La consigna de hoy es contar cómo se fundó tu lugar. Para eso, te propongo que escribas un texto en el que imagines cómo fue la fundación de tu lugar. ¿Quién fue el primer habitante? ¿Quién construyó la primera casa? ¿Por qué se llama como se llama? ¿Cuáles son los primeros mitos que circulan?
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LOS TEXTOS DE USTEDES
Laly
ILuminó el alba sobre un gran desierto y parió el día.
En pocos minutos el sol dejó ver como la tierra se abrió y aparecieron agudos picos de grandes alturas que se convirtieron en escaleras para alcanzar el cielo
Montañas de grises rocas heladas y aceradas surgieron para que no se las trepe...
Y tan altas como quisieron para ver de cerca el cielo en el infinito bajo en el que ellas también quedaron.
Rugidos leoninos dentro de algunos picos marcaron la furia de luchas internas -como si fueran de sangre caliente-
Rondas de animales desconocidos hicieron suyo el paisaje contoneándose, al divisar pájaros negros de diferentes tamaños, que desde las alturas estrenaban el lugar
... Así avanzó la vida y llegó el día en que decidí salir de mis soledades y buscar otras pero con diferentes montañas y tomando algunos de mis petates los envolví en un género grande que me servía de mantel, y a veces de cortina para evitar el paso del frío por las ranuras del que era mi lugar, me lo puse al hombro recé un par de oraciones aunque nunca fui creyente, pero es lo que hacía mi madrina antes de bajar a media montaña, lugar en que, de a rato, ,llegaba un hilo de agua que se juntaba en el hueco de una pequeña profundidad y allí fregaba algunos trapos
Un tropero que observaba desde una subida quiso que supiera de su presencia en el lugar
dejó oír su silbido melodioso y sonoro, por lo que sorprendida miré a mi alrededor...
Y al verlo rápido y en silencio de ahí me escapé. Perdí él rumbo y me angustié pensé en volver a mi cueva y no me creí capaz. Decidí continuar la bajada pues no tenía más que perder aunque algo nerviosa quedé, rodaron piedras importantes que apenas me rozaron, asustada llegué a la planicie que la montaña me mostró y el tropero muy pronto me alcanzó "no tema niña que daño no le haré, solo buscaba descanso y en eso la vi, tengo una hija muy parecida a usted...”
Me propuso bajar con él hasta su lugar, en donde lo esperaba su familia y sin mucho que perder observando su mirada acepté la invitación.
Qué lindo hablaba el tropero!! Tenía mirada serena, no conocí a otros pero estaba segura de que sí era bueno... Y pensé que la familia sería la esposa más un montón de hijos... Como la que le había dejado Casimira a Don Ramón en la montaña, antes de fallecer.
"¡Mire niña qué lugar! Agua por todos lados! Nunca hay que acarrearla! El problema se arma si nieva muchos días seguidos y después cuando se hace el deshielo... Ahí sí que te quiero ver, es muy bravo... Si quiere le cuento algunas cosas que me pasaron
–No. Prefiero no asustarme.
El tropero rio ante tal respuesta y luego dijo:
–Está bien, tiene razón. ¿Sabe? Casi nunca llueve... Es raro que no esté lindo por aquí... Igual que la poca gente que hay...
Así hablaba el tropero todo el tiempo, por suerte continuaba sin llevarme el apunte, creo que conversaba con él mismo, era divertido escucharlo aunque la mayoría del tiempo solo lo oía.
–Todo esto está igual que siempre, nadie pasa por aquí. A nadie le interesa porque hace demasiado frío. La gente se muere helada si no encuentra de comer... Todo esto es Luján de Cuyo así dicen los paisanos de por aquí y estamos en tierras mendocinas... ¿Oyó decir eso niña?...
Yo solo escuchaba de a ratos y guardaba silencio, todo era nuevo para mí, pensaba mucho en quién me crio...
¿Qué no me hubiera dicho mi madrina Casimira si se hubiera enterado de esto? Nada bueno seguro, y también se hubiera asustado...
¡Menos mal que está muerta! Sí, es una suerte para ella...
ILuminó el alba sobre un gran desierto y parió el día.
En pocos minutos el sol dejó ver como la tierra se abrió y aparecieron agudos picos de grandes alturas que se convirtieron en escaleras para alcanzar el cielo
Montañas de grises rocas heladas y aceradas surgieron para que no se las trepe...
Y tan altas como quisieron para ver de cerca el cielo en el infinito bajo en el que ellas también quedaron.
Rugidos leoninos dentro de algunos picos marcaron la furia de luchas internas -como si fueran de sangre caliente-
Rondas de animales desconocidos hicieron suyo el paisaje contoneándose, al divisar pájaros negros de diferentes tamaños, que desde las alturas estrenaban el lugar
... Así avanzó la vida y llegó el día en que decidí salir de mis soledades y buscar otras pero con diferentes montañas y tomando algunos de mis petates los envolví en un género grande que me servía de mantel, y a veces de cortina para evitar el paso del frío por las ranuras del que era mi lugar, me lo puse al hombro recé un par de oraciones aunque nunca fui creyente, pero es lo que hacía mi madrina antes de bajar a media montaña, lugar en que, de a rato, ,llegaba un hilo de agua que se juntaba en el hueco de una pequeña profundidad y allí fregaba algunos trapos
Un tropero que observaba desde una subida quiso que supiera de su presencia en el lugar
dejó oír su silbido melodioso y sonoro, por lo que sorprendida miré a mi alrededor...
Y al verlo rápido y en silencio de ahí me escapé. Perdí él rumbo y me angustié pensé en volver a mi cueva y no me creí capaz. Decidí continuar la bajada pues no tenía más que perder aunque algo nerviosa quedé, rodaron piedras importantes que apenas me rozaron, asustada llegué a la planicie que la montaña me mostró y el tropero muy pronto me alcanzó "no tema niña que daño no le haré, solo buscaba descanso y en eso la vi, tengo una hija muy parecida a usted...”
Me propuso bajar con él hasta su lugar, en donde lo esperaba su familia y sin mucho que perder observando su mirada acepté la invitación.
Qué lindo hablaba el tropero!! Tenía mirada serena, no conocí a otros pero estaba segura de que sí era bueno... Y pensé que la familia sería la esposa más un montón de hijos... Como la que le había dejado Casimira a Don Ramón en la montaña, antes de fallecer.
"¡Mire niña qué lugar! Agua por todos lados! Nunca hay que acarrearla! El problema se arma si nieva muchos días seguidos y después cuando se hace el deshielo... Ahí sí que te quiero ver, es muy bravo... Si quiere le cuento algunas cosas que me pasaron
–No. Prefiero no asustarme.
El tropero rio ante tal respuesta y luego dijo:
–Está bien, tiene razón. ¿Sabe? Casi nunca llueve... Es raro que no esté lindo por aquí... Igual que la poca gente que hay...
Así hablaba el tropero todo el tiempo, por suerte continuaba sin llevarme el apunte, creo que conversaba con él mismo, era divertido escucharlo aunque la mayoría del tiempo solo lo oía.
–Todo esto está igual que siempre, nadie pasa por aquí. A nadie le interesa porque hace demasiado frío. La gente se muere helada si no encuentra de comer... Todo esto es Luján de Cuyo así dicen los paisanos de por aquí y estamos en tierras mendocinas... ¿Oyó decir eso niña?...
Yo solo escuchaba de a ratos y guardaba silencio, todo era nuevo para mí, pensaba mucho en quién me crio...
¿Qué no me hubiera dicho mi madrina Casimira si se hubiera enterado de esto? Nada bueno seguro, y también se hubiera asustado...
¡Menos mal que está muerta! Sí, es una suerte para ella...
Claudia S.
Las Grutas
Dicen que sus primeros pobladores llegaron de San Antonio Oeste en 1939. Dichos vecinos construyeron un bungalow, única construcción en la zona durante mucho tiempo. Ellos visitaban esos lugares desolados con mucha frecuencia y desde mucho tiempo antes. Esas playas vacías y desamparadas, siempre esperándolos, iban formando parte de algo inimaginable. Las autoridades, sabiendo que esas tierras eran privadas, realizaron las gestiones correspondientes y en 1960 se determinó el comienzo del balneario. Años más tarde cobraría el nombre de Las Grutas.
Imagino a sus lugareños, llegando de los alrededores o de Bariloche. Más tarde seguramente, llegarían en trenes desde Buenos Aires. Los veo entusiasmados, con poco equipaje, quizás solos, dejando en sus pueblos a las familias. Todo construyéndose a medida de los avances tecnológicos. Viviendas precarias pero consistentes para soportar las adversidades climáticas. Una región ventosa, con fríos intensos, pero con la calma de esos espacios inhóspitos. Espacios que muchas veces no se eligen, pero que se llegan para buscar empleos cuando las ciudades no los proveen. Puedo imaginar nuestro clima, casi ochenta años atrás y percibir las dificultades que debieron atravesar esos pioneros. Todo va en constante movimiento y ese frío de entonces va mermando. Las temperaturas se alteran de manera brusca a tal punto que aquellos climas ideales no los encontramos donde alguna vez existieron.
Puedo ver crecer complejos de cabañas, hoteles y comercios. Dicho crecimiento fue dando lugar a muchas oportunidades de trabajo. Trabajadores que quizás luego se afianzaron con sus familias allí. Y gracias a esas decisiones, esa parte de nuestra Patagonia se puebla cada vez un poquito más. Sus largas playas resguardadas por acantilados repletos de cuevas. Barcos oxidados, testigos de funciones comerciales forman parte del paisaje. Los trenes comienzan de a poco a resurgir de los galpones donde habían quedado quietos, sin voces. Las personas que se asentaron allí, siempre les encanta contar sus historias. Anécdotas, mitos y leyendas son palabras que se repiten y nos atrapan. Desde sus pobladores más cercanos hasta los que llegaron de más lejos, hicieron de esta ciudad una comunidad tan cálida, como la temperatura de sus aguas.
Claudia V.
Viajeros en el viento
Venían en grupo desde el Norte, buscando frutos, cuando vieron una manada de alpacas que cruzaban la puna. Los hombres salieron tras ellas como buenos cazadores, para llevar carne a sus familias. Las mujeres, por detrás, recolectaban algarroba, pascana y tubérculos que transportaban en sus cestas.
Entre ellas estaba Wara que se destacaba del resto por su esbelta figura, su cabello renegrido sujetado en gruesas trenzas y un tocado de plumas traído de la zona de selvas. Un collar de cuentas de hueso, adornaba su cuello. Se lo había regalado Atipa, en un encuentro furtivo, una noche tranquila en la que los mayores tomaban chicha y reían mucho. A partir de ese momento, trataban de estar siempre uno cerca del otro.
En medio de la cacería, el sol comenzó a opacarse y el trote de las llamas comenzó a levantar demasiada polvareda lo que impidió reconocer el viento tempranero que venía también del norte. El viento empujaba y hasta arrebataba sus ponchos. Hombres y mujeres corrían buscando refugio. Ellos dos también corrían, pero para encontrarse. Y se encontraron en medio de la ventisca y juntos corrieron también buscando refugio.
El viento tiñó todo de gris y nubló sus ojos. Encontraron una cueva entre las piedras y allí se quedaron, abrazados esperando que el viento amaine. Habían perdido al grupo. Estaban solos allí. Seguramente los otros estarían también en algún refugio cercano.
Atipa la miró escondida en su abrazo. Acarició su pelo moreno que brillaba a pesar del polvo; admiró una vez más su bello rostro y rozó su piel cobriza sumiéndose ambos en el amor, bajo el arrullo del viento incansable. La luna empolvada casi rodó por los cerros, para verlos dormir apapachados.
Los despertó el sol crujiente y se dirigieron a buscar al grupo. Caminaron sin rumbo y sin suerte. No veían a nadie.
Caminaron y caminaron hasta que llegaron a un estrecho valle, rodeado de cerros y colores. Sintieron que esos cerros los abrazaban. Caminaban entre ellos despreocupados y se abrían senderos de distintos colores. Encontraron una cueva carmesí que les serviría para protegerse de las noches frías y de las inclemencias del viento; decidieron quedarse allí. Atipa no tendría que alejarse demasiado para cazar y los frutos del airampo estaban por todos lados.
A los pocos días, llegó hasta allí la familia perdida y, sintiendo la protección de esos cerros, decidieron quedarse también.
El embrujo de colores cayó sobre ellos y ya no quisieron seguir andando.
Quién llegó primero?
El mar no compite.
Por qué?
El sol llegó antes.
De quién?
La arena acompaña,
La arena suaviza.
Es neutral.
Es preparación.
La arena que fue piedra
Que será mar.
El mar que copa la tierra
O la tierra que acorta el mar.
El pasto que es hectárea
La hectárea que es barrio
El barrio es propiedad
Propiedad de quién sino de quien llego primero
¿Y Quién llegó primero?
La esperanza o la curiosidad?
Ambas.
La tierra nueva como esperanza,
El descubrimiento como meta de la curiosidad.
Sea como sea:
De la calidez del sol
De la paz del mar
Y del paso de la arena
Nació una tierra sagrada que a nada le exige.
Mística, profunda, un lugar donde las cosas son como desean ser.
Sin olvidar sus orígenes,
más conservando la belleza de los mismos
como un símbolo
de agradecimiento, como un símbolo de eternidad.
Martín
Así comenzó.
Tenues y escurridizos como el humo de un sahumerio, pequeños cometas que solo sabían bailar. Recorrieron cautelosos toda la superficie y entendieron que en este lugar estaban solos y no supieron qué hacer con tanta libertad. Bailaron millones de vueltas alrededor de su nuevo hogar, arengaron meteoritos a salpicar la superficie y se recostaron sobre cada cráter simulando ser una neblina. Con sus infinitas vueltas moldearon cada porción de polvo de la superficie. Solo por diversión hicieron túneles sin fin que les servían de tobogán.
A medida que desaparecían lentamente, sus esfuerzos se hicieron más intensos y no descansaron sobre los cráteres ni fueron a jugar entre los túneles. Construyeron todo lo que quisieron. Dejaron una cara limpia, la cubrieron de polvo que refleja la luz del sol para que pueda leerse un poema en su superficie.
Ocuparon el otro lado con construcciones que solo podrán comprender los futuros visitantes cuando su evolución les permita llegar a ellas.
Calles, callejones, playas, mares, valles, montañas, grandes castillos, fábricas de cosas que se construyen y se destruyen esperando por siempre a sus visitantes.
Muy cautelosamente diseñaron todo de manera que no se vea desde arriba, solo algún caminante desprevenido podría descubrirlo.
Y así llegó su último día y descansaron sobre la superficie y fueron parte de su propia creación.
Manzanares
En 1871 una epidemia de fiebre amarilla azoto gravemente a gran parte de la provincia de Buenos Aires, principalmente a la zona sur, donde moraban muchas familias de gran poder adquisitivo. Así fue como comenzaron a buscar zonas más alejadas para radicarse, huyendo de la epidemia. Entre las familias que decidieron afincarse en esta zona noroeste del gran Buenos Aires, estaba la familia Bosch, que sostuvo la titularidad de gran parte de las tierras a través de varias generaciones, hasta 1910, cuando la Sra. Carmen Miguens de Bosch hizo una donación de las tierras donde hoy se encuentra la estación de trenes José María Bosch. Varios años después las tierras se dividieron en 500 lotes para ser vendidos. Los lotes se extendían hasta la que hoy conocemos como Avenida Bernabé Márquez. Los que estaban cerca de la avenida estaban llenos de árboles frutales, por eso el barrio se llama Manzanares.
Cuando comenzó el loteo de las tierras de lo que supo ser la quinta de la familia Bosch, mis papás estaban recién casados y fueron unos de los primeros en comprar un lote en esta parte del barrio. En ese tiempo las calles eran de tierra, la luz se colgaba de un cable que cruzaba las veredas apoyado en postes de madera, había grandes zanjas que se llenaban de agua con la lluvia y entonces los sapos estaban de fiesta. Cuando pudieron construir una pieza con un baño y cocina, nos mudamos a esta casa donde todavía vivo, después de varias idas y vueltas, batallas perdidas y ganadas, vidas que se fueron, vidas que llegaron, muchas noches sin dormir, decisiones mal tomadas, algunos aciertos, mucha perseverancia, varias reformas, sueños rotos y esperar que después de la tormenta salga el sol, después de todo y de tanto, acá estoy.
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LA MUSIQUITA DE HOY
Pedro y Pablo, Yo vivo en esta ciudad. Buscaba una canción sobre fundaciones de ciudades y apareció esta, que es tan tan linda, y me trae recuerdos. Mis dieciséis años. No sé si a ustedes les gusta o les trae alguna melancolía, ya que son taaaaan jóvenes... sopórtenme, mis 57 me hacen impune.
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