miércoles, 25 de junio de 2025

15 ~ Jorge Teillier: el poeta de los lares

 


Eso fue la felicidad: dibujar en la escarcha figuras sin sentido

Jorge Teillier (Chile, 1935-1996)
 
 



"La poesía es la verdadera vida", verdad que puede ser vivida en la tranquilidad de la aldea o en el bullicio de los bares, en la soledad de los bosques sureños o de los solitarios domingos urbanos 'mirando los últimos reflejos del sol en los vidrios'".
La concepción de la poesía propuesta por Jorge Teillier oscila entre estas dos variantes. Por una parte está impregnada por el deseo del poeta de configurar un espacio propio, de carácter mítico, relacionado con un modo de vivir particular, aquel que alude a la idea del "lar", al lugar del tiempo perdido, y a la empresa de recuperarlo en la poesía, a través de ciertos íconos recurrentes, como el sur de Chile, los bosques pluviosos y mágicos, los trenes que se pierden en la bruma, los pequeños fantasmas familiares. Por otra, subyace la idea de la soledad urbana, los bares y los marginados boxeadores, la bohemia y ese "gastar los codos en todos los mesones" que le haría tan conocido entre sus lectores. Constante resulta además una cierta noción de desencanto en su poesía, la que, unida a otras características epocales nos revelará a un poeta perteneciente a un grupo generacional bastante influyente en la literatura nacional, la Generación literaria de 1950.
En mayo de 1965, movido por aquel impulso de configurar aquel espacio mítico antes mecionado, publicó "Los poetas de los lares", ensayo en el que revisa la obra de todo un grupo de poetas que centraron su obra en la provincia, la infancia y el respeto por las tradiciones, inaugurando una importante vertiente de la poesía nacional, la poesía lárica o de los lares.
Sus obras han sido traducidas al francés, italiano, sueco, ruso, polaco, alemán y portugués.



COSAS VISTAS (de Poemas secretos, Chile, 1965)
Publicado en Diario de Poesía, N°1, Argentina, invierno de 1986
 

1
Nieva
y todos en la ciudad
quisieran cambiar de nombre
 
2
Una locomotora de lata
abandonada en la basura.
Una araña teje en ella su red
y sólo atrapa una gota de rocío.
 
3
Con el grito amarillo
del aromo
se despierta la mañana.
 
4
Temo no verte más
cuando la pompa de jabón
que echas a volar por la ventana
se lleva reflejado tu rostro.
 
5
Los árboles están lejos
pero un día
llegaremos a ser árbol.
 
6
Sentado en el fondo del patio
trato de pensar qué haré en el futuro,
pero sigo el vuelo del moscardón
cuyo oro es el único que podría atrapar,
y pierdo el tiempo saludando al caballo
al que puse nombre un mediodía de infancia
y que ahora asoma
su triste cabeza entre los geranios.
 
7
Las primeras luciérnagas:
un niño corre a buscarlas
para su amigo enfermo.
 
8
En el espejo del armario
veo mi imagen borrada
por la del antepasado que jamás conocí.
 
9
Yo me invito a entrar
a la casa del vino
cuyas puertas siempre abiertas
no sirven para salir.
 
10
La muerte dice que no existe
para que creamos en ella
y la llamemos.
 
11
Los perros ladran en el patio
al invitado triste de los domingos.
Sólo vienen a saludarlo los gorriones.
 
12
Nada que agregar
a la siesta de la silla de paja
frente a la piedra redonda.
 
13
Mosca
que sobrevives al verano:
al fin tengo alguien
con quién hablar.
 
14
Un gato y una mariposa
peligrosamente cerca.
 
15
El gato vagabundo
sentado en el cerco
es más grande que el parque y la casa solariega.
 
16
El gato cansado de comer
huye de la carne que le ofrezco:
"Me gustaría ver el día —dices tú—
en donde vea a un poeta huir del vino."
 
17
Nunca sabrás que te amo
porque conoces el tercer nombre
que tiene cada gato
y que hasta ahora sólo había conocido
el propio gato.
 
18
Nos dejan de herencia
una Bomba.
Pero ella caerá
sobre nosotros.
 
19
Un árbol me despierta
y me dice:
"Es mejor despertar.
Los sueños no te pertenecen.
Mira, mira los gansos
abriendo sus grandes alas blancas,
mira los nidales de las gallinas
bajo el automóvil abandonado."
 
20
En la casa de madera
sueño con el canto de los pájaros
que anidaron una vez en este bosque.
 
21
Estoy en la Carretera Panamericana.
El auto pasa frente al almacén
donde una vez
hablé contigo hace años.
Pero ya no recuerdo si era en este pueblo o en otro.
 
22
Si el mismo camino que sube
es el que baja
lo mejor es mirarlo
inmóvil desde una ventana.
 
23
No puedo ir a hablar con ustedes.
Perdonen mi mala educación.
Prefiero asistir sin ser invitado
a tomar un té infinito
con el Lirón, la Liebre y el Sombrerero loco.
 
24
Los charcos
abren ojos aterrados
al oír a los patos.
 
25
Mientras no cesan los golpes de los dados
tres bicicletas relucientes de frío
esperan pacientes y cabizbajas
afirmadas en la pared de la cantina.
 
26
Fuego bajo las cenizas
y en el muro
la sombra de los amigos muertos.
 
27
Veinte años después
ha resultado
que los mejores alumnos
son los de la escuela de la cimarra.
 
28
Se me había olvidado:
Una campanada = pasajeros del norte.
Dos campanadas = pasajeros del sur.
Tres = carga del norte.
Cuatro = carga del sur.
Esto lo aprendí una vez en un lugar cuyo nombre no importa
donde ya ninguna campana
anuncia ningún tren.
 
29
Un vaso de cerveza,
una piedra, una nube,
la sonrisa de un ciego
y el milagro increíble
de estar de pie en la tierra.
 
30
Una batea en medio del patio.
La ropa ajena
flamea en los alambres,
la familia de los cuidadores
se reúne
en torno a la primera sandía.
 
31
Un huevo fresco
olvidado
al pie del muro divisorio
al fondo
acurrucada
la escala de tijeras
y
(pero no por último)
un montón
de rastrilladas hojas
listas para el fuego.
 
32
Mi hija me pregunta:
¿Dónde estuve yo antes
que ustedes nacieran?
 
33
Bajo una misma lámpara
unos escriben poemas
otros falsifican moneda.
 
34
Aún se pueden ver en el barro
las pequeñas huellas del queltehue
muerto esta mañana.
 
35
La tierra en primavera
y las ruedas del tren
aplastan las hormigas.
 
36
Las negras casas quieren atravesar el río,
pero se detienen en las orillas,
y allí son mendigos inválidos y rencorosos
mirando el lento vuelo de los patos silvestres.
 
37
Los raídos penachos de los álamos
saludan el regreso de la luz.
La tierra cree resucitar
y también nuestro amor.
 
38
La niebla hace a todos personajes
de un libro de cuentos de hadas
leídos en la torre que se incendiará.
 
44
Un vaso de cerveza,
una piedra, una nube,
la sonrisa de un ciego
y el milagro increíble
de estar de pie en la tierra.


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CONSIGNA DE ESCRITURA

Tomando la idea de mínima extensión de los poemas que componen esta serie titulada Cosas vistas, construí tus propios poemas / textos brevísimos sobre tu propio paisaje cotidiano, tus propias cosas vistas. Se trata de ver esos pequeños eventos diarios con otra mirada, o esas "historias mínimas" (a propósito, ¿vieron la película Historias mínimas? Si no lo hicieron... ya saben).

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LOS TEXTOS DE USTEDES


Karina
 
El reloj tictaquea
Le pido al tiempo
que pase más lento
para poder disfrutarlo
 
~
 
Las hojas secas
Ventanas
La calle
Los autos
El árbol
El perro
La señora
Enumero, respiro,
aprieto mis manos
La ansiedad va
esfumándose
 
~
 
En la noche fría
tengo el privilegio
del abrigo
 
~
 
Huelo casas calentitas 
ventana a ventana
Me apuro para
oler la mía
 
~
 
Tus abrazos que
me invitan al presente
Y yo, que intento
no pensar
cuánto tardará
en sonar la alarma
 
~
 
La veo girar
y girar
para encontrar
la posición correcta
en su colchoncito 
Veo esta escena
unas cuántas veces
al día
Todos los días
Y sé que jamás
voy a dejar de sentir
amor y ternura
 
~
 
Ya no me queda más
que verlos en sueños
construcciones de mi inconsciente
o que vengan especialmente
a visitarme cuando duermo,
me den la mano
un abrazo
y sentir, por unos segundos
el calor de lo humano
aunque ustedes ahora estén
mucho más allá de los cuerpos
 
~
 
Me cansé de correr
hacia zanahorias ajenas
y otras ilusiones
Lo que yo quiero
es estar sentada
con mi té y mi chocolate
viendo por la ventana
cómo el otoño se transforma
en invierno
 
~
 
Las caricias
los cuerpos
el amor
el arte
Es todo lo mismo
Es todo lo que nos va a salvar
 
~
 
Mi reflejo de hoy
no es el que más
me gustaría estar viendo
Aún así,
elijo verme y gustarme
 
~
 
¿Cuánto más vas
a tardar en saltar
a la pileta 
que llenaste vos?
 
~
 
Hace frío
y yo
me confundo
 
 
 
Claudia S.

1
Los grises pueblan el cielo,
la mañana resuena en el campo
y un rancho se desarma en la lejanía.

2
La sed del mendigo
se detiene en el empedrado.
Una frazada espera bajo el alero de chapa.
Llovizna y hace frío.
Pienso en el frío, en la llovizna y en las veredas húmedas.

3
En la terraza la ropa flamea
celestes, azules, tonos infinitos.
Subo los escalones verdes.
El viento anudó las telas.

4
El río perdió su voz y
ya no respira peces.
Puedo ver su lecho vacío.

5
Los niños juegan en la plaza y
la música los acerca hacia
 caballitos esmaltados.
Ellos los envuelven en la quietud de la tarde.
El más pequeño atrapa la sortija.

6
Los árboles se desnudan,
ceden el paso a la próxima estación y
nosotros nos cubrimos del incipiente invierno.
Ponchos de lana de alpaca, gorros con corderito y
 bufandas enormes nos protegen de esta helada repentina.
 
7
Escribo sobre papeles blancos,
desecho palabras de tinta.
Suena el timbre una y otra vez,
dejo los borradores en la mesa,
escucho un grito.
No es mi nombre.

8
La flor no crece,
la tierra se agrieta en la maceta
porque el agua ya no cae.
 Enmudeció en ese patio solitario.
 
 
Adri

1
Hace frío
mucho frío
no me gusta
prefiero la libertad
de andar descalza
y sin ropa
 
2
Desde la ventana
sigo con la mirada
esa hoja rojiza
que se desprende
abandona la rama
y vuela.
No quiero pensar adónde caerá
ese momento
suspendida en el aire
es la eternidad
 
3
La gata se estira
recostada en el marco de la ventana
obscenamente lame sus patas
ignorando por completo mí mirada.
Me fascina su belleza
puedo sentir el placer
de ese ritual matutino bajo el sol.
 
4
Pude amamantar a mis hijos
hoy mí hija amamanta
Veo su pecho que desborda
y a su bebé que demanda
con urgencia
llenarse de amor
 
5
Una hormiga baja del malvón
con su botín a cuestas
la siguen muchas hormigas mas
en el pasto está marcado
el camino al hormiguero
esquivan los obstáculos
Y avanzan triunfantes, seguras.
Quiero matarlas,
están pelando el malvón
pero no puedo negar que las admiro
Mejor las dejo ir.
 
 
Morena
 
Cuando la luz se va a dormir 
Me encuentra muy despierta.
La mente cae enredada 
Y se le salen los zapatos. 
.
El calor que se filtra
de la ventana del anden 
me recuerda a tu caricia
Y la bocina del tren opuesto me despierta.
.
No quiero fingir que es fácil,
A veces la pluma me pesa.
.
Los árboles de la cuadra me miran 
Y saben que necesito su canto.
Silban un rato 
Y la vida parece más liviana.
.
Una pequeña planta 
crece de una grieta en la cocina.
Gesto que me esperanza a que habrá 
algo de renacer en esta angustia que me aqueja.
.
El libro que en tus manos 
es música,
La voz tuya que tan 
acertada la acompaña. 
.
Que hubiese sido de mi 
sin ese abrazo de palabras 
de un puñado de gente 
extraña,
De siglos pasados,
De dolores y alegrías
Que tanto me interpelan.
.
No quiero fingir que es fácil,
A veces la vida me pesa.
.
Lo pienso, 
mirando la gente en sus rumbos:
La brújula siempre me 
hubiese apuntado el mismo camino.
.
El día se despierta y
Con él,
Una nueva oportunidad me calma.
 
 
 
Claudia V
 
Frío
El frío flota en las ventanas.
Nubes oscuras acechan.
La paloma esconde su arrullo
bajo un árbol desnudo.
 
La taza humeante del desayuno
trae aromas y caricias.
Veo tus ojos a través de la bruma del café.
 
Un gallo de lata
ostenta sus plumas de chapa colorida
mientras custodia la chimenea sin fuego.
 
Un baúl viejo y ajado
guarda los recuerdos del verano
y sostiene momentos felices
atrapados en marcos de madera.
 
Las hojas verdes
abandonan los jardines
alfombrados de ocres y amarillos.
 
En las plazas,
las hamacas crujen su vaivén
esperando las risas infantiles que no llegan.
 
El viento silba,
El sol timorato apenas sale
y la soledad invade el aire.
 
 
Laly
Poema 1

Sé que un ojo solitario me observa 
desde la cabeza moribunda de un ratón
la lágrima se estrena y enturbia mi mirada
el latigazo de un rebenque la espanta
 
El papel arrugado esconde  la dirección
y debajo un teléfono de código antiguo
testigo y sarcófago de un tiempo pasado
 
Ruegos silenciosos delante de la imagen
Qué desesperados no nublan su mirada
Debajo de un par de  párpados abanicados
donde duermen la inmensidad sus niñas
 

Poema 2
Queda el rocío a la vista y el pasto debajo
muerto de frío, de nieve, de lluvia y escarcha
que lo sigue matando y no lo sabe
 
Calza el cuchillo a su cintura con faja roja
y lo ajusta con la mano de ensillar
toma de ese lado la boleadora enamorada 
y atrapa la sonrisa  que pasa por ahí
 
Con mirada solitaria le acerca su presencia
hermosa rosa roja 
ofrecida a sus pies mojados por la escarcha 
la invita a caminar.
 
 
Laury
Humo de café caliente
que mueve la brisa
un vestigio de sol se deja ver
y el verso de aquella poeta
llega con la aurora
 
La tristeza hizo en mí
lo que la nieve a la tierra
el tiempo las hace invisible
sólo la tierra y yo sabemos
que siguen ahí…
 
En el parque un pájaro amarillo
se acerca con saltitos hasta mi pie
pude sentir que ambos
disfrutamos de la compañía
 
La oscuridad ahogaba
esa noche que la luna
fue un agujero por donde
se escaparon las estrellas
 
La frialdad de aquel ser
gritaba en silencio
todos sus inviernos
 
Hay indigentes de memoria
y con ellos
nada se puede hacer
 
Una siesta de junio
el relato de su madre
llegó cargado de
aromas de primavera
 
En el rincón de su querencia
está su sillón frente a la ventana
libros, cuadernos, una radio
la mesita con una copa de vino
y un gato que duerme en redondo
arriba de la mancha de sol.
 
 
La calabaza partida al medio
sonreía con sus dientes semillas
la limpié, preparé la sopa
y mientras se cocía en la olla
me preguntaba
cual habría sido el chiste

 

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LA MUSIQUITA DE HOY






Sin más motivo que haber leído la palabra "ciego" en el poema y recordar de pronto esta canción: El tuerto y los ciegos. Se las dejo por AQUÍ

miércoles, 18 de junio de 2025

14~Tu lugar: una serie de consignas ~ Episodio 5 final

Un final con opciones
...porque en la vida no siempre podemos elegir, 
pero en la escritura siempre. 



OPCIÓN A: Lo maravilloso irrumpe en tu lugar. Puede suceder cualquier cosa: una invasión de robots, el descenso de un OVNI, una plaga de hadas, dragones electrónicos, duendes, magos, hechiceras y todo lo que se te ocurra. O nada de esto: una persona común y corriente que de pronto adquiere una habilidad sobrenatural; una maestra que descubre que puede volar; un hombre-topo, un árbol que habla, una escollera que cobra vida y se pone a caminar.
Contame la historia de esa irrupción.



OPCIÓN B: si el lugar con el que estuviste trabajando te llevó hacia el género maravilloso y ya estás por ese lado, bueno, contá una historia final que transcurra ahí, poné los personajes en acción, hacé que suceda algo, que puede ser insólito, hacé irrumpir a otro personaje muy inesperado...


OPCIÓN C: tenés cuatro consignas resueltas. Los textos giran alrededor de un lugar, el que elegiste. Tomá los cuatro textos que escribiste, copialos en un solo archivo y corregilos. Podés darles otro orden, conservar el que tienen, numerarlos o también construir un único texto tomando solo las partes que te convenzan más. 

Recordatorio:

*Consigna 1: Elegir el lugar y hacer una lista de razones

*Consigna 2: Recorrido sensible por ese lugar

*Consigna 3: Un personaje de ese lugar

*Consigna 4: Fundación

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LOS TEXTOS DE USTEDES


Kari
El dragón de hielo
Una tarde nublada de invierno bien al sur, una parte de los grandes bloques de hielo que dominaban la zona, tembló. Pedazos de hielo comenzaron a caer, estremeciendo las aguas sobre las que estaban ubicados. El bloque se desperezó generando truenos en la tierra, que asustaron a los animales que merodeaban cerca de allí.
Un ala gigante se desprendió del bloque mayor y se sacudió esparciendo pequeños pedacitos de hielo. Otra ala la imitó.
Luego, una cabeza alargada hizo lo propio y se impulsó hacia adelante,
provocando la caída de más hielo y mucho más estruendo, acompañado de rayos en
el cielo.
El dragón de hielo sacudió su cuerpo completo, liberándose, y emprendió su vuelo con dirección al norte. Se acercó a un pequeño pueblo y se presentó con cuidado, a cierta distancia, para no asustar a nadie. Las personas, que estaban reunidas junto al fuego y cubiertos por pieles para combatir al frío, lo observaron con curiosidad, pero no con miedo.
El dragón miró a los ojos al más anciano del grupo. El hombre se puso de pie y se dirigió hacia la criatura con pasos lentos. El dragón inclinó su cabeza cuando lo tuvo frente a él. El
anciano giró a ver a la tribu y les sonrió. Luego, con dificultad, se puso de rodillas sobre la nieve. Apoyó las manos sobre la superficie fría, dejando que se hundieran unos centímetros. Y lloró.
De la boca del dragón, una llamarada fría y transparente salió para cubrir a Pipi en hielo eterno.
 
 
Claudia S.
Doña Blanca
 
    Trato de buscar en aquella ciudad, con sus playas de agua esmeralda, a ese personaje que formo parte de mi estadía allí. Podría describir varios como el librero del centro comercial, el vendedor de churros con sus tarareos o a un lugareño siempre con ganas de ayudar en guiarnos en lo que se necesite.
    Pero me decidí a hablar de alguien que me recibió en su hostería, doña Blanca. Una mujer de cabellos largos y desteñidos, de ojos azules y mansos. Su estatura era relativamente baja y su espalda bastante encorvada. Su jornada se dividía entre registrar nombres de huéspedes y en balancearse en su viejo sillón de mimbre. Con su mirada distante hace rodar su memoria y habla y habla y cada tanto se le pierden las palabras, pero las alcanza al instante.
    Esta historia, la de la propietaria de Los pájaros comienza en su cocina entre frascos de mermeladas de frutos rojos. Mermeladas cuyas recetas esperan siempre a alguien dispuesto para aprenderlas y divulgarlas.
    Entre azúcar y frutas, el relato saborea de imágenes todo el espacio. Llegó a Las Grutas con su esposo, casi recién casada. Habían vivido un tiempito en una pensión en la ciudad de Buenos Aires y con sus ahorros decidieron probar suerte allí. Ambos atraídos por la belleza de los paisajes, de ese clima perfecto y de esa ciudad que se vislumbraba ser importante en materia de turismo.
    Comenzaron con la venta de productos regionales, entre ellos distintos tipos de panes que ellos mismos preparaban. Después de un tiempo, doña Blanca decide alquilar cuartos y su casa comenzó a albergar turistas y en su comedor se mezclaban las lenguas. Palabras en francés, en inglés y su italiano se desparramaban en ese mantel, testigo de innumerables historias. Su esposo parecía entusiasmado al principio, pero al poco tiempo decidió regresar a su pueblo natal, en Balcarce.
    Siempre admiré a esta señora, que con sus noventa años seguía allí. Su lugar elegido, su contacto con personas extranjeras y de otras regiones cercanas, la enriquecía a través de relatos de apasionantes aventuras. Se divertía cuando escuchaba reír a los adolescentes y cada día de su permanencia allí, era uno menos para ella. Las charlas transcurrían en idiomas distintos, pero poco a poco aprendió a descifrar por gestos lo que no entendía. Y se manejaba muy segura cuando le pedían alguna comida típica que desconocía. Siempre emprendía su mañana con jovial optimismo.
     Pasaron diez años de la última vez que nos vimos. La recuerdo en su mecedora, viejita, ya muy viejita, como alguien que llego a esas tierras y que se enamoró. Pero, al momento de elegir, no pudo. Ya ese lugar había elegido a esta señora, que sigue allí. La veo espiando por las ventanas, tan transparente y lúcida como esos cielos azulados. La imagino en cada cucharón, despertando a los huéspedes más remolones para servirles sus enormes desayunos. Abundante comida casera, viandas recién horneadas, en esa mesa gigante, esperan nuevos visitantes cada mañana. Y doña Blanca aprenderá sus nombres, sus costumbres para que por lo menos allí, sientan un ambiente tan cálido, al que quieran regresar siempre.
    Como lo hice yo, en este diciembre de calor intenso. Y doña Blanca aparece traspasando las puertas de las amplias habitaciones, sin el ronroneo de sus llaves. No las necesita. Susurra muy bajito por los techos y ventanas. Hace despertar a los que quedaron agazapados en sus almohadas almidonadas. Ellos sienten su fragancia a jazmín de jabones esmerilados. Ellos la escuchan allí en el silencio inmóvil de la mañana. Luego se levantan de a uno como arrastrados por una fuerza invisible. La mesa de la cocina tiene un mantel cuadrillé verde. En la cabecera, ella los mira atenta y con cuidado. Yo también los veo y los escucho. Además, observo como el cabello de Blanca recobra el color de los dorados. Siento su voz señalando la inmensa variedad de alimentos, pero no se perciben sus aromas. Las mermeladas perdieron sabores y colores. Ahora, los utensilios se mueven al compás del reloj cucú que comienza a funcionar después de años. Los jóvenes, allí, la miran quieta con sus facciones resplandecientes. La mecedora luce nueva con su pintura original. Cae mucha nieve en ese verano patagónico. Las aberturas de la vivienda dejan ver el blanco espeso de los copos en el vidrio. Comienzan a formarse imágenes de soles y lunas, con sus auroras y atardeceres. No hay leños, ni calefacción alguna y nadie padece el frío allí. Las arrugas de la anfitriona desaparecen de manera brusca, en medio del alboroto. Ella siente el repiqueteo de la campanilla. Me mira con un gesto cómplice. Camino hacia la entrada. Un joven de un pueblo de Balcarce, en la puerta de la hostería, espera.
 

Laly
El silencio de los volcanes no es sordo
                                                                                                                  
Allí estaba yo, tenía que creérmelo. Todos los ojos de las ideas estaban en mí, aunque no los podía ver lo supe y apresuré el paso aparentando no haberme dado cuenta y quién sabe por qué se me plantó que ésa -la tercera- era la única y buena para continuar dándole forma a la historia que tenía en ciernes
Con rapidez marqué bien los tacos de mis endebles mocasines y al dar otros más tomé velocidad y me fui al suelo sin ver el agujero poderoso y barroso que me esperaba con sus mandíbulas abiertas como para tragarme en el tiempo en que se esboza un quejido
El sonido de la voz que oí era tan sucio como de encharcada me sentía: “Ahora eres materia mezclada con lava fría y vieja del volcán de aquí cerca, te convertirás en bloques y serás abrigo para muchos que te valorarán tanto que no te dejarán nunca, ya verás” …
Me entregué a esa situación de la que me resultó imposible salir y ciertamente quedé como parte del abrigo proporcionado a cantidad de seres que se albergaron también gracias a mi material de manera más cálida y amable
No saben aún que ese material del que insisto quedé parte -desde entonces resultó inteligente, ya que no he perdido mi posibilidad de pensar y razonar- tiene un inconveniente y es que no he podido volver a   manifestarme
No obstante esto también será pasado y se podrá leer algo así como: “se consiguió que inyectando plásticos de altísimas potencias de códigos secretos” alrededor de caños de aceros inamovibles clavados en el subsuelo de la costra terrestre conseguirán elevar edificios que de ninguna manera podrán ser devastados por movimientos terrestres, ya que no habrá terremotos que puedan logarlo
La voz de las entrañas de la tierra se dejó oír con una sorpresiva voz finita y aguda:     
–No estén tan seguros, la naturaleza es imbatible, se las arreglará para voltear todo lo que no haya sido creado por ella, ojalá no tengamos vida para verlo
–Yo no tengo ganas de ver tal cosa -dijo el monte Álvaro Condarco- quisiera dormir en lugar de soportar una hamacada de ésas, ya estoy mayor
–¡Te has vuelto un haragán querrás decir! se oyó socarrona una voz del montón previo risotadas en el lugar
–¡En fin colegas mañana estará bueno el día y con suerte soplará el viento Zonda, así difundió la Cruz del Sur y su prima más que lejana (a su vez parienta de la Hidra por la mitología griega -la de rulos con varias cabezas- ¿se acuerdan? últimamente está pasando una temporada más cercana a la tierra que antes
Y cambiando de tema El Tupungato -que significa mirador al sol- está inactivo desde hace rato y no deja de ser renombrado, eso me fastidia bastante, no es justo y encima está cerca de la frontera con Chile a pesar de estar dentro de Luján de Cuyo, es famoso y duerme a pata ancha desde hace un montón de años, habría que hacer algo al respecto
–¿Ponerle una alarma despertadora servirá? Sonó burlona una voz que continuó:
–Si vamos al caso hay otros 800 volcanes más en la misma zona de Luján limitando con la Payunia zona con volcanes que son accesibles para ser visitados
Roguemos que nuestros descansos sean largos y los movimientos sean postergados para dentro de un siglo por lo menos, estoy algo perezoso porque desde que ME ascendieron a “Volcán más alto del mundo” trabajo mucho, no tengo feriados desde hace rato, mi actividad es constante y para peor los curiosos turistas por culpa del andinista Crocetta de la Cdad. Luján de Cuyo que me hace publicidad, no me dejan dormir la siesta desde hace ratazo
Todas las voces estaban altas y el razonamiento interesante para este grupo múltiple e inimaginable que de alguna manera desde sus lugares se comunicaban en ese agradable convite de ideas espontáneas.
El silencio también hizo lo suyo fue inocente y breve, sedujo con calma sin que se notara y todo pasó a ser nuevamente mudo y amable sin perder de vista las cercanías físicas de estos puntos geográficos a pesar de las distancias enormes que significan para nosotros los humanos.
 

Lauri
Si vas a Córdoba anda dispuesto a que tus piernas se cansen, tus ojos se maravillen, tus oídos escuchen música cuartetera sin cesar, y que tu cuerpo resista el calor serrano durante el día, sabiendo que la recompensa vendrá con la luna, las estrellas y su frescor.
No importa con el humor que llegues a estas tierras, sea cual fuere va a cambiar, y por supuesto que para bien. Vení preparado a encontrarte con las personas mas graciosas del universo, (si, también son algo exagerados) y no te tomes nada en serio.
Enterate que cuando cruces un par de palabras con alguno de la zona, te va a invitar un mate o un vaso de vino y seguramente cuando te despidas ya tengas otorgado un apodo. También, sería bueno que te prepares a escuchar muchísimas historias, desde un nazi escondido entre su gente, un pueblo que decidió un suicidio en masa, hasta una hechicera que ve a las almas bailando sobre el río.
Comé asado y empanadas, bailá una chacarera, tomá los mates con peperina y disfruta los mejores alfajores.
Traé una buena cámara de fotos, o mejor ejercitá tu retina para retener los paisajes más lindos y variados, ver en los cerros, chivos y destellos , arbustos secos, un hilo de agua que desemboca en un hilo más grueso, donde podes recostarte entre las piedras, hundir tu cuerpo  en la corriente de agua cristalina y si no te dormís, puede que encuentres a la vera del río, gansos y ovejas  comiendo lo que encuentren entre los árboles, y si cerrás los ojos, podés intentar distinguir el canto de los distintos pájaros, que juegan a molestar a las demás especies robándoles las semillas o migas que alguien dejó por ahí.
Si querés asombrarte más, caminá entre las piedras, trepalas, hablales en el camino (te aseguro que te escuchan), escalá hasta donde ellas te permitan, suelen ser buenas con las visitas. Y allá en lo alto donde se vencen los miedos, sentate un rato a contemplar la naturaleza del silencio, los celestes del cielo, el horizonte quebrado, los destellos, los verdes vivos y también los secos, las sombras y sus figuras, a lo mejor aparecen ellos, los cóndores y te regalan el baile de su vuelo.
Y cuando comencés a sentir que los días fueron poco para tanto disfrute, prometete volver y traer con vos a alguien más para no tener que explicar lo inexplicable, porque entendiste que ahora, Córdoba ya no es solo una provincia más, sino el lugar al que siempre querés volver.


Martín
El viaje
Se encontraron en un bar apenas entrada la noche y se sentaron en una mesita en el patio.
El inusual brillo de las estrellas los invitó a contemplar el cielo.
La conversación fue amable y divertida, solo interrumpida cuando les alcanzaban las bebidas y luego la cena.
No fue casual la elección del sitio, siempre iban allí, cada noche.
El barman y los mozos estaban acostumbrados a su presencia y sus preferencias. Sabían el modo de tratarla y conocían las consecuencias de no hacerlo bien.
En algún momento, luego de varios tragos, él perdió su estampa de caballero gracioso. Ella odiaba profundamente que él hiciera esas cosas. Quienes la conocían escucharon todo y se prepararon para lo que sucedería hoy, tal vez fuera copia de otras noches.
Luego de algunos gritos y reproches mutuos  él no pudo contenerla y ella, en su enojo, levantó una mano con la palma hacia arriba, sus dedos quedaron semi doblados como esforzándose por invocar al cielo algo poco común.
Ellos sabían que las invocaciones nacidas de sus mayores enojos nunca terminaban bien.
Él comenzó a ver su expresión dolorosa, la escuchó gritar un grito casi mudo, sintió el calor inmenso que irradia su cuerpo. Pudo ver que todos los objetos a su alrededor comenzaron a elevarse muy lentamente y pudo sentirse flotando también.
Recuerda el vértigo que sintió la primera vez, en la segunda aprendió a mantenerse derecho, a partir de la tercera supo caer apropiadamente cuando todo hubo acabado.
Esta vez fue distinto, la gente de alrededor miraba la escena y así lo entendió. No saben qué sucedió, él siempre la hacía enojar y siempre aplacaba su enojo con palabras suaves y precisas. Está vez sus hechizos no lo lograron y ella hizo temblar todo: el aire se arremolinó, los objetos flotaban por todo su alrededor, las estrellas cambiaron sus posiciones, el cielo se deformó hasta que logró sostener la luna en la palma de su mano, con su otra mano lo levantó y lo colocó sobre un cráter y en un fuerte tirón final volvió todo a su lugar.
Y allí se sentó y se quedó mirándola desde aquella inmensa distancia.

 

 

 

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LA MUSIQUITA DE HOY



Una música viejita, linda, una canción verdaderamente maravillosa... Sandra y Me contaron que bajo el asfalto. Escuchá ACÁ

martes, 10 de junio de 2025

13~Tu lugar: una serie de consignas ~ Episodio 4

La consigna de hoy es contar cómo se fundó tu lugar. Para eso, te propongo que escribas un texto en el que imagines cómo fue la fundación de tu lugar. ¿Quién fue el primer habitante? ¿Quién construyó la primera casa? ¿Por qué se llama como se llama? ¿Cuáles son los primeros mitos que circulan?




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LOS TEXTOS DE USTEDES


Laly
ILuminó el alba sobre un gran desierto y parió el día. 
En pocos minutos el sol dejó ver como la tierra se abrió y aparecieron agudos picos de grandes alturas que se convirtieron en escaleras para alcanzar el cielo
Montañas de grises rocas heladas y aceradas surgieron para que no se las trepe... 
Y tan altas como quisieron para ver de cerca el cielo en el infinito bajo en el que ellas también quedaron.
Rugidos leoninos dentro de algunos picos marcaron la furia de luchas internas -como si fueran de sangre caliente-
Rondas de animales desconocidos hicieron suyo el paisaje contoneándose, al divisar pájaros negros de diferentes tamaños, que desde las alturas estrenaban el lugar
 
... Así avanzó la vida y llegó el día en que decidí salir de mis soledades y buscar otras pero con diferentes  montañas y tomando algunos de mis petates los envolví en un género grande que me servía de mantel, y a veces de cortina para evitar el paso del frío por las ranuras del que era mi lugar, me lo puse al hombro recé un par de oraciones aunque nunca fui creyente, pero es lo que hacía mi madrina antes de bajar a media montaña, lugar en que, de a rato, ,llegaba un hilo de agua que se juntaba en el hueco de una pequeña profundidad y allí fregaba algunos trapos 
 
Un tropero que observaba desde una subida quiso que supiera de su presencia en el lugar
dejó oír su silbido melodioso y sonoro, por lo que sorprendida miré a mi alrededor... 
Y al verlo rápido y en silencio de ahí me escapé. Perdí él rumbo y me angustié pensé en volver a mi cueva y no me creí capaz. Decidí continuar la bajada pues no tenía más que perder aunque algo nerviosa quedé, rodaron piedras importantes que apenas me rozaron, asustada llegué a la planicie que la montaña me mostró y el tropero muy pronto me alcanzó "no tema niña que daño no le haré, solo buscaba descanso y en eso la vi, tengo una hija muy parecida a usted...”
Me propuso bajar con él hasta su lugar, en donde lo esperaba su familia y sin mucho que perder observando su mirada acepté la invitación.
 
Qué lindo hablaba el tropero!! Tenía mirada serena, no conocí a otros pero estaba segura de que sí era bueno... Y pensé que la familia sería la esposa más un montón de hijos... Como la que le había dejado Casimira a Don Ramón en la montaña, antes de fallecer.
 
"¡Mire niña qué lugar!  Agua por todos lados! Nunca hay que acarrearla! El problema se arma si nieva muchos días seguidos y después cuando se hace el deshielo... Ahí sí que te quiero ver, es muy bravo... Si quiere le cuento algunas cosas que me pasaron
–No. Prefiero no asustarme.
El tropero rio ante tal respuesta y luego dijo:
–Está bien, tiene razón. ¿Sabe? Casi nunca llueve... Es raro que no esté lindo por aquí... Igual que la poca gente que hay...
Así hablaba el tropero todo el tiempo, por suerte continuaba sin llevarme el apunte, creo que conversaba con él mismo, era divertido escucharlo aunque la mayoría del tiempo solo lo oía. 
–Todo esto está igual que siempre, nadie pasa por aquí. A nadie le interesa porque hace demasiado frío. La gente se muere helada si no encuentra de comer... Todo esto es Luján de Cuyo así dicen los paisanos de por aquí y estamos en tierras mendocinas... ¿Oyó decir eso niña?... 
Yo solo escuchaba de a ratos y guardaba silencio, todo era nuevo para mí, pensaba mucho en quién me crio... 
¿Qué no me hubiera dicho mi madrina Casimira si se hubiera enterado de esto?  Nada bueno seguro, y también se hubiera asustado... 
¡Menos mal que está muerta! Sí, es una suerte para ella...
 

Claudia S.
Las Grutas
 
  Dicen que sus primeros pobladores llegaron de San Antonio Oeste en 1939. Dichos vecinos construyeron un bungalow, única construcción en la zona durante mucho tiempo. Ellos visitaban esos lugares desolados con mucha frecuencia y desde mucho tiempo antes. Esas playas vacías y desamparadas, siempre esperándolos, iban formando parte de algo inimaginable. Las autoridades, sabiendo que esas tierras eran privadas, realizaron las gestiones correspondientes y en 1960 se determinó el comienzo del balneario. Años más tarde cobraría el nombre de Las Grutas.
    Imagino a sus lugareños, llegando de los alrededores o de Bariloche. Más tarde seguramente, llegarían en trenes desde Buenos Aires. Los veo entusiasmados, con poco equipaje, quizás solos, dejando en sus pueblos a las familias. Todo construyéndose a medida de los avances tecnológicos. Viviendas precarias pero consistentes para soportar las adversidades climáticas. Una región ventosa, con fríos intensos, pero con la calma de esos espacios inhóspitos. Espacios que muchas veces no se eligen, pero que se llegan para buscar empleos cuando las ciudades no los proveen. Puedo imaginar nuestro clima, casi ochenta años atrás y percibir las dificultades que debieron atravesar esos pioneros. Todo va en constante movimiento y ese frío de entonces va mermando. Las temperaturas se alteran de manera brusca a tal punto que aquellos climas ideales no los encontramos donde alguna vez existieron.
    Puedo ver crecer complejos de cabañas, hoteles y comercios. Dicho crecimiento fue dando lugar a muchas oportunidades de trabajo. Trabajadores que quizás luego se afianzaron con sus familias allí. Y gracias a esas decisiones, esa parte de nuestra Patagonia se puebla cada vez un poquito más. Sus largas playas resguardadas por acantilados repletos de cuevas. Barcos oxidados, testigos de funciones comerciales forman parte del paisaje. Los trenes comienzan de a poco a resurgir de los galpones donde habían quedado quietos, sin voces. Las personas que se asentaron allí, siempre les encanta contar sus historias. Anécdotas, mitos y leyendas son palabras que se repiten y nos atrapan. Desde sus pobladores más cercanos hasta los que llegaron de más lejos, hicieron de esta ciudad una comunidad tan cálida, como la temperatura de sus aguas.
 

Claudia V.
Viajeros en el viento
 
Ellos llegaron una tarde viento impetuoso. De esos que todo lo tiñe de gris blancuzco, que castiga despiadadamente, nublando la vista y empolvando los cabellos.
Venían en grupo desde el Norte, buscando frutos, cuando vieron una manada de alpacas que cruzaban la puna. Los hombres salieron tras ellas como buenos cazadores, para llevar carne a sus familias. Las mujeres, por detrás, recolectaban algarroba, pascana y tubérculos que transportaban en sus cestas.
Entre ellas estaba Wara que se destacaba del resto por su esbelta figura, su cabello renegrido sujetado en gruesas trenzas y un tocado de plumas traído de la zona de selvas. Un collar de cuentas de hueso, adornaba su cuello. Se lo había regalado Atipa, en un encuentro furtivo, una noche tranquila en la que los mayores tomaban chicha y reían mucho. A partir de ese momento, trataban de estar siempre uno cerca del otro.
En medio de la cacería, el sol comenzó a opacarse y el trote de las llamas comenzó a levantar demasiada polvareda lo que impidió reconocer el viento tempranero que venía también del norte. El viento empujaba y hasta arrebataba sus ponchos. Hombres y mujeres corrían buscando refugio. Ellos dos también corrían, pero para encontrarse. Y se encontraron en medio de la ventisca y juntos corrieron también buscando refugio.
El viento tiñó todo de gris y nubló sus ojos. Encontraron una cueva entre las piedras y allí se quedaron, abrazados esperando que el viento amaine. Habían perdido al grupo. Estaban solos allí. Seguramente los otros estarían también en algún refugio cercano.
Atipa la miró escondida en su abrazo. Acarició su pelo moreno que brillaba a pesar del polvo; admiró una vez más su bello rostro y rozó su piel cobriza sumiéndose ambos en el amor, bajo el arrullo del viento incansable. La luna empolvada casi rodó por los cerros, para verlos dormir apapachados.
Los despertó el sol crujiente y se dirigieron a buscar al grupo. Caminaron sin rumbo y sin suerte. No veían a nadie.
Caminaron y caminaron hasta que llegaron a un estrecho valle, rodeado de cerros y colores. Sintieron que esos cerros los abrazaban. Caminaban entre ellos despreocupados y se abrían senderos de distintos colores. Encontraron una cueva carmesí que les serviría para protegerse de las noches frías y de las inclemencias del viento; decidieron quedarse allí. Atipa no tendría que alejarse demasiado para cazar y los frutos del airampo estaban por todos lados.
A los pocos días, llegó hasta allí la familia perdida y, sintiendo la protección de esos cerros, decidieron quedarse también.
El embrujo de colores cayó sobre ellos y ya no quisieron seguir andando.
 
 
Morena
Quién llegó primero? 
El mar no compite. 
Por qué?
El sol llegó antes.
De quién?
La arena acompaña, 
La arena suaviza.
Es neutral.
Es preparación.
La arena que fue piedra
Que será mar.
El mar que copa la tierra 
O la tierra que acorta el mar.
El pasto que es hectárea
La hectárea que es barrio
El barrio es propiedad 
Propiedad de quién sino de quien llego primero
¿Y Quién llegó primero? 
La esperanza o la curiosidad?
Ambas.
La tierra nueva como esperanza,
El descubrimiento como meta de la curiosidad.
Sea como sea:
De la calidez del sol
De la paz del mar
Y del paso de la arena
Nació una tierra sagrada que a nada le exige.
Mística, profunda, un lugar donde las cosas son como desean ser.
Sin olvidar sus orígenes,
más conservando la belleza de los mismos 
como un símbolo
 de agradecimiento, como un símbolo de eternidad.
 

Martín
Así comenzó.
 
Por accidente, por azar o porque sí. Llegaron hechos un bollito, desde muy lejos, girando incansablemente, esquivando todo a su paso, dicen que escapando de un tirano, dicen que abandonando una decadencia que los atormentaba, dicen que explotó algún experimento secreto y salieron como un misil. No se sabe con exactitud ni el por qué ni desde dónde vinieron pero un día llegaron.
Tenues y escurridizos como el humo de un sahumerio, pequeños cometas que solo sabían bailar. Recorrieron cautelosos toda la superficie y entendieron que en este lugar estaban solos y no supieron qué hacer con tanta libertad. Bailaron millones de vueltas alrededor de su nuevo hogar, arengaron meteoritos a salpicar la superficie y se recostaron sobre cada cráter simulando ser una neblina. Con sus infinitas vueltas moldearon cada porción de polvo de la superficie. Solo por diversión hicieron túneles sin fin que les servían de tobogán.
 
Con el tiempo comenzaron a ver cambios en el planeta más próximo. Su tiempo se estaba terminado y así decidieron dejar algo en este lugar, sin nombre aún, para aquellos que habían comenzado a surgir en aquel sitio próximo.
A medida que desaparecían lentamente, sus esfuerzos se hicieron más intensos y no descansaron sobre los cráteres ni fueron a jugar entre los túneles. Construyeron todo lo que quisieron. Dejaron una cara limpia, la cubrieron de polvo que refleja la luz del sol para que pueda leerse un poema en su superficie.
Ocuparon el otro lado con construcciones que solo podrán comprender los futuros visitantes cuando su evolución les permita llegar a ellas.
Calles, callejones, playas, mares, valles, montañas, grandes castillos, fábricas de cosas que se construyen y se destruyen esperando por siempre a sus visitantes.
Muy cautelosamente diseñaron todo de manera que no se vea desde arriba, solo algún caminante desprevenido podría descubrirlo.
Y así llegó su último día y descansaron sobre la superficie y fueron parte de su propia creación.
 
 
Adri
Manzanares
En 1871 una epidemia de fiebre amarilla azoto gravemente a gran parte de la provincia de Buenos Aires, principalmente a la zona sur, donde moraban muchas familias de gran poder adquisitivo. Así fue como comenzaron a buscar zonas más alejadas para radicarse, huyendo de la epidemia. Entre las familias que decidieron afincarse en esta zona noroeste del gran Buenos Aires, estaba  la familia Bosch, que sostuvo la titularidad de gran parte de las tierras a través de varias generaciones, hasta 1910, cuando la Sra. Carmen Miguens de Bosch hizo una donación de las tierras donde hoy se encuentra la estación de trenes José María Bosch. Varios años después las tierras se dividieron en 500 lotes para ser vendidos. Los lotes se extendían hasta la que hoy conocemos como Avenida Bernabé Márquez. Los que estaban cerca de la avenida estaban llenos de árboles frutales, por eso el barrio se llama Manzanares.
Cuando comenzó el loteo de las tierras de lo que supo ser la quinta de la familia Bosch, mis papás estaban recién casados y fueron unos de los primeros en comprar un lote en esta parte del barrio. En ese tiempo las calles eran de tierra, la luz se colgaba de un cable que cruzaba las veredas apoyado en postes de madera, había grandes zanjas que se llenaban de agua con la lluvia y entonces los sapos estaban de fiesta. Cuando pudieron construir una pieza con un baño y cocina, nos mudamos a esta casa donde todavía vivo, después de varias idas y vueltas, batallas perdidas y ganadas, vidas que se fueron, vidas que llegaron, muchas noches sin dormir, decisiones mal tomadas, algunos aciertos, mucha perseverancia, varias reformas, sueños rotos y esperar que después de la tormenta salga el sol, después de todo y de tanto, acá estoy.

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LA MUSIQUITA DE HOY


Pedro y Pablo, Yo vivo en esta ciudad. Buscaba una canción sobre fundaciones de ciudades y apareció esta, que es tan tan linda, y me trae recuerdos. 
Mis dieciséis años. No sé si a ustedes les gusta o les trae alguna melancolía, ya que son taaaaan jóvenes... sopórtenme, mis 57 me hacen impune.

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