jueves, 6 de marzo de 2025

1 ~ ¡Bienvenidxs a un nuevo año juntxs!

¡HOLAAAAAA!

Qué lindo momento. Estar de vacaciones y planificar esto pensando en ustedes, mis queridxs materos de mi corazón.

Para empezar, vamos a hacer un ejercicio muy especial. Se llama: Mi rompecabezas. Aunque a ustedes se los doy en papel, voy a dejar la imagen aquí debajo:







Y ahora sí, después de haber jugado un buen rato y de habernos contado cosas de las vacaciones, vamos a leer un ratito. Estuve leyendo un libro muy hermoso, se llama Las clases de Hebe Uhart. Se trata de las transcripciones de sus clases por parte de una de sus alumnas, Liliana Villanueva. Hoy les propongo estas frases del capítulo 1, que se llama "Escribir es una artesanía extraña".



*“No hay escritor. Hay personas que escriben”.

 

 *"El proceso de escribir plantea todos los problemas de cualquier tarea artesanal. Hay dudas, hay dificultades, hay preguntas, hay cosas mal resueltas que hay que arreglar, hay momentos de avidez, hay momentos en que sí se escribe y hay momentos en los que no tenés ganas de escribir." 

  

*“Se va escribiendo de a poco, así como uno va viviendo de a poco lo que a uno le pasa. No debo apurarme ni tener ansiedad, sólo debo preocuparme en escribir, como decía Isak Dinesen, “un poco cada día, sin esperanza y sin desesperación”. 

  

*"Lo difícil, en todo caso, es aprender a mirar. Cada persona mira y escucha cosas distintas y el desafío está en encontrar la propia voz."

  

*"La literatura es comunicar. El centro de lo que significa escribir es convertir un hecho personal en algo de interés para el otro y al mismo tiempo es una relación con uno mismo".

  

*"La literatura es un artificio, pero no se debe notar. No hay que deschavar los procesos o los mecanismos de la creación. Si me preguntan sobre las estructuras en lo que yo misma escribo, no sé cómo son, eso lo tiene que decir otra persona. Es como con un ciempiés, él no sabe cómo mueve las patas."

  

*"Todo lo que sirve para la literatura sirve también para la vida".

 

*La escritura como dominio propio la tenemos todos, pero hacer un uso específico del lenguaje es un trabajo diferente. Se puede empezar a escribir de muchas maneras, algunas personas pueden estar movidas por experiencias, otras por una idea.”

 

* “El terreno del escritor es un terreno anegadizo. Si uno va a escribir, debe tener confianza en que le va a salir bien, pero no debe ser demasiado creído, porque eso anula el producto. Katherine Mansfield decía en su diario: “cuando escribo algo bien, enseguida me pongo vanidosa y el siguiente párrafo me sale mal”. Esto sucede porque me coloco en otro plano, en un plano superior, y la vanidad obstruye el acto de escribir. Cuando me viene la vanidad ya no me ubico fuera de mí mismo para observarme, sino en mi propio ego”.

 

* “Debo sentirme nada más que un instrumento y escribir como si estuviera traduciendo una voz interior que me guía. Escribir es una actividad permanente. Es un trabajo, a veces es un placer, a veces es un problema”.


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¡Qué texto para empezar! Vamos a seguir con Hebe y este libro (y con algunos cuentos suyos), pero ahora... CARA DE CONSIGNA. Se va la primera del año:

Para calentar motores, elijo esta frase:
"Lo difícil, en todo caso, es aprender a mirar. Cada persona mira y escucha cosas distintas y el desafío está en encontrar la propia voz".

 

El acto de mirar
Describí un momento en el que algo cotidiano te hizo detenerte y observar atentamente. ¿Qué viste? ¿Cómo te sentiste en ese instante? ¿Qué cambió después de observar?

Si tenés ganas de escuchar una musiquita linda, te regalo esta canción tan hermosa


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LOS TEXTOS DE USTEDES

Gladys
MISTERIO
 
  Es mediodía, hora de la salida de la escuela. Una mamá y su niña caminan apuradas, detrás van dos niños más. Uno lleva la mochila del colegio y el guardapolvo; el otro una remera negra y un pantalón corto, no tiene mochila, su pelo largo atrae mi mirada. Entre los dos trasladan una rama larga y grande. Parece pesada, se nota que les cuesta levantarla, pero se ve la picardía en sus miradas y la fuerza en sus brazos acompañando su tesoro, ¿qué se puede hacer con una rama gigante?, pensé. En la infancia se puede hacer tantas cosas con la imaginación, un puente, un castillo, un caballo, un dragón, una casa en el árbol…cosas importantes y necesarias, diría; imprescindible.
Me di vuelta para seguir mirándolos, me acordé de Tom, la tía Polly y Huckleberry Finn
Después seguí caminando despacito pensando en unos niños felices, en unos pequeños importantes en su preciosa carga, un poco más ilusionada y con un fueguito en mi interior.
 
AMOR
 
Madre e hijo
Almuerzo o desayuno tardío
Charla y risas,
besos, amor puro.
 
Tomar cepita de la botella
y hacer ruido con el plástico.
 
Sueño del niño.
en el regazo de mamá
De pronto
el cansancio se va
 
mientras cantan despacito
se ríen
 
pero no soy parte
de ese encuentro
solo una observadora
de una escena en un bar
 
recuerdos lejanos
vienen a mi alma
 
 un hijo pequeño
una charla divertida
la más inteligente
 e interesante del mundo
 
 No escucho bien lo que dice
 Pero juega con rimas
 
 
No quiero que se vayan del bar
quiero ser por un momento
esa mama
con su hijito
 
Nostalgia para mí
De lo que ya fue
 
 Y antes de irse
El niño se acerca
me mira
y me sonríe
 
 
 
Silvia
 
Habrá que mirar con ojos de vaca
el cielo
el árbol
el pájaro
habrá que mirar con ojos de pájaro
la rama
el lado grosero del viento
la semilla
      habrá que ser una semilla
y refugiarse
mirar con ojos de tierra
      el fuego
el fondo
el agua
habrá que trepar el agua
el bote
el remo
habrá que remar
el desconsuelo
la intemperie
el barro
habrá que palpar el barro
con los ojos
      la orilla abierta
      las manos
y habrá que
una vez más mirar el cielo


SEGUNDA VERSIÓN: con agregados
Para la gente de Bahía Blanca y El Bolsón
 
1
 Habrá que mirar con ojos de vaca
el cielo
el árbol
el pájaro
       habrá que mirar con ojos de pájaro
la rama
el lado grosero del viento
la semilla
             habrá que ser una semilla
            y refugiarse
mirar con ojos de tierra
      el fuego
el fondo
el agua
habrá que trepar el agua
el bote
el remo
habrá que remar
el desconsuelo
la intemperie
el barro
habrá que palpar el barro
con los ojos
      la orilla abierta
      las manos
      y habrá que 
     mirar el cielo una vez más
     con ojos de vaca
 
 
 
 
2
Mirar el cielo
el viento
el ave
 
Mirar el ave
la rama
el vuelo
 
Mirar el vuelo
el campo
la semilla
 
Mirar la semilla
la tierra
el fuego
 
Mirar el fuego
el fondo
el agua
 
Trepar el agua
el bote
el remo
 
Pisar la orilla
 
           Mirar el cielo
 
 
 
3
Mirar elcieloelvientoelave
 
  Mirar elavelaramaelvuelo
 
    Mirar elvueloelcampolasemilla
 
      Mirar lasemillalatierraelfuego
 
        Mirar elfuegoelfondoelagua
 
          Trepar elaguaelboteelremo
 
Pisar la orilla
 
                      Mirar el cielo
 
 
 
 
Adri
Victoria y Juan
Esa señora sentada en el sillón en la sala del hogar donde ahora vive es mi tía, la única de las seis hermanas de mi mamá que sigue en este mundo, la mayor de todas. Quiero contar algo de su historia, y ojalá que, en algún asalto de lucidez de los que tiene a veces, pueda escuchar este relato, leído por su nieto, el único que la visita.
Victoria tiene 93 años, hace diez que empezó a tener episodios paulatinos de pérdida de memoria; al principio parecían distracciones, pero finalmente le diagnosticaron una enfermedad neurológica degenerativa. Hasta ese momento ella era el alma y la esencia de su casa y de su vida con Juan. Ellos se conocieron cerca de los veinte años, tenían la misma edad, estudiaban ciencias sociales juntos, se enamoraron con toda la fuerza de las hormonas a esa edad, y por alguna razón los papás de él no la querían.
Sin embargo, eso no importó. Ellos siguieron su romance, se casaron por civil sin decir nada y una tarde de abril, en una capilla del barrio de Belgrano, un cura les dio su bendición. Todo un escándalo para esa época, esa mujer liberal que salió de su casa sin avisar ni pedir permiso, de la mano de un total desconocido (para su familia, porque ella a esa altura conocía a Juan deliciosamente y con lujo de detalles).
Más allá de dimes y diretes, ellos vivieron el resto de sus vidas juntos. Tuvieron un solo hijo, que murió joven y les dio dos nietos. Para mí era una fiesta ir a su casa cuando era chica, Victoria tenía un carácter alegre y expansivo, era ocurrente y le gustaba mucho jugar, siempre era divertido estar con ella. Mi primo rezongaba bastante, aunque se terminaba enganchando en sus locuras y riendo a carcajadas. Juan era el equilibrio hecho hombre, siempre atento, ubicado, sobrio, pero no antipático, sabía quedarse o correrse para seguir el ritmo de Vicky sin quedar atrapado en su vorágine. Creo que hacían un balance mágico como su amor. Tal vez yo los idealizaba, ellos tendrían sus batallas, pero no volví a conocer otra pareja como esa.
La vida fue pasando, cada uno de nosotros hizo su camino, por temporadas no nos veíamos, pero cada vez que nos reencontrábamos era un momento para festejar. Ellos seguían en armonía y parecían todavía enamorados.
Una vez Juan se enfermó con neumonía y estuvo un tiempo en cama, entonces ella se dedicó a cuidarlo como a un niño. Cuando él la veía tratarlo con tanto amor y paciencia, cada vez que se acercaba a su cama con un pañuelo para secarle la frente o limpiarle la nariz, él la miraba con ternura y le decía “gracias mi amor” a lo que ella respondía graciosamente “siempre pensé que es bueno quedarse con quien es capaz de limpiarte los mocos si es necesario”.
Cuando Vicky enfermó, planeó conscientemente su futuro. Sabiendo que más adelante no podría hacerlo, decidió internarse en un hogar que ella misma eligió, y Juan, que la conocía bien, aceptó su decisión y se dispuso a acompañarla en todo. La visitaba todos los días para el desayuno, y pasaba otra vez a la tarde para darle un beso de hasta mañana. De a poco ella dejó de recordarlo, pero el seguía yendo a diario; aun cuando ella se ponía agresiva y lo echaba, el salía con lágrimas en los ojos y volvía con una sonrisa.
Un día helado de invierno, estaban sentados en el jardín y a ella le empezó a gotear la nariz. Juan sacó un pañuelo para limpiarla y en ese momento Vicky lo miro a los ojos y supo quién era él, lo abrazó, le habló con amor, repitió con emoción su nombre, y entre risas le dijo “siempre pensé que es bueno quedarse con quien es capaz de limpiarte los mocos si es necesario, gracias mi amor” y a los pocos minutos se volvió a desconectar. Juan se fue ese día tan feliz como su cuerpo envejecido le permitía, sabiendo que tal vez sería la última vez que escucharía a su amor llamarlo por su nombre. Así fue, Juan se acostó esa noche lleno de alegría y no volvió a despertar.
Victoria estuvo muchos días esperando algo que no entendía bien qué era, pero por las tardes lloraba amargamente. Cuando empezó a visitarla su nieto dejó de llorar. A veces lo mira a los ojos y le dice “por favor, ¿me limpiás los mocos?”
 
 
Kari
Te conozco desde que eras una niña. Pero hubo algunas veces en las que te miré por primera vez. Como aquella que te rebelaste ante tu padre frente a todos sus soldados, incluidos nosotros. O como en esa ocasión en la que te escapaste de tus doncellas para peinarte sentada en la roca alta de la Playa Azul, y llenaste tu vestido de manchas y risas cuando te advertí que podían castigarte.
Me pregunto en este instante, ¿cuántas veces podemos mirar algo por primera vez? Vos me dirías que solo una, y agregarías alguna frase poética y dramática sobre aprovechar el tiempo. Pero yo te respondería que, en mi larga vida, he mirado varias veces por primera vez una misma cosa. O persona. Algo que en ocasiones disfruté, pero que en otras me hubiera gustado no hacerlo.
 
 
 
Laury
Tres hombres
 
 
Tres hombres en una esquina
uno se apoyaba en un bastón
otro sostenía al más pequeño
el pequeño sonreía
 
Tres hombres en una esquina
dos eran calvos
sólo uno con tatuajes
el tercero jugaba con su oreja
 
Tres hombres en una esquina
el hombre mayor se sacó sus lentes
el hombre joven
pasó su mano por los ojos del viejo
el niño sostenido por un solo brazo
seguía con su juego y su sonrisa
 
No pude ver más desde la ventanilla. Me impactó la imagen y aunque giré todo lo que pude, no vi nada más, me hubiese gustado sacar mi celular y tomar una foto, pero no soy tan rápida, igual la imagen se quedó conmigo.
Cerré los ojos e imaginé un duelo, la instancia que viene después de las primeras horas de la muerte, el vacío. La soledad del que vivió mucho tiempo al lado de alguien que se fue primero, el tremendo dolor de perder a su amor. Imaginé al joven intentando dar consuelo, aunque también él está roto por la pérdida de la persona más importante de su vida, pero sabiendo que debe estar fuerte para repartir su fortaleza en contener al hombre que estuvo en todo su pasado y ser el pilar para el hombre que estará en todo su futuro.
Imaginé la insistencia para salir a caminar un rato, el sol estaba lindo para un pequeño paseo, imaginé la charla en esa caminata, ese hombre mayor contaba sus recuerdos que el joven ya conocía, pero escuchaba igual con mucha atención, y le preguntaba sobre alguna anécdota risueña para que el dolor, aunque sea por un momento, les hiciera menos daño.
Imaginé al pequeño haciendo una morisqueta y a los hombres diciendo si ella estuviera acá lo llenaría de besos.
Imaginé el abrazo tierno de despedida diciéndose, vamos a estar bien.
 
Mientras seguía mi viaje pensé tengo que escribirlo, porque esos tres hombres fueron parte de mi vida por un instante y parte de mi imaginación por mucho más tiempo, tengo que escribirlo, además, porque me gusta escribir. Quizás, el joven solo le sacó una basurita de sus ojos al hombre mayor, pero eso ya sería parte de otra historia.
 
 
Martín
Con los codos sobre la mesa a modo de bastión para mi cabeza sostenida sobre las palmas de mis manos en forma de hojas que se abren a los lados de algún tallo. Estoy con mis ojos cerrados y pienso. Así me quedo hasta que pierdo el equilibrio. Estoy demasiado acostumbrado a mantener los ojos abiertos viendo la forma en que se dibujan las palabras cuando escribo, los abro. Podría ser que las buenas ideas no habiten hoy mi interior. El blanco de la hoja que no es de papel, ya no me desespera, el cursor en la pantalla late insistentemente pidiendo algún cambio que mi subconsciente le niega. ¿Contará sus latidos? De alguna forma me acostumbré a no prestar atención al contorno de la pantalla llena de información, de los pequeños dibujos y de la pequeña mosquita que descansa en el marco. Si fuera un papel me estaría distrayendo mordiendo el lápiz o golpeándolo sobre la mesa. Ahora solo miro una imitación de hoja de papel, tan blanca como mis pensamientos, tan vacía como mi mente e infinitamente paciente me espera, no sabe si mis manos siguen sosteniendo mi cabeza o si estiro mis brazos o si acaricio las teclas de la computadora suplicando que me dicte palabras, no sabe nada, solo espera. Recuerdo algunas películas donde el cursor destella de color verde o ámbar y dejaba un cuadradito fantasma cuando se apagaba. ¡Qué perturbador para quien tiene frente a sus ojos una hoja de un blanco perfecto! Ahora imagino el ruido que haría ese cursor implacable: tic, tic, tic, muchos tics. Mientras toco las teclas sin presionarlas recuerdo la clase de dactilografía, intentaban que pudiésemos escribir bien y rápido, algo inútil para una cabeza sin ideas. Miro mis manos y luego los dedos, los muevo o se mueven solos como asegurándose que no es suyo el problema, inmediatamente vuelven sobre las teclas y escriben: Con los codos sobre la mesa…


Nélida
Las restas
 
Hoy tengo conciencia de que el tiempo está conmigo y seguirá estando quién sabe hasta cuando
A veces lo olvido y sin importarle no me abandona es perseverante y se divierte a la par mía con cada festejo
O me espera cada vez que no lo necesito… ¿Me espera?
También creo que me confunde con amables juegos de palabras Y cuando me entero… Escapo
Noto que hace restas pero por algo no tengo en cuenta sus cuentas
Camino a su lado y él conmigo. El tiempo falta o demora y a veces sobra
Me miento, sé que nunca sobra y es siempre lo justo aunque parezca poco, lo difícil en todo caso es aprender a mirar
Él me acompaña con cada respiración y con cada uno de mis latidos
Cuando entusiasmado acelera yo me calmo para pensar que no caeré y me conmuevo ante mi ingenuidad porque las cosas pasan aunque no  se quiera
El tiempo para que suceda lo que sea es justo cuando ocurre. Cada persona mira y escucha cosas distintas y mi desafío está en encontrar mi propia voz
Es severo y disciplinado, exacto y frío y cuando lo derrocho, malgasto o dilapido él sigue a mi lado con su resta silenciosa
Y ahí es cuando lo admiro a mi pesar, pues además de estricto no está dispuesto a fallar, e intento despistarlo coloreando sus cachetes con pinturas fluorescentes  para iluminar  sus recorridos
Y confundidos,  mis amigos picaflores de hermosos colores que liban a diario en las flores de mi entorno, aplauden al tiempo con sus alitas y con mucha picardía lo invitan  dormir.-         
 
 
 
 
 
 
 


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