miércoles, 18 de junio de 2025

14~Tu lugar: una serie de consignas ~ Episodio 5 final

Un final con opciones
...porque en la vida no siempre podemos elegir, 
pero en la escritura siempre. 



OPCIÓN A: Lo maravilloso irrumpe en tu lugar. Puede suceder cualquier cosa: una invasión de robots, el descenso de un OVNI, una plaga de hadas, dragones electrónicos, duendes, magos, hechiceras y todo lo que se te ocurra. O nada de esto: una persona común y corriente que de pronto adquiere una habilidad sobrenatural; una maestra que descubre que puede volar; un hombre-topo, un árbol que habla, una escollera que cobra vida y se pone a caminar.
Contame la historia de esa irrupción.



OPCIÓN B: si el lugar con el que estuviste trabajando te llevó hacia el género maravilloso y ya estás por ese lado, bueno, contá una historia final que transcurra ahí, poné los personajes en acción, hacé que suceda algo, que puede ser insólito, hacé irrumpir a otro personaje muy inesperado...


OPCIÓN C: tenés cuatro consignas resueltas. Los textos giran alrededor de un lugar, el que elegiste. Tomá los cuatro textos que escribiste, copialos en un solo archivo y corregilos. Podés darles otro orden, conservar el que tienen, numerarlos o también construir un único texto tomando solo las partes que te convenzan más. 

Recordatorio:

*Consigna 1: Elegir el lugar y hacer una lista de razones

*Consigna 2: Recorrido sensible por ese lugar

*Consigna 3: Un personaje de ese lugar

*Consigna 4: Fundación

~~~~~~~~~~~~~~~~~~

LOS TEXTOS DE USTEDES


Kari
El dragón de hielo
Una tarde nublada de invierno bien al sur, una parte de los grandes bloques de hielo que dominaban la zona, tembló. Pedazos de hielo comenzaron a caer, estremeciendo las aguas sobre las que estaban ubicados. El bloque se desperezó generando truenos en la tierra, que asustaron a los animales que merodeaban cerca de allí.
Un ala gigante se desprendió del bloque mayor y se sacudió esparciendo pequeños pedacitos de hielo. Otra ala la imitó.
Luego, una cabeza alargada hizo lo propio y se impulsó hacia adelante,
provocando la caída de más hielo y mucho más estruendo, acompañado de rayos en
el cielo.
El dragón de hielo sacudió su cuerpo completo, liberándose, y emprendió su vuelo con dirección al norte. Se acercó a un pequeño pueblo y se presentó con cuidado, a cierta distancia, para no asustar a nadie. Las personas, que estaban reunidas junto al fuego y cubiertos por pieles para combatir al frío, lo observaron con curiosidad, pero no con miedo.
El dragón miró a los ojos al más anciano del grupo. El hombre se puso de pie y se dirigió hacia la criatura con pasos lentos. El dragón inclinó su cabeza cuando lo tuvo frente a él. El
anciano giró a ver a la tribu y les sonrió. Luego, con dificultad, se puso de rodillas sobre la nieve. Apoyó las manos sobre la superficie fría, dejando que se hundieran unos centímetros. Y lloró.
De la boca del dragón, una llamarada fría y transparente salió para cubrir a Pipi en hielo eterno.
 
 
Claudia S.
Doña Blanca
 
    Trato de buscar en aquella ciudad, con sus playas de agua esmeralda, a ese personaje que formo parte de mi estadía allí. Podría describir varios como el librero del centro comercial, el vendedor de churros con sus tarareos o a un lugareño siempre con ganas de ayudar en guiarnos en lo que se necesite.
    Pero me decidí a hablar de alguien que me recibió en su hostería, doña Blanca. Una mujer de cabellos largos y desteñidos, de ojos azules y mansos. Su estatura era relativamente baja y su espalda bastante encorvada. Su jornada se dividía entre registrar nombres de huéspedes y en balancearse en su viejo sillón de mimbre. Con su mirada distante hace rodar su memoria y habla y habla y cada tanto se le pierden las palabras, pero las alcanza al instante.
    Esta historia, la de la propietaria de Los pájaros comienza en su cocina entre frascos de mermeladas de frutos rojos. Mermeladas cuyas recetas esperan siempre a alguien dispuesto para aprenderlas y divulgarlas.
    Entre azúcar y frutas, el relato saborea de imágenes todo el espacio. Llegó a Las Grutas con su esposo, casi recién casada. Habían vivido un tiempito en una pensión en la ciudad de Buenos Aires y con sus ahorros decidieron probar suerte allí. Ambos atraídos por la belleza de los paisajes, de ese clima perfecto y de esa ciudad que se vislumbraba ser importante en materia de turismo.
    Comenzaron con la venta de productos regionales, entre ellos distintos tipos de panes que ellos mismos preparaban. Después de un tiempo, doña Blanca decide alquilar cuartos y su casa comenzó a albergar turistas y en su comedor se mezclaban las lenguas. Palabras en francés, en inglés y su italiano se desparramaban en ese mantel, testigo de innumerables historias. Su esposo parecía entusiasmado al principio, pero al poco tiempo decidió regresar a su pueblo natal, en Balcarce.
    Siempre admiré a esta señora, que con sus noventa años seguía allí. Su lugar elegido, su contacto con personas extranjeras y de otras regiones cercanas, la enriquecía a través de relatos de apasionantes aventuras. Se divertía cuando escuchaba reír a los adolescentes y cada día de su permanencia allí, era uno menos para ella. Las charlas transcurrían en idiomas distintos, pero poco a poco aprendió a descifrar por gestos lo que no entendía. Y se manejaba muy segura cuando le pedían alguna comida típica que desconocía. Siempre emprendía su mañana con jovial optimismo.
     Pasaron diez años de la última vez que nos vimos. La recuerdo en su mecedora, viejita, ya muy viejita, como alguien que llego a esas tierras y que se enamoró. Pero, al momento de elegir, no pudo. Ya ese lugar había elegido a esta señora, que sigue allí. La veo espiando por las ventanas, tan transparente y lúcida como esos cielos azulados. La imagino en cada cucharón, despertando a los huéspedes más remolones para servirles sus enormes desayunos. Abundante comida casera, viandas recién horneadas, en esa mesa gigante, esperan nuevos visitantes cada mañana. Y doña Blanca aprenderá sus nombres, sus costumbres para que por lo menos allí, sientan un ambiente tan cálido, al que quieran regresar siempre.
    Como lo hice yo, en este diciembre de calor intenso. Y doña Blanca aparece traspasando las puertas de las amplias habitaciones, sin el ronroneo de sus llaves. No las necesita. Susurra muy bajito por los techos y ventanas. Hace despertar a los que quedaron agazapados en sus almohadas almidonadas. Ellos sienten su fragancia a jazmín de jabones esmerilados. Ellos la escuchan allí en el silencio inmóvil de la mañana. Luego se levantan de a uno como arrastrados por una fuerza invisible. La mesa de la cocina tiene un mantel cuadrillé verde. En la cabecera, ella los mira atenta y con cuidado. Yo también los veo y los escucho. Además, observo como el cabello de Blanca recobra el color de los dorados. Siento su voz señalando la inmensa variedad de alimentos, pero no se perciben sus aromas. Las mermeladas perdieron sabores y colores. Ahora, los utensilios se mueven al compás del reloj cucú que comienza a funcionar después de años. Los jóvenes, allí, la miran quieta con sus facciones resplandecientes. La mecedora luce nueva con su pintura original. Cae mucha nieve en ese verano patagónico. Las aberturas de la vivienda dejan ver el blanco espeso de los copos en el vidrio. Comienzan a formarse imágenes de soles y lunas, con sus auroras y atardeceres. No hay leños, ni calefacción alguna y nadie padece el frío allí. Las arrugas de la anfitriona desaparecen de manera brusca, en medio del alboroto. Ella siente el repiqueteo de la campanilla. Me mira con un gesto cómplice. Camino hacia la entrada. Un joven de un pueblo de Balcarce, en la puerta de la hostería, espera.
 

Laly
El silencio de los volcanes no es sordo
                                                                                                                  
Allí estaba yo, tenía que creérmelo. Todos los ojos de las ideas estaban en mí, aunque no los podía ver lo supe y apresuré el paso aparentando no haberme dado cuenta y quién sabe por qué se me plantó que ésa -la tercera- era la única y buena para continuar dándole forma a la historia que tenía en ciernes
Con rapidez marqué bien los tacos de mis endebles mocasines y al dar otros más tomé velocidad y me fui al suelo sin ver el agujero poderoso y barroso que me esperaba con sus mandíbulas abiertas como para tragarme en el tiempo en que se esboza un quejido
El sonido de la voz que oí era tan sucio como de encharcada me sentía: “Ahora eres materia mezclada con lava fría y vieja del volcán de aquí cerca, te convertirás en bloques y serás abrigo para muchos que te valorarán tanto que no te dejarán nunca, ya verás” …
Me entregué a esa situación de la que me resultó imposible salir y ciertamente quedé como parte del abrigo proporcionado a cantidad de seres que se albergaron también gracias a mi material de manera más cálida y amable
No saben aún que ese material del que insisto quedé parte -desde entonces resultó inteligente, ya que no he perdido mi posibilidad de pensar y razonar- tiene un inconveniente y es que no he podido volver a   manifestarme
No obstante esto también será pasado y se podrá leer algo así como: “se consiguió que inyectando plásticos de altísimas potencias de códigos secretos” alrededor de caños de aceros inamovibles clavados en el subsuelo de la costra terrestre conseguirán elevar edificios que de ninguna manera podrán ser devastados por movimientos terrestres, ya que no habrá terremotos que puedan logarlo
La voz de las entrañas de la tierra se dejó oír con una sorpresiva voz finita y aguda:     
–No estén tan seguros, la naturaleza es imbatible, se las arreglará para voltear todo lo que no haya sido creado por ella, ojalá no tengamos vida para verlo
–Yo no tengo ganas de ver tal cosa -dijo el monte Álvaro Condarco- quisiera dormir en lugar de soportar una hamacada de ésas, ya estoy mayor
–¡Te has vuelto un haragán querrás decir! se oyó socarrona una voz del montón previo risotadas en el lugar
–¡En fin colegas mañana estará bueno el día y con suerte soplará el viento Zonda, así difundió la Cruz del Sur y su prima más que lejana (a su vez parienta de la Hidra por la mitología griega -la de rulos con varias cabezas- ¿se acuerdan? últimamente está pasando una temporada más cercana a la tierra que antes
Y cambiando de tema El Tupungato -que significa mirador al sol- está inactivo desde hace rato y no deja de ser renombrado, eso me fastidia bastante, no es justo y encima está cerca de la frontera con Chile a pesar de estar dentro de Luján de Cuyo, es famoso y duerme a pata ancha desde hace un montón de años, habría que hacer algo al respecto
–¿Ponerle una alarma despertadora servirá? Sonó burlona una voz que continuó:
–Si vamos al caso hay otros 800 volcanes más en la misma zona de Luján limitando con la Payunia zona con volcanes que son accesibles para ser visitados
Roguemos que nuestros descansos sean largos y los movimientos sean postergados para dentro de un siglo por lo menos, estoy algo perezoso porque desde que ME ascendieron a “Volcán más alto del mundo” trabajo mucho, no tengo feriados desde hace rato, mi actividad es constante y para peor los curiosos turistas por culpa del andinista Crocetta de la Cdad. Luján de Cuyo que me hace publicidad, no me dejan dormir la siesta desde hace ratazo
Todas las voces estaban altas y el razonamiento interesante para este grupo múltiple e inimaginable que de alguna manera desde sus lugares se comunicaban en ese agradable convite de ideas espontáneas.
El silencio también hizo lo suyo fue inocente y breve, sedujo con calma sin que se notara y todo pasó a ser nuevamente mudo y amable sin perder de vista las cercanías físicas de estos puntos geográficos a pesar de las distancias enormes que significan para nosotros los humanos.
 

Lauri
Si vas a Córdoba anda dispuesto a que tus piernas se cansen, tus ojos se maravillen, tus oídos escuchen música cuartetera sin cesar, y que tu cuerpo resista el calor serrano durante el día, sabiendo que la recompensa vendrá con la luna, las estrellas y su frescor.
No importa con el humor que llegues a estas tierras, sea cual fuere va a cambiar, y por supuesto que para bien. Vení preparado a encontrarte con las personas mas graciosas del universo, (si, también son algo exagerados) y no te tomes nada en serio.
Enterate que cuando cruces un par de palabras con alguno de la zona, te va a invitar un mate o un vaso de vino y seguramente cuando te despidas ya tengas otorgado un apodo. También, sería bueno que te prepares a escuchar muchísimas historias, desde un nazi escondido entre su gente, un pueblo que decidió un suicidio en masa, hasta una hechicera que ve a las almas bailando sobre el río.
Comé asado y empanadas, bailá una chacarera, tomá los mates con peperina y disfruta los mejores alfajores.
Traé una buena cámara de fotos, o mejor ejercitá tu retina para retener los paisajes más lindos y variados, ver en los cerros, chivos y destellos , arbustos secos, un hilo de agua que desemboca en un hilo más grueso, donde podes recostarte entre las piedras, hundir tu cuerpo  en la corriente de agua cristalina y si no te dormís, puede que encuentres a la vera del río, gansos y ovejas  comiendo lo que encuentren entre los árboles, y si cerrás los ojos, podés intentar distinguir el canto de los distintos pájaros, que juegan a molestar a las demás especies robándoles las semillas o migas que alguien dejó por ahí.
Si querés asombrarte más, caminá entre las piedras, trepalas, hablales en el camino (te aseguro que te escuchan), escalá hasta donde ellas te permitan, suelen ser buenas con las visitas. Y allá en lo alto donde se vencen los miedos, sentate un rato a contemplar la naturaleza del silencio, los celestes del cielo, el horizonte quebrado, los destellos, los verdes vivos y también los secos, las sombras y sus figuras, a lo mejor aparecen ellos, los cóndores y te regalan el baile de su vuelo.
Y cuando comencés a sentir que los días fueron poco para tanto disfrute, prometete volver y traer con vos a alguien más para no tener que explicar lo inexplicable, porque entendiste que ahora, Córdoba ya no es solo una provincia más, sino el lugar al que siempre querés volver.


Martín
El viaje
Se encontraron en un bar apenas entrada la noche y se sentaron en una mesita en el patio.
El inusual brillo de las estrellas los invitó a contemplar el cielo.
La conversación fue amable y divertida, solo interrumpida cuando les alcanzaban las bebidas y luego la cena.
No fue casual la elección del sitio, siempre iban allí, cada noche.
El barman y los mozos estaban acostumbrados a su presencia y sus preferencias. Sabían el modo de tratarla y conocían las consecuencias de no hacerlo bien.
En algún momento, luego de varios tragos, él perdió su estampa de caballero gracioso. Ella odiaba profundamente que él hiciera esas cosas. Quienes la conocían escucharon todo y se prepararon para lo que sucedería hoy, tal vez fuera copia de otras noches.
Luego de algunos gritos y reproches mutuos  él no pudo contenerla y ella, en su enojo, levantó una mano con la palma hacia arriba, sus dedos quedaron semi doblados como esforzándose por invocar al cielo algo poco común.
Ellos sabían que las invocaciones nacidas de sus mayores enojos nunca terminaban bien.
Él comenzó a ver su expresión dolorosa, la escuchó gritar un grito casi mudo, sintió el calor inmenso que irradia su cuerpo. Pudo ver que todos los objetos a su alrededor comenzaron a elevarse muy lentamente y pudo sentirse flotando también.
Recuerda el vértigo que sintió la primera vez, en la segunda aprendió a mantenerse derecho, a partir de la tercera supo caer apropiadamente cuando todo hubo acabado.
Esta vez fue distinto, la gente de alrededor miraba la escena y así lo entendió. No saben qué sucedió, él siempre la hacía enojar y siempre aplacaba su enojo con palabras suaves y precisas. Está vez sus hechizos no lo lograron y ella hizo temblar todo: el aire se arremolinó, los objetos flotaban por todo su alrededor, las estrellas cambiaron sus posiciones, el cielo se deformó hasta que logró sostener la luna en la palma de su mano, con su otra mano lo levantó y lo colocó sobre un cráter y en un fuerte tirón final volvió todo a su lugar.
Y allí se sentó y se quedó mirándola desde aquella inmensa distancia.

 

 

 

~~~~~~~~~~~~~~~~~~

LA MUSIQUITA DE HOY



Una música viejita, linda, una canción verdaderamente maravillosa... Sandra y Me contaron que bajo el asfalto. Escuchá ACÁ

No hay comentarios:

Publicar un comentario