Mirá el video que armé para vos y después escribí un texto usándolo como disparador. Podés usar las preguntas, las imágenes, el conjunto, lo que te despierta el blanco y negro o la época. Podés elegir una sola foto o una sola pregunta. Podés elegir todo lo que quieras.
Podés elegir y punto.
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
LOS TEXTOS DE USTEDES
Claudia S.
Mis preguntas por las cosas perdidas
Me desplazo con la simpleza de quien escucha el viento y disfruta del frío en la frente. Lo cotidiano agazapa mis días y me excluyo en un mundo de palabras. Los bailes quedaron atrás. ¿Se lo habrá llevado el sol? Los caminos atraviesan el espejo y se bifurcan. Buscan los juegos de mesa y no aparece ninguna pieza de ajedrez que los guíe. La generala quedó escondida en un cajón de algún mueble. Se perdieron los dados. Ni siquiera encuentro el veo veo. ¿Dónde encontrar lo no palpable? ¿Cuándo dejamos de crear espacios de juegos? Los patios y los jardines bastaban para inventar algo. ¡Qué bello sería traer esas imágenes en blanco y negro! Y luego, devolverles los colores con técnicas modernas, sin que pierdan nitidez.
Por otro lado, ¿Por qué la moda nos impone prendas nuevas? ¿No son las mismas que alguna vez usamos en la adolescencia? Las camisas leñadoras están de fiesta con sus recuadros rojizos y azules. Los pantalones Oxford van y vienen intercalándose con los chupines. Todo se recicla permanentemente. Las palabras cambian, pero los significados son los mismos. Estas no se proliferan en colores. En algunos casos, podemos iluminarlas o resaltarlas en algún texto.
Además, me pregunto por aquella risa que se escapaba a escondidas. Quizás podamos recuperarla en las charlas más simples con amigas. ¿Y por qué no bailar descalzas en el comedor? ¿Por qué no reír con la música bien alta? ¿Por qué no dejar fluir las carcajadas en alguna esquina, sin sentir vergüenza? O simplemente, encontremos la risa imitando el lenguaje espontáneo de los niños.
Me desplazo con la simpleza de quien escucha el viento y disfruta del frío en la frente. Lo cotidiano agazapa mis días y me excluyo en un mundo de palabras. Los bailes quedaron atrás. ¿Se lo habrá llevado el sol? Los caminos atraviesan el espejo y se bifurcan. Buscan los juegos de mesa y no aparece ninguna pieza de ajedrez que los guíe. La generala quedó escondida en un cajón de algún mueble. Se perdieron los dados. Ni siquiera encuentro el veo veo. ¿Dónde encontrar lo no palpable? ¿Cuándo dejamos de crear espacios de juegos? Los patios y los jardines bastaban para inventar algo. ¡Qué bello sería traer esas imágenes en blanco y negro! Y luego, devolverles los colores con técnicas modernas, sin que pierdan nitidez.
Por otro lado, ¿Por qué la moda nos impone prendas nuevas? ¿No son las mismas que alguna vez usamos en la adolescencia? Las camisas leñadoras están de fiesta con sus recuadros rojizos y azules. Los pantalones Oxford van y vienen intercalándose con los chupines. Todo se recicla permanentemente. Las palabras cambian, pero los significados son los mismos. Estas no se proliferan en colores. En algunos casos, podemos iluminarlas o resaltarlas en algún texto.
Además, me pregunto por aquella risa que se escapaba a escondidas. Quizás podamos recuperarla en las charlas más simples con amigas. ¿Y por qué no bailar descalzas en el comedor? ¿Por qué no reír con la música bien alta? ¿Por qué no dejar fluir las carcajadas en alguna esquina, sin sentir vergüenza? O simplemente, encontremos la risa imitando el lenguaje espontáneo de los niños.
Guada
El ritual
"¿Por qué bailarán?" Se preguntaba Casimira. Todos los ocho de
agosto, a las ocho en punto de la mañana, las mujeres de su familia se
encontraban en la pradera a bailar. Descalzas y con largos vestidos blancos. Llevaban
su cabello recogido y pequeñas flores de colores brotaban de sus peinados. Era
un ritual fascinante. Se tomaban de las manos y le reían al sol, se alejaban y
le cantaban a la tierra.
La niña las observaba desde su ventana con encanto. Se preguntaba por qué lo harían, por qué siempre se negaban a que ella bailara también, mientras miraba con atención la danza majestuosa y practicaba los pasos en su habitación.
—Tenés que esperar a cumplir dieciséis— respondía su mamá cada vez que le preguntaba.
Admiraba a sus primas prepararse para ese día tan especial, planchar sus vestidos y elegir las flores más hermosas del jardín para sus peinados. Casimira esperaba con ansias poder ser parte de ese momento y soñaba con reír al canto femenino.
Los años pasaron volando, su pelo se había oscurecido un poco y tenía muchos mas rulos que cuando era chica. Sabía que se acercaba la fecha, ella misma plantó las amapolas que usaría en su peinado, lo había practicado ya cientos de veces.
En la madrugada del ocho de agosto, su madre tocó la puerta
—Casi, arriba mi sol. Es hora de que te unas— dijo con una sonrisa iluminada por la luz de la vela que tenía en la mano.
Casimira se preguntó por qué tan temprano, pero comprendió y se levantó con emoción. La ayudó a ponerse su vestido y a peinarse con cuidado, mientras observaban por la ventana como el sol iba apareciendo de a poco. Su madre le tendió una vela encendida con su nombre tallado en ella y un ramo de las amapolas del jardín. Las tomó con curiosidad.
Caminó descalza por el piso de madera y se dirigieron al living de la casa, donde su tía y sus primas las esperaban con los mismos objetos en mano. Todas usaban sus típicos vestidos y tenían el mismo tipo de pelo ruloso atado. Su madre ordenó que movieran el sillón y levantaran la alfombra, dejando una puerta en el piso que Casimira desconocía. La tía la abrió, y una a una fueron bajando.
Cada escalón rechinaba más que el anterior, las telarañas de enredaban entre sus dedos al sostenerse de la pared de piedra fría. Una vez abajo, se pudo observar una habitación casi vacía, con un atril y un cuenco en el medio. Cada una de las mujeres dejó una vela al rededor del cuenco, Casimira las siguió y pudo observar que dentro de este había un líquido rojo que apestaba a óxido. Su madre se colocó en el atril mientras que las chicas se ubicaron al lado de su respectiva vela. Dio inicio a la ceremonia:
—Ésta es una ocasión especial. Después de tantos años, Casimira se nos une al ritual— comenzó con entusiasmo —Al igual que siempre, cada vez que una se integra, debemos explicarle el motivo de este baile. Pero desde ya vamos a decirte que no es una simple danza, lleva mucha carga energética por detrás, que se transmite de generación en generación, así que prestá mucha atención, que tenemos las horas contadas.
Su tía miró con un gesto de aprobación a su madre y prosiguió con la charla:
—Cada año, las almas de los muertos del pueblo quedan atascadas y no pueden disolverse en el ciclo natural. La danza rompe esas almas en fragmentos y las dispersa, pero estos fragmentos se reabsorben en los vivos, y parte de cada persona deja de ser suya para siempre. De esta manera, la humanidad sobrevive.
Casimira estaba atónita:
—Pero... ¿Por qué nosotras? ¿Por qué ofrecernos como sustento de humanidad? —preguntó.
—Las mujeres de la familia tenemos un tipo de sensibilidad para no enloquecer al absorber estas memorias. Al principio va a ser extraño, pero a la larga te acostumbrás y te convertís en más sabia— contestó una de sus primas.
—Ahora que ya sabes el porqué de todo esto, damos por comenzado el rito— citó su madre.
Cada una de las mujeres se tomaron de las manos. Casimira sentía tanto miedo que no sabía si escapar o si rendirse ante el acto. Ella creía que era un baile inocente, no que la humanidad dependía de aquello. Escuchó que cantaban, pero su corazón sonaba más fuerte. Comenzaron a dar vueltas con saltos al cuenco, Casimira no saltaba, miraba fijamente al contenido. Su madre bajó del atril y mojó el tallo de una de las flores en el líquido. Con eso, dibujó en su frente un símbolo, un ojo abierto, mientras sonreía a su hija. Una a una fueron dibujadas. El fluido frio la hizo marear e instintivamente intentó agarrarse la cabeza, pero no podía, sus primas seguían sosteniendo sus manos con fuerza.
Agarradas como una cadena, subieron la escalera y se dirigieron al punto donde siempre bailaban, en el medio de la pradera. Los pies de Casimira temblaban, no se preocupaban por los pinchazos provenientes del pasto mal cuidado. Toda la humanidad estaba en sus manos. Un paso en falso y las almas quedarían encerradas. Todo dependía de ellas. Todavía seguía siendo todo muy confuso, no terminaba de procesar todavía lo sucedido, pero decidió unirse. Ya no había vuelta atrás, el tiempo paso muy rápido como para poder huir.
De a poco, comenzaron a bailar, como tantas veces las observó desde su ventana. Las mujeres cantaban, bailaban y reían. Su cabeza dolía como nunca, y cada vez que estiraba los brazos hacia el cielo, un recuerdo ajeno atravesaba su mente. Un niño corriendo con un globo, una casa en una montaña desconocida, un beso en los labios de una anciana. De a poco, pedazos de almas adentraron su cuerpo. Y de la confusión y miedo, lo único que pudo hacer, fue reír. Reír y bailar de la mano de sus hermanas.
La niña las observaba desde su ventana con encanto. Se preguntaba por qué lo harían, por qué siempre se negaban a que ella bailara también, mientras miraba con atención la danza majestuosa y practicaba los pasos en su habitación.
—Tenés que esperar a cumplir dieciséis— respondía su mamá cada vez que le preguntaba.
Admiraba a sus primas prepararse para ese día tan especial, planchar sus vestidos y elegir las flores más hermosas del jardín para sus peinados. Casimira esperaba con ansias poder ser parte de ese momento y soñaba con reír al canto femenino.
Los años pasaron volando, su pelo se había oscurecido un poco y tenía muchos mas rulos que cuando era chica. Sabía que se acercaba la fecha, ella misma plantó las amapolas que usaría en su peinado, lo había practicado ya cientos de veces.
En la madrugada del ocho de agosto, su madre tocó la puerta
—Casi, arriba mi sol. Es hora de que te unas— dijo con una sonrisa iluminada por la luz de la vela que tenía en la mano.
Casimira se preguntó por qué tan temprano, pero comprendió y se levantó con emoción. La ayudó a ponerse su vestido y a peinarse con cuidado, mientras observaban por la ventana como el sol iba apareciendo de a poco. Su madre le tendió una vela encendida con su nombre tallado en ella y un ramo de las amapolas del jardín. Las tomó con curiosidad.
Caminó descalza por el piso de madera y se dirigieron al living de la casa, donde su tía y sus primas las esperaban con los mismos objetos en mano. Todas usaban sus típicos vestidos y tenían el mismo tipo de pelo ruloso atado. Su madre ordenó que movieran el sillón y levantaran la alfombra, dejando una puerta en el piso que Casimira desconocía. La tía la abrió, y una a una fueron bajando.
Cada escalón rechinaba más que el anterior, las telarañas de enredaban entre sus dedos al sostenerse de la pared de piedra fría. Una vez abajo, se pudo observar una habitación casi vacía, con un atril y un cuenco en el medio. Cada una de las mujeres dejó una vela al rededor del cuenco, Casimira las siguió y pudo observar que dentro de este había un líquido rojo que apestaba a óxido. Su madre se colocó en el atril mientras que las chicas se ubicaron al lado de su respectiva vela. Dio inicio a la ceremonia:
—Ésta es una ocasión especial. Después de tantos años, Casimira se nos une al ritual— comenzó con entusiasmo —Al igual que siempre, cada vez que una se integra, debemos explicarle el motivo de este baile. Pero desde ya vamos a decirte que no es una simple danza, lleva mucha carga energética por detrás, que se transmite de generación en generación, así que prestá mucha atención, que tenemos las horas contadas.
Su tía miró con un gesto de aprobación a su madre y prosiguió con la charla:
—Cada año, las almas de los muertos del pueblo quedan atascadas y no pueden disolverse en el ciclo natural. La danza rompe esas almas en fragmentos y las dispersa, pero estos fragmentos se reabsorben en los vivos, y parte de cada persona deja de ser suya para siempre. De esta manera, la humanidad sobrevive.
Casimira estaba atónita:
—Pero... ¿Por qué nosotras? ¿Por qué ofrecernos como sustento de humanidad? —preguntó.
—Las mujeres de la familia tenemos un tipo de sensibilidad para no enloquecer al absorber estas memorias. Al principio va a ser extraño, pero a la larga te acostumbrás y te convertís en más sabia— contestó una de sus primas.
—Ahora que ya sabes el porqué de todo esto, damos por comenzado el rito— citó su madre.
Cada una de las mujeres se tomaron de las manos. Casimira sentía tanto miedo que no sabía si escapar o si rendirse ante el acto. Ella creía que era un baile inocente, no que la humanidad dependía de aquello. Escuchó que cantaban, pero su corazón sonaba más fuerte. Comenzaron a dar vueltas con saltos al cuenco, Casimira no saltaba, miraba fijamente al contenido. Su madre bajó del atril y mojó el tallo de una de las flores en el líquido. Con eso, dibujó en su frente un símbolo, un ojo abierto, mientras sonreía a su hija. Una a una fueron dibujadas. El fluido frio la hizo marear e instintivamente intentó agarrarse la cabeza, pero no podía, sus primas seguían sosteniendo sus manos con fuerza.
Agarradas como una cadena, subieron la escalera y se dirigieron al punto donde siempre bailaban, en el medio de la pradera. Los pies de Casimira temblaban, no se preocupaban por los pinchazos provenientes del pasto mal cuidado. Toda la humanidad estaba en sus manos. Un paso en falso y las almas quedarían encerradas. Todo dependía de ellas. Todavía seguía siendo todo muy confuso, no terminaba de procesar todavía lo sucedido, pero decidió unirse. Ya no había vuelta atrás, el tiempo paso muy rápido como para poder huir.
De a poco, comenzaron a bailar, como tantas veces las observó desde su ventana. Las mujeres cantaban, bailaban y reían. Su cabeza dolía como nunca, y cada vez que estiraba los brazos hacia el cielo, un recuerdo ajeno atravesaba su mente. Un niño corriendo con un globo, una casa en una montaña desconocida, un beso en los labios de una anciana. De a poco, pedazos de almas adentraron su cuerpo. Y de la confusión y miedo, lo único que pudo hacer, fue reír. Reír y bailar de la mano de sus hermanas.
Claudia V
Siempre mujer
Mujer altiva. Mujer hermosa.
Mujer única. Irrepetible.
Mujer de pies descalzos ¿A dónde vas?
¿Son tus pasos, tus alas o tu coraje el que te lleva?
O quizás volás jugando con el viento mientras bailás con las hojas de los árboles.
Mujer madre, mujer hija, hermana y amiga.
Mujer abnegada y sensual.
¿Qué esconde tu mirada?
Quizás un gran dolor. Quizás tus cenizas.
Nadie conocerá tu pena. Nadie sabrá de tu tristeza
Tus labios muerden el dolor y dibujan una dulce sonrisa
Mujer ¿qué ocultás en tu alma?
No querés mostrar tu blandura, la escondés en la fortaleza de tu arrogancia.
Aún así la bondad asoma en tu mirar y la dulzura escapa de tus labios.
Dejame mujer acariciar tu dolor, olvidemos todo.
Renazcamos en un nuevo amanecer, vos vestida de mar, perfumada de amor,
Yo… idolatrándote.
Mujer única. Irrepetible.
Mujer de pies descalzos ¿A dónde vas?
¿Son tus pasos, tus alas o tu coraje el que te lleva?
O quizás volás jugando con el viento mientras bailás con las hojas de los árboles.
Mujer madre, mujer hija, hermana y amiga.
Mujer abnegada y sensual.
¿Qué esconde tu mirada?
Quizás un gran dolor. Quizás tus cenizas.
Nadie conocerá tu pena. Nadie sabrá de tu tristeza
Tus labios muerden el dolor y dibujan una dulce sonrisa
Mujer ¿qué ocultás en tu alma?
No querés mostrar tu blandura, la escondés en la fortaleza de tu arrogancia.
Aún así la bondad asoma en tu mirar y la dulzura escapa de tus labios.
Dejame mujer acariciar tu dolor, olvidemos todo.
Renazcamos en un nuevo amanecer, vos vestida de mar, perfumada de amor,
Yo… idolatrándote.
Silvia
En algunas
partes de la casa
huele a humedad.
Es inútil echar viento a las paredes,
soplar los poros
abiertos
como volcanes encendidos
o abanicar las baldosas encharcadas.
Cada día reparo las fisuras,
las grietas en las que ella
pone sus huevos.
Sin embargo, la humedad tiende (tiene) sus trampas.
Cava túneles y
crea formas rotas como
la luna que se pisa en el agua,
o las partículas de un recuerdo
cuando se olvida.
Se desliza por la sombra,
de bordes cada vez más delgados,
de las plantas.
Ellas saben que poso mi
frente en la Estrella Federal
para aliviar sus hojas carcomidas.
Esperan que las
palabras caigan como una lluvia,
detrás de mi aliento.
Pero no puedo murmurar ni un roce,
ni una caricia en el aire mudo.
Tengo hilos de seda entre mis manos,
cables de alta tensión que
atraviesan la nube mohosa:
de Yellowstone, al fondo del Mar Argentino,
de Ucrania, al precio del pan.
Entonces,
destapo botellas de canciones
sobre la boca desnuda,
semillas de mar a través de
la ventana, mientras el café se cuela.
Así, la vasta humedad
retrocede.
huele a humedad.
Es inútil echar viento a las paredes,
soplar los poros
abiertos
como volcanes encendidos
o abanicar las baldosas encharcadas.
Cada día reparo las fisuras,
las grietas en las que ella
pone sus huevos.
Sin embargo, la humedad tiende (tiene) sus trampas.
Cava túneles y
crea formas rotas como
la luna que se pisa en el agua,
o las partículas de un recuerdo
cuando se olvida.
Se desliza por la sombra,
de bordes cada vez más delgados,
de las plantas.
Ellas saben que poso mi
frente en la Estrella Federal
para aliviar sus hojas carcomidas.
Esperan que las
palabras caigan como una lluvia,
detrás de mi aliento.
Pero no puedo murmurar ni un roce,
ni una caricia en el aire mudo.
Tengo hilos de seda entre mis manos,
cables de alta tensión que
atraviesan la nube mohosa:
de Yellowstone, al fondo del Mar Argentino,
de Ucrania, al precio del pan.
Entonces,
destapo botellas de canciones
sobre la boca desnuda,
semillas de mar a través de
la ventana, mientras el café se cuela.
Así, la vasta humedad
retrocede.
Lauri
Mujeres
Son las de ayer, las de hoy
las del mañana
las que siempre vuelan
dejan huellas aún descalzas
no se dejan llevar por el aire
ellas son el viento
el sol, el cielo y el agua
son las que en un cielo oscuro
juegan con la luna
las que bailan enamoradas
son las que protegen
aunque les quiebren las alas
las que lloran chaparrones
para que la semilla nazca
las que de ser necesario
no temen sacar las garras
aunque todos pregunten
¿De qué se ríen? ¿Qué les pasa?
ellas no están locas
se reconocen sabias
honran sus raíces y sus frutos
su hogar y su alma
ellas son las mujeres
de ayer, de hoy
del mañana
Foto
El blanco y
negro no impide ver el brillo del sol
la cuerda sostiene su amor cansado, impecable
un mástil sostiene las banderas
Insignias que le dan sentido a su vida
el viento la invita a crear una coreografía
ella se deja llevar con los brazos en alto
su rostro recibe el aire mañanero
cierra sus ojos, intenta una sonrisa
emprende su viaje de pañuelos húmedos
en una embarcación de tierra y pasto
y el norte es todo el cielo.
la cuerda sostiene su amor cansado, impecable
un mástil sostiene las banderas
Insignias que le dan sentido a su vida
el viento la invita a crear una coreografía
ella se deja llevar con los brazos en alto
su rostro recibe el aire mañanero
cierra sus ojos, intenta una sonrisa
emprende su viaje de pañuelos húmedos
en una embarcación de tierra y pasto
y el norte es todo el cielo.
Adri
Mujeres
Bailan
bailan, descalzas
vuelan
Vuelan en hamacas
cómo niñas
secan la ropa al sol
secan sus lágrimas
Rien revoltosas
Juegan inocentes
tienen alas
mujeres
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
LA MUSIQUITA DE HOY
Una mujer con sombrero
Como un cuadro del viejo Chagall
Corrompiéndose al centro del miedo
Y yo, que no soy bueno, me puse a llorar
Pero entonces lloraba por mí
Y ahora lloro por verla morir
Silvio y Óleo de una mujer con sombrero
No hay comentarios:
Publicar un comentario