles

¿Por dónde me llevarás hoy?

el miedo desaparece

                                con tu voz

si el aire invita

puedo soñar

alcanzo tu aura

respiro en azul

tu presencia se enreda

como un infinito

entre mis manos

te sigo en el viaje

aunque mis pies

siempre se quedan aquí.

 

 

Adri

El diablo en el ropero

Soy el mayor de tres hermanos, tengo una hermana cinco años y medio menor y un hermanito. A él le llevo ocho años.
Lo peor es que yo mismo lo pedí, sí, aunque parezca mentira, cuando estaba en preescolar casi todos mis compañeros tenían hermanos y a mí se me antojó tener uno también. Cuando papá y mamá me dijeron que un bebé estaba en la panza y que pronto nacería me sentí feliz, creo que pensé que sería como un juguete y también sentí que me estaban dando el gusto. Después supimos que sería una nena, yo le besaba la panza a mamá y hasta soñaba que jugaba con la beba. Pero cuando nació y la vi, toda rosada tomando la teta, me empezó a agarrar una bronca que no entendía, pero me daba ganas de portarme mal. Para colmo la pibita crecía y hacía cosas graciosas que todo el mundo festejaba. A mí me daba mucha risa cuando yo le hacía gestos y ella se reía a carcajadas, con esa risa linda que tienen los bebés. Hasta me parecía que, en esos momentos, un poquito la quería.
Y como si fuera poco antes de que la nena cumpliera tres años, esos dos vinieron con la noticia que ¡otra vez! estábamos esperando un hermanito. ¿Quéeeeee? ¡yo pedí UN hermano, no varios! Esta vez no le tenía ni un poco de simpatía a la panza que crecía sin parar, y para completar la tragedia sería un varón. Todo pasó muy rápido, cuando me di cuenta mamá ya tenía a ese monito peludo en brazos. Desde ese día para mí todo se trataba de hacer lo posible para molestar mucho a esos pibitos usurpadores.
Los tres dormíamos en la misma pieza, yo en mi cama y ellos dos en una de esas que llaman marineras, la nena arriba y el monito abajo. Era tan miedoso que era fácil hacerlo cagar en las patas, por eso yo siempre inventaba historias de terror que les contaba antes de dormir, y casi siempre el chiquito terminaba llorando o gritando, entonces mamá lo retaba y yo me tapaba con la sabana y me hacía el dormido mientras me reía bajito.
Una noche estaba en mi misión de tortura y empecé a decir que en el ropero vivía un diablo, que salía cuando nosotros dormíamos, pero que esa noche, yo lo sabía porque hablaba con él, iba a salir antes. Cuando yo terminara de contar hasta tres, el diablo del ropero se asomaría por la puerta de arriba, la de la baulera. Y me puse a contar:  uno… dos…cuando dije tres la puerta de la baulera se abrió despacio haciendo un ruido terrorífico de bisagra oxidada, igual que en las películas de miedo. Los tres nos levantamos gritando desaforados, agarré al chiquito en upa y corrimos a la pieza de mamá, que se despertó asustada y se enojó tanto que me asusté más. Cuando ella se calmó y nos tranquilizó a nosotros, fuimos a nuestra pieza todos en fila atrás de mami, agarrándonos de las manos y tapándonos los ojos, para ver qué era lo que daba tanto miedo. Claro que no había nada, aunque cuando mamá apagó la luz y se fue a la cama, me pareció ver unos ojos rojos mirándome desde el ropero.