jueves, 14 de agosto de 2025

20 ~ El viaje del héroe

El viaje del héroe

En narratología y mitología comparada, la búsqueda del héroe o el viaje del héroe, también conocido como monomito, es el modelo común de las historias que involucran a un héroe que se embarca en una aventura, sale victorioso de una crisis decisiva y regresa a casa cambiado o transformado.

El viaje del héroe, popularizado por Joseph Campbell, es una estructura narrativa que describe un ciclo común de aventuras que sigue un personaje. Consta de 12 pasos divididos en tres fases: la Salida, la Iniciación y el Regreso. Estos pasos representan un viaje tanto externo como interno, donde el héroe se transforma a través de desafíos, encuentros y descubrimientos.

Aquí están los 12 pasos del viaje del héroe:

 

La Salida:

1. Mundo ordinario:

Se presenta el mundo cotidiano del héroe, su entorno habitual y sus circunstancias iniciales.

2. La llamada a la aventura:

El héroe recibe una invitación o desafío que lo insta a salir de su zona de confort.

3. Rechazo de la llamada:

Inicialmente, el héroe puede dudar o negarse a aceptar la llamada debido al miedo o la incertidumbre.

4. Encuentro con el mentor:

El héroe encuentra un guía o consejero que le brinda apoyo, consejo o herramientas para afrontar la aventura.

5. Cruce del umbral:

El héroe cruza el límite entre el mundo conocido y el desconocido, iniciando su viaje.

 

La Iniciación:

1. Pruebas, aliados y enemigos:

El héroe se enfrenta a diversas pruebas, encuentra aliados que lo apoyan y descubre enemigos que intentan obstaculizarlo.

2. Aproximación a la caverna más profunda:

El héroe se acerca al peligro o desafío más grande, preparándose para la prueba final.

3. La gran prueba:

El héroe enfrenta su mayor desafío, donde se pone a prueba su valentía, habilidades y determinación.

 

El Regreso:

1. Recompensa:

El héroe obtiene una recompensa por su valentía, ya sea un objeto, un conocimiento o una transformación personal.

2. El camino de regreso:

El héroe regresa a su mundo, enfrentando los obstáculos que puedan surgir en el camino de vuelta.

3. La resurrección:

El héroe se enfrenta a una última prueba, donde se libera de sus miedos y se transforma por completo.

4. Regreso con el elixir:

El héroe regresa a su mundo con un regalo o conocimiento que puede compartir con su comunidad, transformando su entorno.

Este ciclo, que se repite en diversas culturas y formas narrativas, refleja un viaje de autodescubrimiento, crecimiento y transformación que resuena con la experiencia humana universal.

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CONSIGNA DE ESCRITURA


Esta consigna tiene variantes:

1. Podés elegir uno de los segmentos.

2. Podés elegir algunos pasos, en orden.

3. Podés tomar como punto de partida cualquiera de los pasos.


Si bien el viaje del héroe es un modelo que se utiliza para la narración (dicho lo cual, podés escribir cualquier historia), también podés tomar cualquiera de los pasos (o varios) para escribir un poema. ¿Te animás? Hay enunciados muy sugerentes, como Regreso con el elixir, Aproximación a la caverna más profunda, Cruce del umbral...


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LA MUSIQUITA DEL DÍA




En este episodio de La musiquita del día, esta canción. ¿Por qué? Porque hay un héroe, porque se llama héroe y porque es David Bowie y esa es razón suficiente. Toquemos el corazón musical de este Hero

jueves, 31 de julio de 2025

19 ~ Mujeres



Mirá el video que armé para vos y después escribí un texto usándolo como disparador. Podés usar las preguntas, las imágenes, el conjunto, lo que te despierta el blanco y negro o la época. Podés elegir una sola foto o una sola pregunta. Podés elegir todo lo que quieras.

Podés elegir y punto.








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LOS TEXTOS DE USTEDES


 Claudia S.
Mis preguntas por las cosas perdidas
      
Me desplazo con la simpleza de quien escucha el viento y disfruta del frío en la frente. Lo cotidiano agazapa mis días y me excluyo en un mundo de palabras. Los bailes quedaron atrás. ¿Se lo habrá llevado el sol?  Los caminos atraviesan el espejo y se bifurcan. Buscan los juegos de mesa y no aparece ninguna pieza de ajedrez que los guíe. La generala quedó escondida en un cajón de algún mueble. Se perdieron los dados. Ni siquiera encuentro el veo veo. ¿Dónde encontrar lo no palpable? ¿Cuándo dejamos de crear espacios de juegos? Los patios y los jardines bastaban para inventar algo. ¡Qué bello sería traer esas imágenes en blanco y negro!  Y luego, devolverles los colores con técnicas modernas, sin que pierdan nitidez.
     Por otro lado, ¿Por qué la moda nos impone prendas nuevas? ¿No son las mismas que alguna vez usamos en la adolescencia? Las camisas leñadoras están de fiesta con sus recuadros rojizos y azules. Los pantalones Oxford van y vienen intercalándose con los chupines. Todo se recicla permanentemente. Las palabras cambian, pero los significados son los mismos. Estas no se proliferan en colores. En algunos casos, podemos iluminarlas o resaltarlas en algún texto.
     Además, me pregunto por aquella risa que se escapaba a escondidas. Quizás podamos recuperarla en las charlas más simples con amigas. ¿Y por qué no bailar descalzas en el comedor? ¿Por qué no reír con la música bien alta? ¿Por qué no dejar fluir las carcajadas en alguna esquina, sin sentir vergüenza?  O simplemente, encontremos la risa imitando el lenguaje espontáneo de los niños.

 

Guada

El ritual

 

"¿Por qué bailarán?" Se preguntaba Casimira. Todos los ocho de agosto, a las ocho en punto de la mañana, las mujeres de su familia se encontraban en la pradera a bailar. Descalzas y con largos vestidos blancos. Llevaban su cabello recogido y pequeñas flores de colores brotaban de sus peinados. Era un ritual fascinante. Se tomaban de las manos y le reían al sol, se alejaban y le cantaban a la tierra.
La niña las observaba desde su ventana con encanto. Se preguntaba por qué lo harían, por qué siempre se negaban a que ella bailara también, mientras miraba con atención la danza majestuosa y practicaba los pasos en su habitación.
—Tenés que esperar a cumplir dieciséis— respondía su mamá cada vez que le preguntaba. 
Admiraba a sus primas prepararse para ese día tan especial, planchar sus vestidos y elegir las flores más hermosas del jardín para sus peinados. Casimira esperaba con ansias poder ser parte de ese momento y soñaba con reír al canto femenino.
Los años pasaron volando, su pelo se había oscurecido un poco y tenía muchos mas rulos que cuando era chica. Sabía que se acercaba la fecha, ella misma plantó las amapolas que usaría en su peinado, lo había practicado ya cientos de veces. 
En la madrugada del ocho de agosto, su madre tocó la puerta
—Casi, arriba mi sol. Es hora de que te unas— dijo con una sonrisa iluminada por la luz de la vela que tenía en la mano.
Casimira se preguntó por qué tan temprano, pero comprendió y se levantó con emoción. La ayudó a ponerse su vestido y a peinarse con cuidado, mientras observaban por la ventana como el sol iba apareciendo de a poco. Su madre le tendió una vela encendida con su nombre tallado en ella y un ramo de las amapolas del jardín. Las tomó con curiosidad.  
Caminó descalza por el piso de madera y se dirigieron al living de la casa, donde su tía y sus primas las esperaban con los mismos objetos en mano. Todas usaban sus típicos vestidos y tenían el mismo tipo de pelo ruloso atado. Su madre ordenó que movieran el sillón y levantaran la alfombra, dejando una puerta en el piso que Casimira desconocía. La tía la abrió, y una a una fueron bajando. 
Cada escalón rechinaba más que el anterior, las telarañas de enredaban entre sus dedos al sostenerse de la pared de piedra fría. Una vez abajo, se pudo observar una habitación casi vacía, con un atril y un cuenco en el medio. Cada una de las mujeres dejó una vela al rededor del cuenco, Casimira las siguió y pudo observar que dentro de este había un líquido rojo que apestaba a óxido. Su madre se colocó en el atril mientras que las chicas se ubicaron al lado de su respectiva vela. Dio inicio a la ceremonia:
—Ésta es una ocasión especial. Después de tantos años, Casimira se nos une al ritual— comenzó con entusiasmo —Al igual que siempre, cada vez que una se integra, debemos explicarle el motivo de este baile. Pero desde ya vamos a decirte que no es una simple danza, lleva mucha carga energética por detrás, que se transmite de generación en generación, así que prestá mucha atención, que tenemos las horas contadas. 
Su tía miró con un gesto de aprobación a su madre y prosiguió con la charla:
—Cada año, las almas de los muertos del pueblo quedan atascadas y no pueden disolverse en el ciclo natural. La danza rompe esas almas en fragmentos y las dispersa, pero estos fragmentos se reabsorben en los vivos, y parte de cada persona deja de ser suya para siempre. De esta manera, la humanidad sobrevive. 
Casimira estaba atónita:
—Pero... ¿Por qué nosotras? ¿Por qué ofrecernos como sustento de humanidad? —preguntó.
—Las mujeres de la familia tenemos un tipo de sensibilidad para no enloquecer al absorber estas memorias. Al principio va a ser extraño, pero a la larga te acostumbrás y te convertís en más sabia— contestó una de sus primas.
—Ahora que ya sabes el porqué de todo esto, damos por comenzado el rito— citó su madre.
Cada una de las mujeres se tomaron de las manos. Casimira sentía tanto miedo que no sabía si escapar o si rendirse ante el acto. Ella creía que era un baile inocente, no que la humanidad dependía de aquello. Escuchó que cantaban, pero su corazón sonaba más fuerte. Comenzaron a dar vueltas con saltos al cuenco, Casimira no saltaba, miraba fijamente al contenido. Su madre bajó del atril y mojó el tallo de una de las flores en el líquido. Con eso, dibujó en su frente un símbolo, un ojo abierto, mientras sonreía a su hija. Una a una fueron dibujadas. El fluido frio la hizo marear e instintivamente intentó agarrarse la cabeza, pero no podía, sus primas seguían sosteniendo sus manos con fuerza.
Agarradas como una cadena, subieron la escalera y se dirigieron al punto donde siempre bailaban, en el medio de la pradera. Los pies de Casimira temblaban, no se preocupaban por los pinchazos provenientes del pasto mal cuidado. Toda la humanidad estaba en sus manos. Un paso en falso y las almas quedarían encerradas. Todo dependía de ellas. Todavía seguía siendo todo muy confuso, no terminaba de procesar todavía lo sucedido, pero decidió unirse. Ya no había vuelta atrás, el tiempo paso muy rápido como para poder huir.
De a poco, comenzaron a bailar, como tantas veces las observó desde su ventana. Las mujeres cantaban, bailaban y reían. Su cabeza dolía como nunca, y cada vez que estiraba los brazos hacia el cielo, un recuerdo ajeno atravesaba su mente. Un niño corriendo con un globo, una casa en una montaña desconocida, un beso en los labios de una anciana. De a poco, pedazos de almas adentraron su cuerpo. Y de la confusión y miedo, lo único que pudo hacer, fue reír. Reír y bailar de la mano de sus hermanas.

 

 

Claudia V

Siempre mujer

Mujer altiva. Mujer hermosa.
Mujer única. Irrepetible.
Mujer de pies descalzos ¿A dónde vas?
¿Son tus pasos, tus alas o tu coraje el que te lleva?
O quizás volás jugando con el viento mientras bailás con las hojas de los árboles.
Mujer madre, mujer hija, hermana y amiga.
Mujer abnegada y sensual.
¿Qué esconde tu mirada?
Quizás un gran dolor. Quizás tus cenizas.
Nadie conocerá tu pena. Nadie sabrá de tu tristeza
Tus labios muerden el dolor y dibujan una dulce sonrisa
Mujer ¿qué ocultás en tu alma?
No querés mostrar tu blandura, la escondés en la fortaleza de tu arrogancia.
Aún así la bondad asoma en tu mirar y la dulzura escapa de tus labios.
Dejame mujer acariciar tu dolor, olvidemos todo.
Renazcamos en un nuevo amanecer, vos vestida de mar, perfumada de amor,
Yo… idolatrándote.

 

 

Silvia

 

En algunas partes de la casa
huele a humedad.
Es inútil echar viento a las paredes,
soplar los poros
abiertos
como volcanes encendidos
o abanicar las baldosas encharcadas.
Cada día reparo las fisuras,
las grietas en las que ella
        pone sus huevos.
 
Sin embargo, la humedad tiende (tiene) sus trampas.
 
Cava túneles y
crea formas rotas como
la luna que se pisa en el agua,
o las partículas de un recuerdo
cuando se olvida.
Se desliza por la sombra,
de bordes cada vez más delgados,
 de las plantas.
 
Ellas saben que poso mi
frente en la Estrella Federal
para aliviar sus hojas carcomidas.
Esperan que las
palabras caigan como una lluvia,
detrás de mi aliento.
 
Pero no puedo murmurar ni un roce,
ni una caricia en el aire mudo.
Tengo hilos de seda entre mis manos,
cables de alta tensión que
 atraviesan la nube mohosa:
 de Yellowstone, al fondo del Mar Argentino,
de Ucrania, al precio del pan.
 
Entonces,
destapo botellas de canciones
sobre la boca desnuda,
 semillas de mar a través de
la ventana, mientras el café se cuela.
Así, la vasta humedad
retrocede.

 

Lauri

Mujeres

 
Son las de ayer, las de hoy
las del mañana
las que siempre vuelan
dejan huellas aún descalzas
no se dejan llevar por el aire
ellas son el viento
el sol, el cielo y el agua
son las que en un cielo oscuro
 juegan con la luna
las que bailan enamoradas
son las que protegen
aunque les quiebren las alas
las que lloran chaparrones
para que la semilla nazca
las que de ser necesario
no temen sacar las garras
aunque todos pregunten
¿De qué se ríen? ¿Qué les pasa?
ellas no están locas
se reconocen sabias
honran sus raíces y sus frutos
su hogar y su alma
ellas son las mujeres
de ayer, de hoy
del mañana

 

 

Foto

El blanco y negro no impide ver el brillo del sol
la cuerda sostiene su amor cansado, impecable
un mástil sostiene las banderas
Insignias que le dan sentido a su vida
el viento la invita a crear una coreografía
 ella se deja llevar con los brazos en alto
 su rostro recibe el aire mañanero
cierra sus ojos, intenta una sonrisa
emprende su viaje de pañuelos húmedos
en una embarcación de tierra y pasto
y el norte es todo el cielo.

 

 

Adri

 

Mujeres

Bailan

bailan, descalzas

vuelan

Vuelan en hamacas 

cómo niñas

secan la ropa al sol

secan sus lágrimas

Rien revoltosas

Juegan inocentes

tienen alas

mujeres

 



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LA MUSIQUITA DE HOY



Una mujer con sombrero
Como un cuadro del viejo Chagall
Corrompiéndose al centro del miedo
Y yo, que no soy bueno, me puse a llorar
Pero entonces lloraba por mí
Y ahora lloro por verla morir
La belleza...

jueves, 17 de julio de 2025

18 ~ (no) me acuerdo




[no] me acuerdo

Este es el nuevo libro de Fernanda García Lao, a quien hemos leído en el taller, ¿se acuerdan? Es la autora de Autobiografía con objetos, ese libro tan bello que trabajamos.

Veamos un poco de qué no se acuerda Fernanda.








1.
No me acuerdo cuándo inauguré la necesidad de la escritura ni cómo era el mundo antes de eso.

2.
No me acuerdo de mi carne, a qué olía el tiempo ni por qué un hospital que se decía español quedaba en Mendoza.

3.
No me acuerdo del viento que nos hacía enloquecer en verano.

4.
No me acuerdo dónde leí que en todas las casas de los 70 había arlequines.

5.
No me acuerdo del universo, salvo cuando estoy sola,

6.
No me acuerdo cuándo supe mi apellido o el de mi madre. Creía que el mundo sucedía entero sin nombrr, dentro de casa.

7.
No me acuerdo del momento exacto, pero dudé muy temprano de dios y nunca pude recuperarme.

8.
No me acuerdo del dormitorio que compartía con mis hermanas. Ni de las tres camitas iniciales. Fui trágica de arranque, tan en el medio.

9.
No me acuerdo conttra qué límite se formó mi deseo.

10.
No me acuerdo del primer beso que me gustó, sí del que no, sorpresivo hasta la tráquea.

11.
No me acuerdo con la memoria. Lo que sé, me ha sucedido en el cuerpo. Lo demás es información. Es decir, versiones.


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CONSIGNA DE ESCRITURA
¡Para la vuelta de las vacaciones!


Me imagino que ya saben lo que tienen que hacer, ¿no?
Exacto. Su propia lista de no me acuerdo. Eso mismito.


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LOS TEXTOS DE USTEDES

Claudia S

No me acuerdo...

De las caras de las personas que conocí en algún momento de mi vida, ni tampoco de sus nombres. Cuando las cruzo en algún lugar y me saludan, las saludo. Pero, me cuesta descifrar de dónde las conozco.

De los hechos cotidianos, los recientes. Pero, sí recuerdo los más remotos. Estos últimos los podría describir en detalle como fechas exactas, el color de una prenda o diálogos de una entrevista.

De la primera película que vi en el cine Helios y que lloré mucho.

De los argumentos de libros o cuentos que leí cuando era más joven.

La dirección de mi abuela paterna con exactitud. Solo sé que quedaba cerca de una plaza y a pocas cuadras de la calle Lope de Vega.

El motivo por el cual mis padres nunca hablaban de política.

Del primer viaje en tren, pero sí recuerdo el último.

De la primera vez que me preguntaron si tenía algún parentesco con una modelo que publicitaba una marca de cigarrillos.

Dónde me encontraba cuando Argentina salió campeón en el mundial 1986.

De la última vez que escuché la voz de los pájaros en el campo.


 

Kari

 

El dragón que no se acuerda 

No me acuerdo del día en que nací.

No me acuerdo de la mirada dulce de mi madre.

No me acuerdo de las alas protectoras de mi padre.

No me acuerdo del dominio de los dragones.

No me acuerdo de la magia que nos condenó.

No me acuerdo de mis hermanos silenciados.

No me acuerdo de los traidores.

No me acuerdo de los tiempos anteriores a los reinos divididos.

No me acuerdo del vacío de mi vida antes de conocerte.

O será que no quiero recordar.

 

Rosana

No me acuerdo

No me acuerdo de cómo hacer brownies sin leer la receta.

No me acuerdo de la voz de mi papá.

No me acuerdo qué llevaba puesto el día festejé íntimamente mis quince años. Sé que era un pantalón, pero nada más.

No me acuerdo del sabor de los caracoles en salsa de tomates, ese domingo en la casa de mi abuela. Solo la textura gomosa.

No me acuerdo dónde dejé las llaves. Otra vez.

No me acuerdo de otra cosa más que de tu sonrisa.

No me acuerdo que haya quedado un juguete entero de todos los que le regalé a mi hijo. Todos tenían una parte especial para crear algo nuevo.

No me acuerdo haberte dicho que sí.

No me acuerdo haberte dicho que no.

No me acuerdo cómo hacía entonces, para no perder la paciencia.

No me acuerdo la letra de la canción que te escribí, papá.

No me acuerdo cuando fue la última vez que vi a mis patines profesionales.

No me acuerdo de otra cosa que no sea tu amargura en esos tiempos, mamá.

No me acuerdo cuando fue el día en que, por fin, pude dejarte atrás.

No me acuerdo haberme decepcionado nunca de vos, mi pequeño.

No me acuerdo el nombre de algunas películas que me gustaron.

No me acuerdo de la mayoría de los cuentos por sus títulos.

No me acuerdo de otra cosa que no sean tus ojos mirándome desde la ventana.

No me acuerdo mucho de los números.

No me acuerdo de algunas cosas que cuentan mis hermanos, que vivimos juntos.

 

Adri

No me acuerdo

Siempre dije que tengo muy buena memoria, sin embargo, últimamente me olvido de muchas cosas. Hay algunas que es mejor olvidar, pero por otras siento nostalgia, como cuando empiezo a notar que estoy olvidando las voces de mis muertos.

No me acuerdo cuando sentí por primera vez que el amor me pone en riesgo, pero se ve que me gusta arriesgarme, porque sigo intentando.

No me acuerdo cuando entendí que mi hijo es un hombre, ni como supe que mi hija había hecho el amor con su novio sin que ella me lo dijera, ni porque supe siempre que el más chico sería escritor, aunque él todavía no lo sabe, piensa que escribir canciones no es lo mismo.

No me acuerdo cuando dejé de taparme las estrías, tampoco cuando me vi las primeras patas de gallo, seguramente fue mientras me estaba riendo a carcajadas.

No me acuerdo si alguna vez creí que me querías, pero se con exactitud todas las veces que temí que no lo hicieras.

No me acuerdo cuando decidí que andar penando por la vida no es lo que quiero para mí, aunque a veces no lo puedo evitar.

No me acuerdo cuando me odié por última vez.

No me acuerdo porque me parecía buena idea convivir con alguien, mucho menos recuerdo porque la cama me parecía tan grande durmiendo sola.

No me acuerdo para nada cuando aprendí cada cosa que sé que me enseño mi mamá.

No me acuerdo de la cara de quien me robó la inocencia.

No me acuerdo cuando supe con certeza que soy tan fuerte como vulnerable, y saberlo disolvió el nudo en mi garganta.

 

Claudia V

No me acuerdo

No me acuerdo la última vez que te dormiste en mis brazos pero aunque no quepas en mi regazo, puedo abrazarte otra vez hasta que te duermas.

No me acuerdo la última vez que me miraste el alma hasta que la vista se nubló, pero puedo perderme en tu mirada hasta que nos envuelva el abrazo.

No me acuerdo del día más triste. Tampoco me acuerdo si fue uno…

No me acuerdo cuántas veces me caí y cuántas me levanté.

No me acuerdo por qué me asalta esta angustia en el pecho.

No me acuerdo por qué no pude y tampoco me acuerdo que me impulsó a poder.

¡No me acuerdo de tantas cosas! Sé que existieron y que todavía están ahí, ocultas, agazapadas. No insistas. No me obligues. No me acuerdo… No quiero recordar…

 

Martín

No me acuerdo

Me despierto y me levanto apresurado de la cama, me baño, me visto, desayuno, todo muy rápido, muy apurado hago todo. Llevando al baño lo último que queda del café para terminarlo y lavarme los dientes, me doy cuenta que no me acuerdo del horario de entrada del trabajo, el trabajo que tanto me gusta. No me acuerdo el motivo por el cual me gusta tanto mi trabajo, tal vez sea por aquel maravilloso olor a café que suele venir por el pasillo, ese pasillo que no me acuerdo si es largo o corto o si es interminable igual que un laberinto, no me acuerdo del café cuyo aroma me hipnotiza y tampoco del mismo aroma del café.

No me acuerdo el horario del tren que suelo tomar para llegar a tiempo. No me acuerdo si debía ir en tren, en subte, colectivo o caminando. No me acuerdo si estoy lejos o cerca. No me acuerdo a donde debo ir, qué caso tendría recordar el cómo ir y para qué la urgencia.

No me acuerdo donde estoy. Quisiera salir e ir a algún lugar con ricos aromas y recorridos insólitos pero no me acuerdo si conozco ese lugar ni dónde queda.

Me quedo mirando por una ventana que no me acuerdo si es mía. Sigo mirando a través de algo que no me acuerdo qué es ni me acuerdo por qué lo miro.

 

Laly

No me acuerdo de mi estadía en el globo de agua en el que estuve creciendo a gusto durante nueve meses dentro del cuerpo de mi madre.

No me acuerdo lo que hacía para no aburrirme mientras crecía en ese continente. Seguro me divertía llevando mi pequeño dedo gordo del pie a la boca.

No me acuerdo haber querido volver al refugio de los nueve meses y aún sin que mi madre se enterara- me empujé al sendero de la vida y me vi crecer.

No me acuerdo si quise diagramar mis días tal como los viví hasta aquí, o fue de casualidad el recorrido que hice. No lo sé y no lo averiguaré.

No me acuerdo haber viajado a la Luna para dejar plantada nuestra bandera, pero sé que de hacerlo mi cohete de chocolate se derretirá insolado.





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LA MUSIQUITA DE HOY


Increíble versión de Se me olvidó que te olvidé, por Los abuelos de la nada. La encontré buscando alguna versión de esta canción que me gusta tanto y ahí estaban ellos. Sorprendente. Si no fuera por el "gritito" no los hubiera reconocido.
La escuchan AQUÍ


miércoles, 9 de julio de 2025

17 ~ Me acuerdo

Una idea, 

cuatro autores, 

tres países, 

cuatro versiones: 


Me acuerdo








Joe Brainard (11 de marzo de 1942 – 25 de mayo de 1994) fue un artista y escritor estadounidense asociado con la New York School. 

Su trabajo innovador incluye collages, ensamblajes, dibujos, pinturas y diseños para cubiertas de libros y discos, escenarios y vestuario de teatro. En particular fue pionero al usar cómics como un medio poético en colaboración con otros poetas a los que admiraba. Es conocido por su libro de memorias I Remember, que fue inspirador para Georges Perec y Edouard Levé y Martín Kohan, seguramente entre otros.

Me acuerdo, el libro por el que será, a su vez, recordado, puede ser entendido como el resultado conmovedor de su primera incursión ordenada en la escritura. Es una suerte de lista biográfica que salió, en principio, diseminada en entregas y reunida en un tomo en 1975. Son breves entradas que responden a la fórmula “Me acuerdo…”, y producen una sucesión desenfrenada de pequeños acontecimientos o imágenes domésticas de la vida.

Selección de Me acuerdo (1970)
Me acuerdo de la primera vez que me mandaron una carta en uno de esos sobres donde decía "Devolver a los cinco días a" y de que pensaba que a los cinco días tenía que devolver la carta.

Me acuerdo del gustillo que me daba trastear en los cajones de mis padres en busca de condones (marca Peacock).

Me acuerdo de cuando la polio era la cosa más terrible del mundo.

Me acuerdo de cuando un niño me dijo que las hojas agrias con forma de trébol que solíamos comernos (con florecitas amarillas) tenían un sabor tan agrio porque los perros se meaban encima. Me acuerdo de que eso no impidió que siguiese comiéndolas.

Me acuerdo del primer dibujo que recuerdo haber hecho. Era una novia con un vestido con la cola muy larga.

Me acuerdo de mi primer cigarrillo. Era de la marca Kent. En una colina. En Tulsa, Oklahoma. Con Ron Padgett.

Me acuerdo de mis primeras erecciones. Creía que tenía alguna horrible enfermedad o algo parecido.

Me acuerdo de la única vez que he visto a mi madre llorar. Me estaba comiendo una tarta de albaricoque.

Me acuerdo de lo mucho que lloré viendo Al sur del Pacífico (la peli), las tres veces. 

Me acuerdo de lo bien que puede saber un vaso de agua después de un tazón de helado.

Me acuerdo de cuando me dieron la insignia de los cinco años por no faltar ni una mañana en cinco años a la escuela dominical. (Metodista).

Me acuerdo de haber ido a una fiesta de «Vístete de tu personaje favorito» vestido de Marilyn Monroe.

Me acuerdo de una de las primeras cosas que recuerdo. Una heladera. (Que no un frigorífico).

Me acuerdo de la margarina blanca en una bolsa de plástico. Y de un sobrecito de polvos naranjas. Echabas los polvos naranjas en la bolsa de la margarina y la amasabas hasta que la margarina se volvía amarilla.

Me acuerdo de lo mucho que quería, en el instituto, ser guapo y popular

Me acuerdo de lo mucho que tartamudeaba.


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Georges Perec (París, 7 de marzo de 1936-Ivry-sur-Seine, 3 de marzo de 1982) fue uno de los escritores más importantes de la literatura francesa del siglo XX. Su obra escrita incluye novelas, obras de teatro, poemas, ensayos, obras misceláneas, guiones, recopilaciones de artículos, libros ilustrados en colaboración con algunos pintores, juegos verbales y lingüísticos. También realizó incursiones en el cine y en la música.  Fue miembro del grupo Oulipo desde 1967 hasta su muerte.  
Su obra estuvo basada en la experimentación, en ciertas limitaciones formales como forma de creación,  y en el explícito propósito de nunca repetir la misma idea en dos libros.  
Me acuerdo, es una lista de 480 recuerdos breves del autor acerca de tópicos variados.

Selección de Me acuerdo (1978)
El título, la forma y en cierto modo
el espíritu de estos textos se inspiran
en los I remember de Joe Brainard.

271 
Me acuerdo de las placas de mica o de celuloide que fijábamos delante del capó (cerca del tapón del radiador) y que evitaban que los mosquitos y los pulgones vinieran a estrellarse en el parabrisas.

272
Me acuerdo de que los tres bailarines estrella de los ballets de París eran Roland Petit, Jean Guélis y Jean Babilée.

273
Me acuerdo de que san Crispín y san Crispiniano son los patrones de los zapateros.

274
Me acuerdo de un recital muy hermoso que la pianista Monique de la Brouchollerie dio en la catedral de Chartres (¿en 1953?).

275
Me acuerdo de una anécdota que hace que la invención de la mayonesa se remonte al asedio de Mahón (bajo Napoleón III).

276
Me acuerdo de que Jean Jaurès fue asesinado en el Café du Croissant, calle Montmartre.

277
Me acuerdo de la marea negra (de la primera, la del Torrey-Canyon) y de los vertidos rojos.

278
Me acuerdo de que la palabra «robot» es de origen checo, y de que la inventó, creo, Carel Capek.

279
Me acuerdo de las aventuras de Luc Bradfer.

280
Me acuerdo de la gran orquesta de Woody Herman.

281
Me acuerdo de que lo que llamamos cabo y sargento en infantería se llaman brigada y sargento en artillería, en el regimiento de los acorazados y en los ferroviarios.

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Édouard Levé (Neuilly-sur-Seine, 1 de enero de 1965 – 15 de octubre de 2007, París) fue un artista, escritor y fotógrafo francés.


Selección de Autorretrato (2005)

De adolescente creía que La vida, instrucciones de  uso me ayudaría a vivir, y Suicidio, instrucciones de uso, a morir. He pasado tres años y tres meses en el extranjero. Prefiero mirar a la izquierda. Un amigo mío disfruta con la traición. El final de un viaje me deja el mismo regusto triste que el final de una novela. Olvido lo que me desagrada. Es posible que haya hablado sin saberlo con alguien que ha matado a alguien. Voy a mirar en los callejones sin salida. Lo que hay al final de la vida no me da miedo. En realidad no escucho lo que me dicen. Me sorprende que me pongan un apodo sin conocerme apenas. Me cuesta un tiempo darme cuenta de que alguien se porta mal conmigo, tan sorprendente me parece que me pase algo así: el mal es en cierto modo irreal. Archivo. A los dos años hablé con Salvador Dalí. La competición no me estimula. Describir mi vida con precisión me llevaría más tiempo que vivirla. Me pregunto si, al hacerme viejo, me volveré reaccionario. Cuando me siento con las piernas desnudas sobre escay, mi piel no resbala, rechina. He engañado a dos mujeres, se lo dije: a una le dio igual, a la otra no. Bromeo con la muerte. No me gusto. No me detesto. No me olvido de olvidar. No creo que exista Satán. Mi ficha policial está en blanco. Me gustaría que las estaciones durasen una semana. Prefiero aburrirme solo que acompañado. Recorro lugares vacíos y como en restaurantes desiertos. En cuestión de alimentación, prefiero lo salado a lo dulce, lo crudo a lo cocido, lo duro a lo blando, lo frío a lo caliente, lo aromático a lo inodoro. No puedo escribir tranquilo si no tengo nada comestible en el frigorífico. Puedo pasar con facilidad sin alcohol y sin tabaco. En un país extranjero, dudo si reírme o no cuando mi interlocutor eructa en medio de una conversación. Me fijo en las canas de la gente que todavía no está en edad de tenerlas. Es preferible que no lea los manuales técnicos de medicina, sobre todo los pasajes en los que se describen los síntomas de algunas enfermedades: veo cómo proliferan en mí a medida que descubro su existencia.


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Martín Kohan (Buenos Aires, 24 de enero de 1967) es un escritor y docente universitario argentino.


Selección de Me acuerdo (2020)


Un libro digno de ser copiado
George Perec,
Sobre Me acuerdo de Joe Brainard



La remera azul y blanca, a rayas horizontales, que no me quise sacar durante todo el mes de vacaciones, ni siquiera para entrar al río.
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El chofer del micro escolar se llamaba Sursolo.
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Sursolo era hincha de Platense.
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El pueblo de Córdoba donde pasé las vacaciones de mi infancia se llama La Serranita.
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En La Serranita había un borracho crónico que deambulaba por las calles del pueblo.
Se llamaba Patiño.
A todo el que lo saludaba: “¡Adiós, Patiño!”, él le respondía: “Patiño se murió”.
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La vendedora de huevos de La serranita se llamaba Juana. El perro que la acompañaba se llamaba Fabián.


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CONSIGNA DE ESCRITURA

Leímos cuatro versiones de Me acuerdo. La quinta versión es la tuya.

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LOS TEXTOS DE USTEDES


Adri
Me acuerdo (Parte 2)
Me acuerdo de la maestra del jardín de infantes que trataba de convencerme para que me quedara, mientras yo me agarraba desesperada a la pollera de mi mamá.
Me acuerdo que mi mamá me soltaba y la maestra me llevaba a la salita, entonces yo miraba por la cerradura y veía que mamá no se había ido.
Me acuerdo que entendí que mamá siempre volvería a buscarme y me decidí a jugar, pero los chicos me daban miedo.
Me acuerdo que tenía una bicicleta aurorita que era de mi hermana hasta que la heredé. Aprendí a andar a los 12 años y todas las tardes salía a dar vueltas con los chicos del barrio.
Me acuerdo que una tarde uno de los chicos me dio un beso y me puse colorada hasta las orejas.
Me acuerdo que tenía un novio de ojos claros que se fue a Malvinas. Volvió otro chico, de mirada profundamente triste, que se despertaba gritando.
Me acuerdo que me casé muy joven y me divorcié muy rápido, porque un día llegué a mi casa y mi flamante marido hacía el amor con otro (no es un error de tipeo, estaba haciendo el amor con un hombre)
Me acuerdo que sentí mucha vergüenza, como si yo hubiera hecho algo malo. No le conté a nadie, lo odié por un tiempo hasta que entendí que a mi me mintió, pero se engañaba a si mismo ocultándose.
Me acuerdo que cada vez que me enamoraba creía que era la primera vez y que sería para siempre.
Me acuerdo del primer llanto de cada uno de mis hijos, seguido de mi propio llanto. Todavía se me eriza la piel, son los momentos más intensos, felices, desesperados y mágicos que recuerdo haber vivido.
Me acuerdo de cada uno de mis profesores de teatro.
Me acuerdo de la primera vez que canté en publico
Me acuerdo de la primera vez que lloré por amor.
Me acuerdo del día que anunciaron el cierre de todo por la pandemia y me acuerdo también de cuando volvieron los abrazos.
 
 
Kari
Karina
 
Me acuerdo de la primera vez que sentí tu perfume.
 
Me acuerdo de la primera vez que acariciaste mis escamas.
 
Me acuerdo de la primera vez que nos encontramos a escondidas.
 
Me acuerdo de la primera vez que te vi entrenar.
 
Me acuerdo de la primera vez que te despeiné con mis alas.
 
Me acuerdo de la primera vez que viste las llamas salir de mi boca y en lugar de asustarte, me miraste con admiración.
 
Me acuerdo de la primera vez que compartimos las lágrimas.
 
Me acuerdo de la primera vez que volaste conmigo.
 
Me acuerdo de la primera vez que presenciaste mi furia y del temor que sentiste.
 
Me acuerdo que esa fue la primera vez que me defendiste ante tu padre y su ejército.
 
Me acuerdo de la primera vez que creí perderte. Y que no imaginaba que podría repetirse.
 
 
Lauri
Me acuerdo de:
*La primera palabra que escribí en un pedacito de papel fue CHOLA a mis tres años
*la banqueta de cuero bordó en la vereda donde mi papá leía el diario cuando no venían clientes a la carnicería
*los delantales blancos impecables que usaba mi papá, las puteadas para dejarlos así de blanco de mi mamá
*el guardapolvo gris de la primaria con corbata roja, el guardapolvo gris de la secundaria con corbata azul
*los ojos tan grandes de mi hija al nacer
*mi primer vestido de jean con ribetes en escosés rojo y azul
*las siestas de los domingos de invierno, la Spika, el fútbol y los mates con buñuelos
*escuchar Rockcollection, sabiendo los horarios en que lo pasaban por la radio
*la cartuchera roja y muy chiquita de jardín de la que sobresalía medio lápiz negro. Un nene muy alto se ofreció a guardarlo en su cartuchera y me enamoré
*mirar las patentes de los autos
*buscar sumar los números y adivinar la letra de las provincias, hoy lo sigo haciendo, pero también armo palabras
*Mi primer poema de amor
*la cara de mi hijo, diciendo tenés razón mamá, cada vez que se mandaba alguna travesura
*las travesuras eran variadas y diarias
* el médico cosiendo la frente de Juan y él preguntándole el color del hilo que estaba usando
*el regalo de tener a Violeta 12 años perrunos
*la soledad no buscada
*la fábrica de quesos en el pueblo de mi abuelo
*una media medalla, promesa de amor eterno en la adolescencia que duró un par de meses
*la sillita bajita, un libro y mandarinas, sentarme a la siesta en el pasillo de casa.
*correrme con la silla, el libro y las mandarinas cuando la sombra me alcanzaba
*meterme atrás de la caída de agua en el río Cosquín intentando no romperla
*ser la primera en tener a la hija de mi hija en brazos
*despedir a mi gata y agradecerle hacerme la vida mas linda con su compañía
*las facturas de Ramona para desayunar con mis hijos chiquitos los domingos a la mañana
*el día que decidí partir la casa en dos
*el mantecol con nuez cada vez que mi abuelo llegaba de visita
*el día que volvió para mostrarnos su sombrero nuevo, a las 24 hs de haberse ido
*la noche que hablé por última vez con mamá
*los viajes desde la ventanilla del tren
 
 
Guada
Me acuerdo
 
Me acuerdo de la salpicadura de estrellas en el cielo cordobés.
Me acuerdo del sonido que hacían los parlantes de la computadora.
Me acuerdo de las hebillas con forma de corazón que me ponía mi mamá cuando me dejaba crecer el flequillo.
Me acuerdo del sabor de la copa serenito.
Me acuerdo del asombro qué sentí cuando vi por primera vez "Sexto Sentido".
Me acuerdo de cuantas páginas tiene mi libro de "Charlie y la fábrica de chocolate": 182.
Me acuerdo de las pulseritas de goma en forma de animales que usaba en la primaria.
Me acuerdo del árbol que teníamos en el fondo de mi casa y de lo alto que era.
Me acuerdo también que mi abuela lo mandó a talar porque se posaban todas las cotorritas a la mañana y no la dejaban dormir.
Me acuerdo que mi gata se acostaba en la pared de arriba de la puerta y te miraba, dándote la bienvenida.
Me acuerdo lo que me dijo mi mamá cuando conoció a mi amigo Ulises: "es tan bonito y tan chiquito, que lo pondría en una cajita en la mesita de luz"
Me acuerdo de la primera conversación que tuve con Jeremías.
Me acuerdo que cuando estábamos yendo a una excursión en el viaje de egresados, un compañero me dijo "si hay algo que voy a extrañar de acá, va a ser mirar a las montañas a donde sea que vea".
Me acuerdo que en ese mismo viaje, me saque unas fotos con otra compañera y fuimos a revelarlas.
Me acuerdo que cuando las tuvimos en físico, me dijo "esta foto la voy a pegar en una pared en mi pieza donde tengo a todas personas importantes en mi vida".
Me acuerdo que se llamaba Naiomi, y que en la escuela la molestaban casi tanto como a mí.
Me acuerdo de la remera naranja de Mickey Mouse que amaba.
Me acuerdo del labial lila perlado que usaba la Noni, y la cantidad de capas que se daba para ocultar el lunar violeta que tenía en su labio inferior.
Me acuerdo de los dos colibríes que se asomaban en la ventana de mi abuela, siempre me decía que para ella eran los dos maridos que la venían a visitar.
Me acuerdo que de chica me ponía jabón en los labios y soplaba para hacer burbujas.
Me acuerdo de la vez que el director notó que estaba leyendo "El Psicoanalista" en el medio de la clase y estuvimos hablando media hora de lo buen escritor que es Katzenbach.
Me acuerdo de lo culpable que me sentí cuando, jugando a la pelea, provoqué que mi hermanito se esguinzara el dedo meñique.
Me acuerdo de la primera vez que probé un cigarrillo.
Me acuerdo de los stickers que venían al fondo de los paquetes de las galletitas diversión.
Me acuerdo como era la casa de mis tíos antes de que la reformaran.
Me acuerdo de los rulitos dorados que tenía mi hermano en la nuca cuando era bebé.
Me acuerdo del collar de libélula que usaba mi tía cuando era chica, y como ahora cada vez que veo una, me acuerdo de ella.
Me acuerdo lo asustada que estaba cuando fui a rendir mi primer parcial.
Me acuerdo que mi tío de Mar del plata me enseñó a ver las constelaciones y a barrenar.
Me acuerdo cuando pensé "voy a empezar a escuchar esta banda, que me gusta mucho", sin saber que se convertiría en mi banda favorita.
Me acuerdo cuando se me cayó una zapatilla en una cloaca y mi abuela la agarró con un paraguas.
Me acuerdo de la forma que reía con mi amiga del secundario. Nunca más volví a reír así.
Me acuerdo del grito de dolor de un compañero al quemarse la mano en el trabajo.
Me acuerdo de la vez que me llevaron de sorpresa a patinar sobre hielo en el abasto, fue por lejos el mejor día de mi vida.
Me acuerdo la forma en la que mi perrita de apoyaba en el hueco de la puerta para que le haga mimos en la nariz.
Me acuerdo las manchas pelirrojas qué tenía la perra de mi tía antes de que las canas se las taparan.
Me acuerdo de lo mucho que me gustaba la morcilla cuando era chica.
Me acuerdo de lo salado que era el mar caribeño.
Me acuerdo del corte de pelo que tenía a los quince años.
Me acuerdo que jugaba con él y me escondía lápices entre los rulos mal formados e inflados.
Me acuerdo de la risa de mi profesor de matemática.
Me acuerdo que se llamaba Juan, que le gustaba Lionel Richie y el chusmerío.
Me acuerdo del gusto de un remedio que me daban cuando era chica y que a veces lo tomaba a escondidas porque me encantaba su sabor.
Me acuerdo del compañero de mi mamá que trabajaba vendiendo CDs y nos daba las copias de las películas que estaban en el cine.
Me acuerdo que de grande me enteré que este compañero no vendía CDs, sino que levantaba los puestos de venta ilegal y se quedaba con la mercadería. Nunca lo pude ver igual.
Me acuerdo que con mi hermano jugábamos con la manguera y bombuchas en el patio de la abuela, y que después nos hacía pasar el secador, qué era más grande que nosotros.
Me acuerdo del olor a sahumerio que tenían todas mis prendas cuando tenía dieciséis.
Me acuerdo del perfume de la noni.
Me acuerdo de los anteriores muebles que teníamos en mi casa.
Me acuerdo que los gatos del barrio se acostaban a dormir la siesta en el toldo de mi abuela, y que íbamos por abajo a hacerles mimos en la panza. 
Me acuerdo de la vez que me corté sola el flequillo y mi papá me dijo que parecía una rolinga.
Me acuerdo de la versión que hicimos con una amiguita del jardín del juego de manos "choco choco lala"
Me acuerdo del arito en la ceja que tenia mi primo cuando era adolescente.
Me acuerdo cuando mi amiga Nahiara tuvo un accidente y no podía abrazarla porque tenía que tener el brazo quieto.
Me acuerdo del capricho que hice para que me compren un saquito que terminé usando dos veces.
Me acuerdo que mi profesora de plástica me enseñó a hacer grullas de papel.
Me acuerdo que le agarré una adicción a hacerlas y cada vez que tengo un papel en frente, armo una.
Me acuerdo que ese año hice tantas grullas de papel, que cuando me recibí, una preceptora me presentó como "la reina de las grullas".
Me acuerdo la bronca que me daba no tener segundo nombre y me inventé uno: Guadalupe Blanco Princesa Flores.
Me acuerdo que me presentaba así en todos lados.
Me acuerdo de gente que no se acuerda de mi nombre real, pero si del "Princesa Flores".
Me acuerdo del pelotero que tenia mi amiga de la primaria y como casi siempre teníamos el lugar entero para nosotras dos.
Me acuerdo de la vez que mi papá me quiso enseñar a manejar y le choqué el auto contra el zanjón.
Me acuerdo que ese día volvimos a casa a la una de la mañana porque la grúa tardó horas en llegar.
Me acuerdo cuando fui a esa fiesta de metal y por fin me sentí cómoda saliendo a bailar.
Me acuerdo de mi primer recital: Wos en Argentinos Juniors en octubre del 22
Me acuerdo de cuando le compré un regalo del día del padre a mi papá con la extensión de su tarjeta. 
Me acuerdo de la cara que pone mi hermano que siempre me hace reír.
Me acuerdo de ese libro que me tenía enganchada en la primaria y que hubo un día en el que no hice absolutamente nada durante el día escolar solamente para saber cómo seguía la historia.
Me acuerdo cuando Jeremías me dijo que le gustaban los redondos, y ahora no puedo escucharlos sin pensar en él.
Me acuerdo de la vez que escuché el disco "Bocanada" una tarde lluviosa en un largo viaje de colectivo. Se sintió como una experiencia religiosa.
Me acuerdo de la forma en la que festejamos con mi familia cuando decidimos como se iba a llamar el perrito que estábamos por adoptar.
Me acuerdo de las vacaciones a villa gesell donde me llevaron al bosque de las hadas y los duendes.



Martín

Me acuerdo

Un recuerdo, dos recuerdos, tres recuerdos, obstinado por olvidar, recuerdo. Se me hace imposible desprenderme del inamovible ancla del pasado.

Cuando creo haberlo logrado alguien recuerda por mí; El signo, mí urgencia por nacer, que siempre dormía y muchos eventos más que me describen sin necesidad de conocerme. 

Y luego la época y cuentan que no había teléfonos como ahora, que había que andar con las fichitas de ENTEL, que el GPS venía en papel con sus páginas anilladas y en una sucesión interminable de palabras se escucha: FISH, JACK, BUBBALOO, BAZOOKA, DRF, ANTEOJITO, GUAYMALLÉN, FIDO DIDO y más, TITANES EN EL RING y más, muchas palabras más que recorren la ruta desde un guardapolvos blanco blanquísimo a los boletos de papel de los viajes en colectivo. Y recuerdo todo aquello que me recuerdan.

Y luego, en algún descuido, aparecen las fotos en papel. Me transportan al pasado sin escalas y veo la distancia entre lo revelado y lo que ví siendo el protagonista: posando delante del Fitito o del infinito viaje en el Chevy.

Y ante otro descuido me duermo o dormito y los sueños traen recuerdos de un pasado muy remoto donde habito inhóspitos castillos en ciudades imposibles o mundos distantes con personas que ya no están, otras que están y otras que vendrán o nunca existieron. Por fortuna los sueños son lo más difícil de recordar.

Cuatro recuerdos, cinco y el ancla de hace más grande cada día. La levanto y me la llevo. Habrá lugares donde podré presumirla.


Ro
Me acuerdo el tiempo en que deseaba tener una gata.
 
Era el diez de enero de dos mil veintiuno cuando abrí la ventana en la mañana
Y te vi en el pasillo del jardín.
 
Recuerdo mirarte a los ojos
como botones negros brillantes
Que miraron directo a los míos
Empezaste a venir hacia mí y maullar insistentemente
 
Por cada  Andá a tu casa que dije
vos respondiste miau
 
Con apenas tres meses
Intrusa de mi corazón
Saltaste un par de veces hasta entrar
Te sentaste recostada sobre la pared del pasillo
 
Él me dijo Sacá a ese gato
Respondí Sacalo vos
Pero no pudo
Y te quedaste
 
Dormimos juntas
Jugamos con hilos y ramitas
 Sufrimos las visitas al veterinario
Vivimos solas
Te cepillé cada noche
Tu blanco y negro, puso color y vuelo a mi vida
Me acuerdo que te pensaba y venías
 
El llanto me recuerda que hace un mes
Que ya no estás



 

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LA MUSIQUITA DE HOY


Cuando escuché por primera vez el disco Lágrimas negras, por Bebo & Cigala, quedé enamorada de esas versiones flamencas de boleros, tangos y otros clásicos. Hoy les dejo "Inolvidable", a tono con lo que estamos leyendo. Pero no se pierdan el disco completo.

Va Inolvidable, para ustedes, AQUÍ